Tanto, que tras la muerte de su madre víctima de un cáncer de estómago en diciembre de 2012, volcó toda la infinita gama de sentimientos que estaba viviendo en canciones, el arma perfecta o la terapia necesaria, según los casos, para reflejar una historia personal más que un proyecto artístico. Y ese fue el germen de Carrie & Lowell, su último y excelente disco, seguramente uno de los más destacados de su discografía y sin duda su obra más sincera, penetrante y emocional. Porque lo que narra Carrie & Lowell es la relación de un niño con su madre desde la distancia de la ausencia y la posterior gama de sentimientos que van desde el dolor a la rabia una vez fallecida.
Carrie, la madre de Sufjan Stevens, padecía de trastorno bipolar, esquizofrenia y depresiones, y también podía ser considerada alcohólica y adicta a otras drogas. Una mujer que abandonó a su marido, Rasjid, y a su hijo cuando éste contaba con solamente un año. Así, Stevens parte de la aceptación de la ausencia de su madre desde sus primeros recuerdos, ya que nunca fue capaz de ver convivir junto a sus progenitores.
Relación con su padrastro
Y sin embargo, no duda en tratar de comprender una personalidad dañada pero capaz de amar en los escasos momentos que tuvieron para comprobarlo. Como aquellos veranos, entre sus cinco y ocho años, que compartió junto a ella y su marido de entonces, el Lowell Brams que aparece en el título del disco. Un padrastro que sólo estuvo casado con su madre durante cinco años a principios de los 80, pero con el que entabló una relación tan particular que ha durado hasta ahora, cuando Lowell dirige la compañía discográfica que posee el propio Stevens, Asthmatic Kitty.
Su madre volvió a desaparecer de su vida y su relación con ella se limitaba a encuentros esporádicos y alguna carta guardada como oro en paño, mientras Carrie vagaba en su descarrío entre la indigencia y la ausencia de techo. Y un Sufjan Stevens que en más de una ocasión pensaba haber heredado alguno de los genes dañados de su propia madre cuando él mismo se aventuraba en oscuros procesos de autodestrucción.
A pesar de sus continuas ausencias, la muerte de su madre le afectó tan profundamente que nacieron las canciones que conforman Carrie & Lowell como cantos desnudos, como vueltas a unos orígenes musicales en los que la esencia es una estructura sencilla y la plena presencia de las melodías. Guitarras acústicas, pianos y suaves caricias de sintetizadores acompañan a un espíritu folk que no deja de asociarse con otras almas sensibles como Nick Drake o Elliott Smith.
Y abandonado de momento el proyecto de realizar un disco por cada estado que conforman los Estados Unidos, tras los dedicados a Michigan e Illinois, nos entrega su obra más sincera y personal. Todo un lujo que podrá disfrutarse en directo los próximos 29 y 30 de septiembre en Barcelona y Madrid, en una cita que se antoja como perfecto fin de verano, tras haberle visto recientemente como un componente más de la banda The National.
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