Así como Bruno Ganz y Otto Sander no pueden cambiar nada en la vida de los hombres que cruzan las calles de Berlín, Wim Wenders tampoco puede reconfortar a los que sufren. Sí consigue, en cambio, retratar… husmear la vida que queda entre las ruinas. Porque quien mira cicatriza. Eso ha hecho el cineasta en las fotografías que realizó en la zona cero de Nueva York tras los atentados del 11S y las del desastre nuclear de Fukushima, las cuales se exponen por primera vez en España.
El cineasta alemán, director de Las alas del deseo y París, Texas, presenta en España 16 fotografías: cinco de la zona cero, tres de Fukushima y ocho de paisajes desiertos de diferentes países a los que ha viajado. En ellas solo pretende ser "sincero y franco". La exposición, que lleva por título Wim Wenders Photographs, está organizada por la Fundación Sorigué y recoge también fotografías panorámicas de paisajes estériles sin presencia humana tomadas por el cineasta durante los 20 últimos años y con las que el director alemán ofrece su visión de un mundo "en constante cambio".
Con estas fotos, Wenders ha pretendido "ser fiel" a las cosas que ha visto, dejar "que los espacios hablen" y reflejar que "incluso en el infierno existe belleza". Se trata de imágenes tomadas con cámaras analógicas, sin retoques ni procesos digitales, con las que el cineasta pretende únicamente mostrar la realidad de lo que ve en sus viajes. "Soy un fotógrafo de la vieja escuela, no hay nada retocado en mis fotos. Sé que es anacrónico, pero en mis fotos se ve lo que vi yo, con el fin de que las personas que las vean queden tan impresionadas como yo. Mi función como fotógrafo es esa, ser un intérprete de las voces y lugares del planeta", ha explicado.
Para Wenders, no añadir nada a sus imágenes forma parte de lo que él considera "la ética de la fotografía". "Cuando hago cine sí que uso tecnología digital e incluso he rodado en 3D y está muy bien poder hacer trampas y retocar la realidad. Pero como fotógrafo no tengo intención de añadir nada a lo que veo. Solo quiero ser fiel a los lugares a los que voy y transmitir las historias que me cuentan", dijo.
Instantáneas del desastre
Los lugares que visita le dijeron cosas. Por ejemplo, en la zona cero de Nueva York, a la que logró acceder colándose como ayudante del fotógrafo oficial de la catástrofe, amigo suyo. Wenders consiguió entrar en el vigilado recinto con una gran cámara panorámica y fotografiar los restos de la catástrofe: "Ese lugar tenía algo especial. Sentí que intentaba trasladarnos un mensaje de curación, de que no quería más sangre y de que algo así no tenía que volver a pasar. Que eso nos tenía que llevar a algo mayor, a dar una oportunidad a la paz", ha señalado.
También el hecho de no querer romper ese diálogo con los lugares que visita es una de las razones por las que Wenders no usa cámaras digitales. "Para mí es un sacrilegio ir viendo en la pantalla como quedan las fotos que he tomado. No quiero ir viendo el resultado final porque no busco un producto. En el caso de Fukushima, por ejemplo, no vi el resultado hasta un mes después de haberlas tomado", detalla el cineasta, que descubrió entonces que las imágenes, a causa de la radiación, estaban veladas.
La belleza tiene que ver con la fidelidad
Así pues, según el mensaje del artista, en las 16 obras que se muestran en la exposición -cinco de la zona cero, tres de Fukushima y ocho de paisajes desiertos de diferentes países a los que ha viajado- solo pretende ser "sincero y franco", más que conseguir fotos bellas. "Para mí, la belleza tiene que ver con la fidelidad. En mis películas he llegado a eliminar secuencias por considerar que al ser demasiado bonitas interferían en la historia que quiero contar. También lo he hecho con mis fotografías: si la belleza supera la realidad, elimino esa imagen", ha asegurado. Pese a ello, es casi imposible no considerar bellas las fotografías que tomó, por ejemplo, en diferentes parajes deshabitados de Australia.
"Nunca había visto un continente tan vetusto. En mis fotos se pueden ver pequeños rastros de la raza humana, pero se trata de paisajes que tienen miles de años, que estaban antes de la llegada del hombre y que seguirán estando ahí después. Da una perspectiva extraña de las cosas estar en un lugar tan vetusto", ha explicado. La muestra invita al espectador a una reflexión sobre la construcción y el renacimiento que surge tras la destrucción y desolación plasmada en el trabajo fotográfico de Wim Wenders. Se podrá visitar en Lleida hasta el próximo 30 de marzo.
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