Hace tres meses, Barcelona hizo pública su candidatura para formar parte de las Ciudades de la Literatura Unesco, una red de capitales que trabajan conjuntamente para crear conexiones y llevar la literatura a públicos más amplios. En pleno huracán secesionista y con la temperatura política en su punto más alto, Barcelona se reafirma en pretender esta titularidad que aumentaría su visibilidad internacional a costa, por supuesto, del castellano.
La candidatura presentada por el Ayuntamiento de Barcelona cuenta además con el apoyo de la Comisión Nacional Española para la Unesco, dependiente del Ministerio de Asuntos Exteriores, y ha aportado como principales puntos a favor no sólo la sólida tradición editorial y literaria de la ciudad, sino también “un ecosistema editorial diverso y que goza de buena salud, en dos idiomas y con un consumo alto de traducciones”.
La candidatura presenta como punto a favor “un ecosistema editorial diverso y que goza de buena salud, en dos idiomas y con un consumo alto de traducciones”
En efecto, de los 2.800 millones de euros que factura el sector editorial en España, cerca de 1.200 millones, un 40%, proviene de las editoriales afincadas en Cataluña. Es un mercado que funciona en castellano; de hecho, en Barcelona están concentradas 290 editoriales afiliadas a Federación de Gremios de Editores de España (FGEE), entre ellas el grupo Planeta, el primero en España y el sexto en todo el mundo y que agrupa más de cien sellos, 15.000 autores y vende un promedio 130 millones de libros cada año.
De prosperar esta candidatura, la capital de Cataluña pasaría a formar parte, a partir del próximo 11 de diciembre, de una lista que hoy integran Edimburgo, Melbourne (Australia), Iowa City (EEUU), Dublín (Irlanda), Reykjavík (Islàndia), Norwich (Regne Unit), Cracòvia (Polònia), Heidelberg (Alemanya), Praga (República Checa), Dunedin (Nova Zelanda) y Granada (España) y lo haría, justamente, usando para ello una lengua que prácticamente no se contempla siquiera en los programas educativos del Gobierno presidido por Artur Mas.
Barcelona depende de una industria en castellano
En los años setenta del siglo pasado, Barcelona era una fiesta. Entonces la capital catalana brillaba en el mapa cultural y literario. Eran los años de la agente literaria Carmen Ballcells, la mujer que cambió la forma de negociar los derechos autor y pensar el negocio editorial. Vivían en la ciudad los autores más importantes del boom: Gabriel García Márquez, Mario Vargas Llosa, José Donoso, Jorge Edwards, Sergio Pitol, Nélida Piñon... El editor y poeta Carlos Barral había convertido el sello Seix Barral en el portaviones de una literatura que embestía con fuerza en el panorama internacional gracias a sus autores iberoamericanos. Desde entonces, Barcelona conserva ese espíritu de meca editorial a la que todos los autores han ido a peregrinar para conseguir agente y editor.
En la actualidad, hay quienes como el escritor peruano Santiago Roncagliolo consideran que la voluntad independista ha desdibujado y aislado a una ciudad que fue el centro y hoy se mueve voluntariamente hacia la periferia. “Hasta ahora, Barcelona sigue siendo la capital editorial del mundo hispano. Pero poco a poco, le va regalando su sitio a Madrid. Hace siete años, recibía el triple de latinoamericanos que la capital. Hoy, recibe la mitad. Las redes de trabajo cultural y editorial se forman cada vez más en Madrid, donde el público, los medios y el Estado comparten una lengua con los cuatrocientos millones de lectores potenciales de América, y aprovechan su posición como puente hacia Europa”, asegura el autor peruano a Vozpópuli al ser consultado sobre el tema. “El énfasis en la identidad -cualquier identidad- debilita los lazos de una comunidad con el mundo”, asegura Roncagliolo, premio Alfaguara de Novela 2006 con Abril rojo.
En la actualidad, hay quienes como el escritor peruano Santiago Roncagliolo consideran que la voluntad independista ha desdibujado y aislado a Barcelona
Esa idea de empobrecimiento y reduccionismo cultural la comparten como diagnóstico, aunque con matices, escritores como Juan Soto Ivars. “La cultura institucional aquí está más embrutecida que empobrecida, de hecho. Mucho rollo con la historia mítica de Cataluña, mucha novela histórica basada en medias verdades...”, plantea el columnista y escritor, quien subraya lo que aunque pudiendo llegar a ser una obviedad, toca aclarar: el carácter minoritario del libro en catalán con respecto a un mercado cuya lengua natural es el castellano, algo que también explica el autor mexicano catalán Jordi Soler al ser consultado para este reportaje: “El gobierno apoya, naturalmente, la literatura en catalán; pero esta situación no tiene nada que ver con el proceso independentista”.
Acerca de la situación del mercado editorial y la forma en que las tensiones secesionistas podrían estar afectándolo, Claudio López Lamadrid, director de Literatura Random House Mondadori, ha comentado a Vozpópuli: “La industria editorial es demasiado importante para Cataluña como para descuidarla y darle la espalda. Se incentiva y se seguirá incentivando suceda lo que suceda. No conozco a ningún editor que haya decidido mudarse a Madrid por este tema”.
Premios y editoriales, también en castellano
La importancia literaria de Barcelona sigue siendo innegable, entre otras cosas porque los premios de especial prestigio y visibilidad están vinculados a la ciudad, el más importante de ellos, el Premio Planeta de Novela, el galardón literario concedido por el grupo perteneciente a la familia Lara y que se reconoce como el mejor dotado económicamente en Hispanoamérica con 601.000 euros.
A los anteriores se suma el Premio Nadal (18.000 euros), concedido también por el Grupo Planeta, y que se concede a la mejor obra inédita o el Premio Biblioteca Breve (30.000 euros), concedido por Seix Barral, con el que han sido reconocidos autores como Mario Vargas Llosa, Guillermo Cabrera Infante, Juan Marsé Carlos y Juan Benet, entre otros. Hay que mencionar, por supuesto, el prestigioso Premio Herralde de Novela, vinculado a la editorial Anagrama y por el que han pasado nombres esenciales de la literatura contemporánea escrita en español, desde Roberto Bolaño hasta Enrique Vila-Matas.
En la capital catalana se concentran desde los sellos históricos de los años sesenta –época dorada de la llamada gauche divine y los novísimos- como Anagrama o Tusquets –ambos han sido absorbidos por grupos más grandes- , hasta editoriales independientes como Blackie Books, Libros del Asterioide, Alpha Decay, Candaya o Malpaso. Sin embargo, es importante mencionar que desde hace ya más de diez años son más los sellos con influencia y visibilidad editorial que funcionan desde Madrid, disputándole a Barcelona el trono indiscutible que ostentaba antaño: DemiPage, Periférica, Nórdica, Salto de Páginas, Capitán Swing, junto a otras más reciente creación como Libros del K.O, Círculo de Tiza, pepitas de Calabaza.
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