Son las siete de la tarde y Paula Ortiz sonríe. No podemos verla; sabemos que lo hace, porque la oímos. Al otro lado del teléfono, la voz de la cineasta aragonesa delata el semblante gozoso de los que están nominados a doce premios. Sí, doce premios. En su caso son Goya, pero hay que decir que lleva unos cuantos otros a cuestas. Apenas unas semanas atrás, en la gala de los Feroz, de las 9 nominaciones a las que optaba su película La novia, consiguió llevarse seis. Está claro porqué la oímos sonreír. Y también la magnitud del motivo que hace sonar el gesto de una de las favoritas para arrasar en los galardones que concede anualmente la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas , cuya gala se celebrará en Madrid el sábado 6 de febrero. En menos de ocho días.
El sábado 6 de febrero se celebra la gala de los Premios Goya, el galardón más importante que concede el cine español y al que La novia acude con 12 nominaciones
Tras el éxito de la película De tu ventana a la mía (2011), que le valió la nominación al Goya a Mejor Dirección Novel, Paula Ortiz (Zaragoza, 1979) se abre paso ahora con una historia basada en la tragedia Bodas de sangre de Federico García Lorca. Esta adaptación protagonizada por Inma Cuesta, Álex García, Leticia Dolera y Asier Etxeandia se estrenó el pasado 11 de diciembre. Desde entonces no ha dejado a nadie indiferente. Acaso porque Lorca no deja de retumbar, acaso porque ella embellece el eco de su tragedia.
Directora, guionista y doctora en Historia del Arte, Paula Ortiz ha conseguido con esta segunda película grandes críticas. Hablan de un sello personal; de una manera de mirar que suena… como su sonrisa. Que ella ha reinterpretado y reelaborado la clave lorquiana es algo que salta a la vista, aunque el resultado, claro, levanta algunos disgustos entre quienes la consideran demasiado estetizante. “Ha habido una tendencia en España a entender a Lorca en un tono adusto, áspero, sometido exclusivamente al prisma rural, social y realista. Esa es una de sus caras, pero tiene muchas más”, asegura Paula.
Paula Ortiz estudió Filología Hispánica en la Universidad de Zaragoza, esa ciudad en la que coincidieron –y todavía coinciden- Félix Romeo y José Antonio Labordeta, Ignacio Martínez de Pisón, Ismael Grasa y José Luis Melero…; aquella en la que las librerías ganan Premios Nacionales de Cultura y las esquinas chaflán susurran a los más jóvenes –como le ocurrió a Daniel Gascón- las novelas que habrán de escribir en el futuro. Algo ocurre en Zaragoza, sin duda. Algo que no forma parte de esta entrevista pero que sus habitantes deberían hacerse mirar… desde hace siglos, por cierto.
"Ha habido una tendencia en España a entender a Lorca en un tono adusto, áspero, sometido exclusivamente al prisma rural, social y realista"
Luego de estudiar en Barcelona y de obtener una beca de investigación en la New York University, Paula Ortiz se doctoró en la UCLA con una tesis sobre teoría de escritura de guiones cinematográficos. No en vano la escritura parece haber marcado su camino. Tras aquella primera nominación, Ortiz vuelve al ruedo de los Goya con su segunda película, casi seis meses de embarazo –espera un retoño- y la ruta muy bien marcada por doce cabezones, doce pequeñas reproducciones de bronce de la cabeza del pintor maño que da nombre a estos premios… y al resto del siglo XIX español. Es en ese momento cuando quien la escucha sonreír no para de preguntarse qué tiene el viento en Zaragoza, qué bolsa seca lo empuja. Hacia dónde va y por qué vuelve cargado de gente como ella, o los que como ella -Héroes del silencio, Eva Amaral...- poseen la capacidad de emocionar como si de un aire de familia se tratara. Pero ese es otro tema. Otro tema.
-Si de 9 nominaciones a los premios Feroz, La novia ganó 6… De cara a los Goya, de las 12 nominaciones, cuántas llevará a casa. ¿Podrá cargar con una docena de cabezones?
