Decían que tenía más de la amargura del Adrian Cronauer de Good Morning Vietnam que la dulzura detrás del intérprete de La señora Doubtfire. Resulta imposible leer a Walt Whitman y no pensar en John Keating gritando “¡Oh capitán, mi capitán!” de El club de los poetas muertos, película de Peter Weir con la que conmovió a adolescentes y adultos. Porque si algo sabía hacer Robin Williams era colocarse muy cerca del espectador, hacerse real, incluso para interpretar un tipo de papeles que terminaron siendo un género asociado a su nombre: seres amlgamados entre la risa y la ternura. Quién iba a pensar que detrás de él había algo más oscuro que se había dejado ver, quizás, en la soledad de sus mejores personajes.
Se hizo muy conocido gracias a sus interpretaciones en series como Happy Days y, sobre todo, Mork & Mindy. El cine tardó más en darle la bienvenida, pero fue a lo grande con Good Morning Vietnam, de Barry Levinson, que sacó un partido único a su rapidez verbal, a su ingenio y su capacidad para combinar con una gran sonrisa y una mirada triste.
También le supuso su primera nominación al Oscar y abrió su mejor época profesional y vital, continuada con El club de los poetas muertos, de Peter Weir. El trío de ases (y de nominaciones al Oscar) se redondeó con The Fisher King, de su ídolo cómico, Terry Gilliam (de los Monty Python), esta vez metido a mágico fabulador.
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Disney pensó en él como el único capaz de poner voz al genio de Aladín, su gigantesco éxito comercial, y su pericia fue tan bárbara que algunos incluso pidieron una cuarta nominación al Oscar por un trabajo de doblaje. Como rezaba la canción que él mismo cantaba en infinitos tonos y voces distintos, no había en el mundo "un genio tan genial".
Y Steven Spielberg pensó en lo contrario: en darle el papel de un Peter Pan hastiado y amargado en su vida real y volviendo a Nunca Jamás para solucionar su insatisfacción. Era Hook y allí reafirmó su conexión con uno de sus públicos más fieles: el infantil.
Mrs. Doubfire, en la que una padre divorciado se convierte en una adorable asistenta británica para estar más tiempo con sus hijos, le reportó un Globo de Oro y desplegó una paleta más amplia de talentos si cabía, hasta convertirla en un gran éxito comercial. Seguirían otros filmes como Jumanji, Patch Adams (no en vano, sobre la terapia de la risa) o la incomprendida Jack, rareza agridulce de Francis Ford Coppola. En Despertares (1990), dio vida a un intrépido neurólogo que decide utilizar un medicamento nuevo para tratar a pacientes en estado vegetativo.
El Oscar, llegó finalmente a la cuarta nominación en 1997, la primera como secundario, en un papel tan agridulce como él mismo. El psiquiatra viudo de Good Will Hunting, de Gus Van Sant. y, por primera vez, Robin Williams se quedó casi sin palabras al subir al escenario ante la ovación de toda la profesión. Aunque enseguida se recuperó y empezó a bromear.
Desde entonces, en cambio, nunca volvió a conseguir un gran papel a la altura de su talento, si bien participó en películas notables como Insomia, del ahora idolatrado Christopher Nolan, o volvió a poner comicidad a éxitos de taquilla como Night at the Museum y su voz a nuevos clásicos de la animación como Happy Feet.
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