Este miércoles se celebra el Día del Libro, también Sant Jordi, dos citas que celebran la lectura. La pregunta es: ¿está el sector para fiestas? A juzgar por los números, rojísimos, sí. Los libreros no tienen opción: o venden o venden. Cada día se compran menos libros –la facturación de los libreros ha caído un 26% desde 2011- y cada vez son más los establecimientos que cierran sus puertas. En España, hasta el 2013 469 librerías cerraron sus puertas.
Con motivo de estas dos celebraciones, los libreros catalanes esperan vender 1,4 millones de libros que les permitan facturar 18,4 millones de euros, una cifra con la que se esperaría el inicio de una recuperación del mercado. Mientras eso ocurre, en Madrid más de 200 librerías ofrecen un 10% de descuento. Y si la gente no asiste a las librerías, las librerías irán hasta ella. En la plaza de Callao, desde las 11 de la mañana del 23 de abril y hasta las 10 de la noche, se instalarán un total de 21 librerías madrileñas para poner a disposición de los lectores una cuidada selección de títulos.
Fanfarria, jolgorio y Premio Cervantes a un lado –el libro merece cualquier agasajo, pero también una revisión a fondo-. El mercado editorial luce enrarecido y la fina cadena de los libreros hace equilibrismo. Pero… ¿de quién es la culpa? ¿De Amazon? ¿De la crisis? ¿Del dinero que no llega? ¿De los libreros que no se adaptan? ¿De la red del precio fijo?
No hay una respuesta única, tampoco una que excluya a la otra. Sin embargo, y antes de avanzar, habría que poner orden en el desconcierto en los números. Circulan en los medios cifras inexactas de cuántas librerías hay en España. Algunos hablan de 3.500; otros de 4.600. ¿Dónde está la cantidad real entre unas y otras? ¿Todo establecimiento que vende libros puede considerarse una librería? ¿Hay más librerías hoy que hace diez años? ¿Que sean más significa que la demanda sea mayor? No necesariamente.
Los libreros catalanes esperan facturar 18,4 millones de euros. En Madrid más de 200 librerías ofrecen un 10% de descuento.
Más librerías, pero… ¿de qué tipo?
Según el Barómetro de Lectura presentado por la Federación del Gremio de Editores de España en febrero de 2013, el porcentaje de lectores de libros alcanza ya el 63% de la población, 2,6 puntos más que en 2011 aunque todavía por debajo de la media europea, que se ubica en el 70%. Aunque hay más lectores, hay menos ventas. Según los editores, el mercado doméstico se ha contraído un 20% en los tres últimos años. Las ventas de libros en las librerías independientes también decrecen. Durante el segundo cuatrimestre de 2013, alcanzaron los 11.645.592€, un 23% menos con respecto al mismo periodo en 2011.
Comparadas con las de otros países, las pérdidas resultan especialmente altas. La venta de libros impresos en Francia cayó un 1,5% en 2012. Se trata del tercer año consecutivo de caída, algo que no había ocurrido en los últimos 20 años. En total, los números han bajado un 3,2% desde 2009, casi 20 puntos menos que en España. Es cierto: 65,7 millones. Sin embargo, ¿veinte puntos?
Toca entonces echar un vistazo al comercio. Según el mapa publicado por la Confederación Española de Gremios y Asociaciones de Libreros, que reúne a 1.600 librerías en todo el país, en España existen en la actualidad 5.898 establecimientos que expenden libros, de esos 5.441 están registrados como librerías. A ese número hay que restar las 469 que han cerrado sus puertas, así como aquellas que no cumplen los criterios específicos para ser consideradas como tales (no es lo mismo una papelería que una librería). La cifra resultante arroja un total de 4.336 librerías identificadas. El mapa realizado por Cegal busca -además de actualizar- corregir los criterios. Si se compara con el primer censo realizado los números crecen. En 1999, existían 3795 librerías. ¿Realmente hay más o quiere decir esto que hay más ahora contabilizadas? Si se examinan los datos por año, 1.255 librerías –un 28,9%- abrieron sus puertas entre 1980 y 1999. Las más jóvenes –que iniciaron su actividad en el año 2000- alcanzan en cambio el 15%.
La venta de libros impresos en Francia cayó un 3,2% desde 2009, casi 20 puntos menos que en España.
Existen algunos datos curiosos, por ejemplo: la comunidad autónoma que más librerías tiene es Andalucía, con un total de 603 para 8.449.985 habitantes, seguida por Cataluña con 601 y Madrid con 517. Sin embargo, al contrastar esos datos con otros, Andalucía cae. Ocupa el número 14 en índice de lectura con 55% -frente al 71,3% de Madrid- y el tercer puesto en ventas de libros, por detrás de Cataluña y la Comunidad de Madrid, según el Barómetro de ventas de las librerías de Cegal.