-No es tan fácil –risas-. Tampoco serían todos para mí.
-Bien, no todos son para usted, pero sí para La novia.
-De ocurrir tal cosa, se los llevaría un equipo de mucha gente… Eso sí, muy talentosa.
-¿Ve? Al final alguien tendrá que cargarlos.
-Todo lo que ocurra será bienvenido.
"No deberíamos tener por qué justificar la elección de Lorca. Es como preguntar a un británico: ¿por qué Shakespeare? Si Shakespeare es universal, Federico García Lorca también"
-Bromas aparte, Bodas de Sangre se estrenó en 1933 y más de 80 años después todavía escuece, emociona y sorprende. ¿Por qué? ¿Por qué elegir la tragedia más conocida de Lorca para rodar una película hoy?
-No deberíamos tener por qué justificar la elección de Lorca. Es como preguntar a un británico: ¿por qué Shakespeare? Si Shakespeare es universal, Federico García Lorca también. Su obra es una de las semillas de la cultura contemporánea española. García Lorca es un faro. Sigue iluminándonos con sus palabras y sus historias; con su mundo y su imaginación. Es cierto que Bodas de sangre es una de las tres grandes tragedias de Lorca. Ha sido llevada al teatro en muchísimas ocasiones y con distintas interpretaciones. Eso, sin embargo, ha ocurrido en menor medida con el cine. No se ha explotado suficientemente la potencialidad plástica que tiene Lorca para lo audiovisual. Creo que es importante y pertinente reconstruirla con las herramientas del cine contemporáneo.
-Una parte de la crítica le ha reprochado el ‘exceso de belleza’ de su película. Jaime Ocaña ha dicho que Lorca es fuerza y que su versión esteticista ha dulcificado en exceso la tragedia.
-A mí no me gustan las interpretaciones tajantes de Lorca. Si Lorca es un clásico es porque su libro nos ofrece mapas por dónde transitar. Yo veo a Lorca de manera muy distinta a como lo ve Ocaña. Creo que es tremendamente luminoso, físico y pasional. Y lo es precisamente en los extremos de naturaleza humana: desde la cara más hermosa hasta la más terrible. Por esa misma razón es que esas emociones pueden transitarse con estéticas de diferentes tipos. Ha habido una tendencia en España a entender a Lorca en un tono adusto, áspero, sometido exclusivamente al prisma rural, social y realista. Esa es una de sus caras pero tiene muchas más y tiene vuelos mucho más altos, por eso sigue vigente a pesar del tiempo.
-Bueno, piense que si ni siquiera hay un acuerdo sobre sus propios restos; ya me dirá sobre la obra.
-Pero, más allá de eso, no estoy de acuerdo con esas interpretaciones tajantes.
-¿A qué se refiere?
-Los que venimos ahora, las nuevas generaciones, tenemos permiso de reinterpretar a Lorca y jugar con los imaginarios y las preguntas que siguen vivas en su obra. Por eso no creo que exista una sola estética o un solo camino para Lorca. En nombre de la belleza tenemos que buscar otros caminos. Es necesario que hagamos todas las Bodas de sangre posibles, y todas las Yerma posibles, todas las Casa de Bernarda Alba posibles…
"Los que venimos ahora, las nuevas generaciones, tenemos permiso de reinterpretar a Lorca y jugar con los imaginarios y las preguntas que siguen vivas en su obra"
- Bodas de sangre es una tragedia en verso. Sin embargo, el propio Lorca sigue siendo una tragedia.
-Porque vivió un momento tremendamente contradictorio. La tragedia no sólo proviene del factum, del destino trágico del dolor y de la muerte. La propia vida de Lorca lo demuestra. Él lanzó todas aquellas preguntas sobre el dolor cotidiano a través de sus obras de teatro. Era un tiempo de crisis que él atrapó con las raíces de su escritura. Si lo hizo, fue para pensar subversivamente aquello que se vivía en esos años. Por eso es tan necesario y vigente a la vez.
