La escritora Rosa Regas siempre se ha caracterizado por no tener pelos en la lengua, como deja ver en Una larga adolescencia, la segunda parte de sus memorias, y como también deja claro al afirmar que algunos de los grandes periódicos también la han desilusionado. "Por eso, solo leo los digitales. Es la única forma de enterarse de las cosas, porque parece que toda la información que dan los periódicos -solo hay que ver las portadas- responde a sus intereses", dijo la escritora.
"Dicen que Pujol ha desilusionado a todos los catalanes, algo que es verdad -continúa-, aunque todo el mundo sabía que, para él, el delito económico nunca existió, pero no era trigo limpio. A mí también me han desilusionado periódicos como El País, que nos había ilusionado a todos muchísimo".
"A mí también me han desilusionado periódicos como El País, que nos había ilusionado a todos muchísimo".
Rosa Regas, exdirectora de la Biblioteca Nacional y ganadora de premios literarios como el Nadal y el Planeta, comenzó a poner el espejo retrovisor sobre su vida con la publicación el pasado año de Entre el sentido común y el desvarío. Un retrato de las dos Españas en los primeros años de la República, la Guerra Civil y la posguerra a través de los ojos de una niña en el seno de una familia dividida ideológicamente.
Y ahora la escritora (Barcelona, 1933) publica Una larga adolescencia, editado por Now Books, una narración donde Regás recupera su propia vida desde 1939, recién acabada la Guerra Civil, cuando Regás volvió del exilio en París, y su abuelo la mandó junto a sus hermanos Georgina, Xavier y Oriol, al colegio de las dominicas de Hortá, fuera de Barcelona.
Con sus padres exiliados, los cuatro hermanos quedaron a su regreso a España bajo la patria potestad de su abuelo paterno. Su nuevo colegio -Regas venía de un internado en un convento religioso de monjas- y su deseo de ir a la universidad en un momento histórico en el que las mujeres solo podían estar en casa sirviendo al marido ocupan buenas páginas de este libro.
"No hay libertad sin libertad económica", asegura Regàs sobre la independencia de las mujeres.
Unos inicios en los que la escritora tuvo muy presente un lema que les había transmitido el doctor Trens, el director religioso de su colegio: "No hay libertad sin libertad económica". Después, la autora de La desgracia de ser mujer narra cómo conoció a su marido, el ambiente burgués de la Cataluña católica y su primer hijo, la familia, las primeras dificultades o los círculos de matrimonios católicos en el ambiente franquista, donde imperaba el miedo o la ley del silencio, un mundo muy diferente del que venía la escritora.
Todo un aprendizaje y un camino que termina en las tres últimas páginas del libro, donde habla del descubrimiento de Cadaqués y cuenta cómo la que fue su segunda madre, Matilde, le pregunta: "Pero tú, ¿qué quisieras hacer?, ¿qué harías si pudieras, incluso si tuvieras libertad de elegir entre lo que estás convencida de que nunca te dejarían hacer?".
"Pero tú, ¿qué quisieras hacer?. Y Regàs sin pensarlo, contestó: ir a la Universidad"
Y Regás, sin pensarlo, contestó: "Ir a la universidad". Y así hizo, porque entonces, según cuenta, descubrió que todos los impedimentos estaban en ella. "Los impedimentos reales estaban en mí, todo está en el interior de nosotros mismos. El día que se abrió la matrícula en la universidad, con las 3.000 pesetas que me había dado mi madre en el bolsillo, me puse a la cola para matricularme en el primer curso de comunes de la carrera de Filosofía y Letras, muerta de miedo, bien es verdad, pero completamente adulta por primera vez", escribe Regás.
Ensayista y colaboradora en prensa, la que fuera directora de la Biblioteca Nacional es muy crítica con los políticos y el momento que estamos viviendo."Necesitamos un cambio, tenemos que ser menos conformistas. En Cataluña, nadie protesta porque, si lo haces, te dicen que protestas contra la independencia; en Madrid parece que protestan más, recalca la autora, que dice que votará a Podemos, porque "algo tiene que moverse". "Todo lo cambió el 15-M", sostiene.
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