En 1937 Stalin decidió reducir los suministros de armas a los republicanos. Su prioridad la ocupaban entonces los comunistas chinos, que combatían a los japoneses en Manchuria. El dictador ruso no rectificó hasta finales de 1938, cuando decidió aumentar de nuevo el armamento. Pero ya era demasiado tarde. Así lo cuenta URSS-España: la huella soviética, un documental dirigido por la cineasta Mikhail Ordovsky que intenta desmitificar el papel de los rusos en la Guerra Civil española.
La película recoge materiales de archivos, recuerdos de participantes y testigos, comentarios y opiniones de historiadores que representan escuelas antagónicas. Conforman la película entrevistas a catorce historiadores españoles y rusos, periodistas y testigos de los hechos, entre los que destacan Santiago Carrillo, Adelina Kondrátieva-Abramson, Vladimir Lamsdorf-Galagan, Gonzalo Ramos, Ángel Viñas y César Vidal, entre otros.
Santiago Carrillo es el hilo conductor del documental. Su vida resume la suerte de la República: desde que su presencia en el movimiento en 1934; su viaje a Moscú, en 1935, donde el socialista se reconvirtió en comunista; la creación del Frente Popular en 1936, así como su condición de testigo en las luchas intestinas entre comunistas y socialistas, además de la matanza de Paracuellos.
Una de las tesis de la cinta se basa en que la “revolución” que lleva a la República fue “instigada por el Kremlin”
Una de las tesis de la cinta, que dura 50 minutos, se basa en que la “revolución” que lleva a la República fue “instigada por el Kremlin”. Incluso, asegura la participación de Moscú en Paracuellos. Los rusos tenían, según Ordovsky, la sartén por el mando. Ante la clara superioridad del Ejército de Franco, que es ayudado por Alemania e Italia, el Gobierno de Francisco Largo Caballero -el "Lenin español"- decide pedir ayuda a Moscú.
El documental URSS-España: la huella soviética recuerda que España contaba con la tercera reserva más grande de oro del mundo (700 toneladas), que la República presentó como depósito para la compra de armas soviéticas, a lo que Stalin accedió en septiembre de 1936. El 14 de octubre de ese año llega a Cartagena el primero de los tres buques soviéticos con tanques y personal.
Sin embargo, el documental también concede a Moscú gran parte del mérito de la caída de Largo Caballero y de la represión de miles de anarquistas y trostkistas, que consideraban a Stalin un usurpador. "En casi todas las versiones de ese período hay un afán tremendo de poner a la Rusia soviética en el papel de un poder que tiene agentes. Y no es verdad. Ni agentes ni nada. Éramos comunistas. Admirábamos a la revolución rusa. Hubiéramos dado la vida por la revolución rusa", asegura Carrillo - cigarrillo en la mano- en la cinta, estrenada hace unas semanas en el Instituto Cervantes de Moscú.
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