-No hay nada más pantanoso y a veces estéril que las etiquetas de género, pero hay que tocar el tema. ¿Cree que se han derribado obstáculos para que las mujeres sean más visibles como guionistas, realizadoras o productoras de historias?
-Tocar el tema siempre implica el riesgo de caer en etiquetas desgastantes que nos reducen a una cuestión de grupo o de género. Sin embargo, hay estadísticas que demuestran que la industria todavía es reticente a las mujeres. Eso y a pesar de que no sólo mi generación sino una justamente anterior, abrió y lideró unos cambios importantes. Mujeres como Pilar Miró o Josefina Molina fueron pioneras, tuvieron que abrir una brecha en condiciones muy duras y muy machistas.
-¿Y a su generación cómo le fue en ese proceso?
-Hay que reconocer que las cineastas de mi generación hemos tenido una casi total igualdad de oportunidades en la preparación y formación como cineastas. Nunca he sentido que mis guiones sean leídos con desventaja con respecto a los proyectos de mis compañeros. Pero la discriminación que no ocurre en la formación, se expresa en el hecho de que la industria se resiste a entregar esos puestos a mujeres. Pasa como en tantas otras áreas empresariales: siguen sin existir directoras de fotografía nominadas a un Goya. Nunca ha ocurrido y sigue sin ocurrir.
-¿Pero hay o no mujeres que se dediquen, por ejemplo a montaje, producción?
-Hay muchas, pero hay pocas contratadas como guionistas, montadoras, productoras o realizadoras. Los datos muestran que sí hay mujeres preparadas y que el cine hecho por mujeres da resultados positivos en festivales, premios y taquillas. Aún así, las grandes corporaciones no dan a mujeres grandes proyectos. ¿Por qué una mujer no puede dirigir la próxima entrega de la saga de Star Wars? Se da por hecho que tienen que hacer un cine pequeñito, intimista. Para mí esa es una de las grandes reivindicaciones.
"Es necesario que hagamos todas las Bodas de sangre posibles, y todas las Yerma posibles, todas las Casa de Bernarda Alba posibles…"
-Reivindicar, un verbo que comienza a generar un cierto hartazgo en los Goya ¿Cree que la gala debería despolitizarse?
-Es complicado. El hecho de que el discurso artístico y político se entremezcle viene dado por las circunstancias. Vivimos tiempos muy confusos, de cambio y en los que ambos asuntos se mezclan. Porque deben. Las historias que contamos son el reflejo de la sociedad en la que vivimos. El imaginario y los conflictos que se presentan en el cine reflejan quiénes somos y en qué momento estamos. La politilización no es una elección, pero es obvio que el discurso artístico como motor de una conciencia colectiva no puede desligarse.
-Sin embargo, hay un cierto menosprecio en el común de la gente hacia quienes hacen cine o se dedican a la cultura.
-Como si lo que hiciéramos no fuera parte de una identidad… Todo cuanto hacemos forma parte de lo que somos y de lo que queremos ser.
-Tiene apenas 37 años. Ésta es su segunda película y ya la nominan a mejor directora. Con su opera prima optó a la mejor dirección novel. Y además nació en Aragón. Dígame una cosa, ¿qué pasa en Zaragoza? ¿Es el viento? ¿Lo que bebéis? ¿Las esquinas chaflán?
-¡Qué bueno que lo note!
-Pero si de ahí vienen -y desde hace siglos aunque ahora con más fuerza-, los libreros más activos, los periodistas con una visión más amplia, los escritores con más riesgo…
-Zaragoza es una ciudad sin grandes excesos. Decía Labordeta que somos de una tierra fría, dura y salvaje… y que "de esta tierra dura y salvaje, haremos un paisaje". Y no es fácil. Hay algo de convencimiento y compromiso en los últimos tiempos y que ha tenido una expresión en la literatura, la música, el cine. Algo que se mueve. Zaragoza es un lugar que está muy vivo.
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