Esta es la edición de ARCO con más artistas latinoamericanos por metro cuadrado. Porque, así como el zar del fútbol, el cemento y el espectáculo, Florentino Pérez, busca vender camisetas con James o el número tres de Podemos, Juan Carlos Monedero, ofrece sus servicios al gobierno de Venezuela, ARCO hace lo mismo: buscar negocio al otro lado del mar. Y en el fondo, como el fútbol o la política,Arco no deja de tener su punto de espectáculo.
La 34 celebración de la madrileña feria de arte contemporáneo reúne este 2015 un total de 218 galerías de 29 países. De todas ellas, las que provienen de América Latina suman un 52% (47 galerías); extranjeras, 71%. El asunto apunta en dos direcciones. La cura –nada casual- de la miopía eurocéntrica y los bandazos de las últimas ediciones, además de un mensaje clarísimo para los esquilmados galeristas españoles: si hay un lugar donde el mercado del arte rebrota es allá, al otro lado del mar. sin embargo, esta edición parece tener algo qué decir. Yen ese sentido, Colombia, el país invitado, lleva la voz cantante.
Dependiente de Ifema –centro ferial de capital público, por lo que algunos siempre se han referido a ella como una feria patrocinada-, este año ARCO repite en los pabellones 7 y 9, que vuelven a ser el lugar de exhibición y encuentro (para el público general a partir del 27 de febrero). Con ésta, ya es la segunda ocasión que se retrasa la apertura de la feria -¿acaso la cercanía de ferias como México Arte Contemporáneo tiene algo que ver?-. Lo que nadie se cuestiona es el reto que enfrenta Carlos Urroz como director de una feria en la que todavía toca vender con un IVA del 21%.
Vender, vender, vender: este año han sido invitados 300 coleccionistas, 30% más que en 2014.
El año pasado, con un presupuesto de 4,5 millones –el mismo que este año-, los organizadores trajeron a Madrid cerca de 500 invitados: 150 directores de museos, comisarios de bienales y otros profesionales relevantes y cerca de 250 coleccionistas, críticos o periodistas. Este 2015, la lista aumenta 30%: 300 coleccionistas de 33 naciones. Más del 50% de ellos acuden por primera vez. 1,5 millones del presupuesto total se ha sido destinado un programa de promoción internacional dirigido a coleccionistas. Semejante inversión busca algo concreto: levantar un mercado local que en los últimos años ha caído casi un 40%.
El optimismo se hace tan necesario como una cita de Walter Benjamin en el texto de un comisario. Porque ambos comparten un rasgo: nadie entiende muy bien por qué apelar a uno u otro; el asunto es que ambos tienen que aparecer. Chascarrillos a un lado, de las 218 galerías, 160 se incluyen en el Programa General; 10 participan en el programa ArcoColombia –el país invitado-; 28 estarán presentes en el proyecto Opening, dedicado a las galerías más jóvenes; y 24 en SoloProjets, que reúne galerías de Iberoamérica con un solo artista.
Colombia: algo más que narcotráfico y sicaresca
2007 fue el año de la demolición Mientras la crisis económica estaba a punto de envejecer –un poco más- a la (entonces) infalible Europa, la actriz colombiana Doris Salcedo (Premio Velázquez 2008) abrió un boquete en el mundo del arte. Lo hizo con una grieta de 167 metros en el suelo de la Sala de Turbinas de la Tate Modern londinense. Se trató de la escultura Shibboleth. Con ella, el arte colombiano se hizo visible en el mapa del arte internacional. Ese lugar donde el GPS siempre lo controla alguien más.
Lo que Salcedo expuso entonces fue una metáfora de la fractura: esa línea quebrada –esa frontera- que separa a los vivos de los muertos, a los enfermos de los sanos, a los de una creencia de otra. Pero fue, también, una sutura, la cicatriz que Colombia luce ahora como testimonio de un resurgir cultural y colectivo en medio de la salina de la guerra. Aquello suponía no sólo la visibilidad internacional del país sudamericano, sino la irrupción de una fuerza mucho mayor: la de un país que llevaba años intentando generar un discurso propio y no el que le había impuesto la violencia y el sobresalto.