Como apunta Jorge Carrión en su ensayo Librerías (Anagrama, 2013), en los últimos años se ha consolidado un modelo que apuesta no sólo por la oferta del fondo editorial, sino también por la idea de la librería como lugar de encuentro. Con algunas irregularidades en su selección y dotación, dependiendo del caso, muchos han optado por esa fórmula: desde la pionera La buena vida, pasando por Tipos Infames hasta La Central de Callao.
Quizás los dos últimos sean los casos más vistosos. Tipos infames, ubicada en el número 3 de la madrileña calle San Joaquín, es casi una santísima Trinidad. Sus libreros Alfonso Tordesillas, Gonzalo Queipo y Francisco Llorca, no pasan de 30 años. En medio de “una partida de billar” decidieron crear un lugar que tuviera todas las condiciones para perderse en él. Y lo consiguieron. Abierta en 2010, en pleno corazón de Malasaña, Tipos infames, una librería especializada en narrativa independiente, ofrece una cuidada selección de libros, autores y sellos, pero también un espacio diáfano que se completa con una cafetería, una enoteca y una sala de exposiciones.
Desde el año 2000, en España las librerías han aumentado un 15%. La Comunidad con más librerías en Andalucía.
Los tres están formados en historia del arte y han trabajado anteriormente como libreros, de ahí que tengan el olfato entrenado. “Una librería se define por lo que tiene pero también por lo que no tiene”, explica Gonzalo Queipo. Bautizados con un nombre que salió de una exposición sobre Rimbaud y Verlaine en La Casa Encendida, The Economist se refirió a ellos como un ejemplo del tipo de emprendedor que España necesita. Elogios aparte, ellos sólo creen en la idea de la lectura como disfrute, aunque no hay día de la semana en que no estén los tres “currando”. El suyo es sin duda un disfrute jornalero.
En un modelo distinto, destaca La Central de Callao. Ubicada en el centro de Madrid, nació hace poco más de un año bajo la alianza de dos socios muy potentes: los dueños de la Central de Barcelona, creada en 1995 por Antonio Ramírez, Marta Ramoneda y María Isabel Guirao, y la mítica librería italiana Feltrinelli, abierta en 1955, y perteneciente a la casa editorial socia de Anagrama. Alojada en un palacete reformado de tres planteas, posee más de 1.200 metros cuadrados con 70.000 libros, además de un restaurante y coctelería. En sus anaqueles se pueden conseguir desde ediciones propias, pasando por rarezas en narrativa, hasta magníficos títulos en filosofía, ciencias sociales y hasta poesía -un género casi invisible-, junto a toneladas de souvenirs, libretas y objetos asociados a la lectura. “Hay un cambio fundamental que algunas librerías no han entendido. En la librería, el cliente debe sentirse en una segunda casa, en un lugar al que puede venir, tomarse un café, hablar, comprar un libro”, dice Jesús Casals, quien con apenas 28 años trabaja como librero.
Como estas, hay muchas más: La Fugitiva, La Marabunta, Sandwich Mixto; El dinosaurio todavía estaba allí, La Infinito, El Molar, La ciudad Invisible, Italiana Madrid, Ocho y Medio en Madrid; La Clandestina, en Cádiz; Laie, Artemisia, Rodko, Nostromo Café o Lletraferit en Barcelona; Top Books en Bilbao; Kosmos en Córdoba; La Puerta de Tannhauser en Plasencia; Libraida en Pontevedra o el Café botánico en Zaragoza. Todas tienen en común un elemento adicional que las diferencia de sus predecesoras. Según Txetxu Barandian, consultor dentro del sector editorial, estas librerías no tienden a asociarse. Su espíritu –acaso más liberal- está al margen de la estructura gremial que tiene en Cegal su ejemplo más claro.
Las librerías que vimos desaparecer
Catalònia no es la única que se vio obligada a echar el cierre, pero sí acaso, aquella con la historia más dolorosa. En ella solían reunirse en la década de los cincuenta personajes como Josep Pla, Just Cabot o Francesc Cambó. Otros emblemas del mundo del libro han echado el cierre en los últimos años: las catalanas Áncora y Delfín y la Librería General de Arte Martínez Pérez, en 2012, y de Ona, en 2010; también la madrileña librería Rumor, en Chamartín, que cerró en otoño de 2012 tras llevar abierta desde 1975. La biblioqueta y Tragaluz también cerraron sus puertas, mientras otras, como la catalana Robafaves se encuentran amenazadas.
Sin embargo, no sólo en Cataluña y Madrid se ha visto el cierre de librerías señeras, en Valladolid ha desaparecido la librería Renacimiento, en la calle Mateos Gago, en el barrio de Santa Cruz; la librería Pau, en la calle de El Bachiller de Valencia; la clásica librería bilbaína Villar, en Gran Vía; Rayuela, en Valladolid; Gali y González en Santiago de Compostela y la Michelena, librería decana en Pontevedra.
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