Juan Andrés Galán ha elegido a diez galerías para mostrar el arte en Colombia.
En aquellos años, los de la primera década del siglo XXI, Colombia estrenaba ministerio de Cultura –se creó en 1998- y los galeristas intentaban mitigar los coletazos de lo que los narcos habían hecho con el coleccionismo en los noventa al inundar el mercado con desnudos, bodegones, caballos o alegorías horteras vendidas a precios delirantes. El criterio se impuso. La prueba más potente puede verse en la selección de 10 galerías elegidas por el curador Juan Andrés Gaitán para mostrar cómo se representa Colombia a sí misma.
Desde la Galería de la Oficina, creada en 1972 porel arquitecto de Alberto Sierra –promotor del Museo de Arte Moderno de Colombia- hasta Nueveochenta, fundada por el expresidente César Gaviria –su hija, María Paz Gaviria, fue la fundadora de la Feria Art Bogotá, en 2005-. Entre aquellos años y estos hay mucho qué contar. Se despliega un complejo abanico imposible de despachar con unas cuantas sacudidas, como si la complejidad fuera un vapor. Pero no. No lo es.
Y no se trata sólo de optimismo, de obligada fanfarria, de esplendor económico. Aquí nadie intenta un cuento de hadas –el asunto es más práctico-, sino una mirada que convierta el pasado en una hoja con necesarias anotaciones al margen. No existe peor afección que el olvido y mucho menos para un país donde el dolor y la muerte han perseguido a todos por igual. De ahí que la obra de artistas como Iván Hurtado (Medellín, 1970) y Pablo Gómez (Medellín, 1975) sean, a la vez, demolición y reconstrucción. Mientras Hurtado denuncia la destrucción de los lugares más importantes de Medellín, Gómez se refugia en el poder de aquello que se destruye para volver a construirse. Especialmente atractiva es 'la justicia narrativa' de Carlos Motta.
Ambos forman parte de los 20 artistas elegidos para dar a conocer a los nuevos creadores colombianos. Resuena, claro, el influjo de la militancia de Doris Salcedo en el discurso de artistas como Nicolás Consuegra –que exhibe Tejedoras de agua en el Centro Conde Duque-. Otras se imponen en otros registros, como la mirada inquisidora sobre el original y la copia de Ricardo León (Bogotá, 1978), exhibido en la Galería Yenny Vila, de Cali, o Carolina Caycedo, una de las que tiene más proyección internacional. Están también, claro, nombre consolidados como Óscar Muñoz; Mateo López; Juan Fernando Herrán; Juan Manuel Echevarría; José Alejandro Restrepo, Nadín Ospina o Botero, En cualquier caso, es obvio que Gaitán no quiso ceñirse a los nombres de siempre.
Hay una fuerte presencia institucional colombiana, país al que se dedican además 20 exposiciones en Madrid.
Si hay un peso que inclina la balanza en esta edición, es además, la fuerte presencia institucional. El Stand de Colombia en ARCOmadrid 2015, preparado por el Gobierno de ese país, es uno de los espacios clave para entender por qué hoy el arte colombiano atrae la mirada internacional. Allí se reúne una selección de las iniciativas en arte contemporáneo, también el Museo de Arte del Banco de la República, el Museo de Arte de Medellín, El Museo de Antioquia, El Museo La Tertulia, el Museo de Arte de la Universidad Nacional y el Museo de Arte Moderno de Bogotá. Muchas de esta sinstituciones participan apoyan además 20 exposiciones en la ciudad de Madrid.
Se incluyen también espacios independientes de vanguardia en Cali, Medellín, Barranquilla o Bogotá, como Lugar a Dudas, Espacio Odeón, Casa Tres Patios, Flora Ars+Natura, Taller 7, La Agencia, La Mutante, NC-Arte, La Usurpadora y La Nocturna. Además de un panorama con las últimas versiones del Salón Nacional de Artistas, los Encuentros de Medellín MDE, la Feria Internacional de Arte de Bogotá ARTBO, la Bienal Internacional de Cartagena de Indias y el Festival de Performance de Cali. Y, por último, en él se exhibirán catálogos y revistas de arte contemporáneo, producidas por editoriales colombianas, especialmente editoriales independientes, como Jardín, La Silueta, Tragaluz, Robot, Paralelo 10, Laguna libros y revistas como Errata, Art Nexus y Arteria.
América (Ge) Latina … y España
El registro es lo suficientemente amplio como para cubrir desde los ya conocidos tiros al suelo –por lo infalible de sus propuestas canónicas- de galerías como Marlborough o Juana de Aizpuru, hasta el regreso de algunas galerías que antes formaban parte del programa general y ahora vuelven. Aunque Reino Unido y Norteamérica todavía siguen siendo pocas galerías, una buena parte de ellas está representada en los stands Solo/Duo, mientras que su figuración en Oppening es prácticamente nula.
América Latina –siempre saludablemente problemática por su diversidad y heterogeneidad- tiene entre sus exponentes un nombre que suena con fuerza ya desde hace al menos un año en España tras su exposición en el Centro de Arte Dos de Mayo. Se trata de la artista mexicana Teresa Margolles, quien junto con el venezolano Javier Téllez en Solo/Duo, forma parte de las apuestas de la galería suiza Peter Kilchmann. El trabajo de Margolles documenta y denuncia la violencia y la muerte a través de las intervenciones de espacios público como la que presentó en 2009 en la Bienal de Venecia con ¿De qué otra cosa podríamos hablar?
Reino Unido y Nortamérica todavía tienen poca representación.
Asunción Molinos Gordo (Burgos, 1979), en Travesía 4 presenta una obrade su proyecto más reciente: Hambre, un proyecto hecho por el hombre, una reflexión en torno a la economía que regula el acceso a los alimentos haciendo especial hincapié en el rol de los mercados y sistemas de distribución actuales. Se consolidan nombres ya fuertes, como el de Daniel Canogar (1964) , en la galería española Max Estrella, quien vuelve una vez más con la mirada sobre la vida estropeada de los objetos que dejarán de existir. Algo así como una Naturaleza muerta con bolsas plásticas, móviles y dispositivos electrónicos. El paisaje de lo que ocurre, enlatado, listo para pudrirse y caducar.
Expuesto actualmente a la vez en Artium, Centro-Museo Vasco de Arte Contemporáneo y en La Casa Encendida, además de su participación en ARCO, Fermín Jiménez Landa (1979) y Fermín Jiménez Landa (1979), este último en la galería Bacelos, de Vigo, y Álvaro Perdices (Casa Sin Fin) reafirman algunas apuestas cuya aparición en la feria consolida sus nombres.
El artista revelación y la polémica
No estuvo exenta de polémica la primera jornada de Arco. Uno de los artistas colombianos -que se espera sea el creador revelación de la feria- Oscar Murillo inauguró este miércoles por partida doble: la instalación suya titulada De marcha, ¿una rumba? No, sólo un desfile con ética y estética y el propio lugar donde ésta se exhibe: el Centro Cultural Daoiz y Velarde, incluido en el programa de 20 exposiciones de arte Colombiano en Madrid.
Un grupo de vecinos del madrileño barrio de Pacífico -donde se ubica el centro de arte- protestaban no sólo por el retraso del Daoiz y Velarde, sino por su excesivo coste. Así lo expresaban En una pancarta: “13 millones de euros. 7 años de obras. ¿Centro cultural o propaganda electoral?”. En plena inauguración, rodeado de autoridades culturales y diplomáticas, Murillo decidió colgar la pancarta en la sala. Y lo hizo no una sino dos veces, ya que el personal de seguridad decidió retirarla.
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