Es un ensayo político, una reflexión sobre el comportamiento de las sociedades actuales, pero levantado sobre el mundo animal. Carrero Blanco volando por los aires. La muerte de Lincoln, el asesinato del archiduque de Austria, el linchamiento de Musolini. Todo cuanto el hombre ha hecho a lo largo de la historia, ya lo habían probado primero sus parientes primates, incluyendo conspirar. Los chimpancés, al igual que los humanos, dice Pablo Herreros, “son capaces de conspirar para acabar con personajes destacados del grupo”. Esa es una de las muchas tesis que sostiene el sociólogo y antropólogo en Yo, mono (destino, 2014), un libro que intenta explicar el comportamiento humano actual a partir de la observación del comportamiento de chimpancés.
Para hacerse con el poder en una manada, los chimpancés dependen del número de hijos, también de la edad y del apoyo con el que cuente o el reconocimiento de poder con el que sean distinguidos. Sin embargo, muchos machos alfa han conseguido hacerse con el poder burlando algunos de esos factores, acaso amasando y tejiendo alianzas con otros individuos. Un comportamiento de negociación y persuasión tan familiar como el que se pone en marcha en el quehacer político. Incluso, Herreros identifica conductas como el engaño.
Prologado por Eduard Punset, Yo, mono parte de la lectura de Charles Darwin para descifrar muchos comportamientos humanos. Llega incluso a asociar en distintas especies de simios prototipos de comportamiento. Por ejemplo, el bonono, también llamado chimpancé, pigmeo muchas veces usa a un desconocido como aliado, con la intención de “reducir tensión y sacar provecho”, dice Herreros. Son “expertos en la resolución de problemas. A través del contacto sexual finiquitan cualquier disputa en cuestión de segundos”, escribe Herreros en su capítulo Primates en el parlamento. Allí afirma que esta especie es la única del reino animal que practica el sexo sin estricta intención reproductiva y que emplea la postura del misionero, es decir, es el único animal –distinto del hombre- que mira a los ojos cuando copula.
Es un ensayo político, una reflexión sobre el comportamiento de las sociedades actuales, pero levantado sobre el mundo animal.
Herreros consigue monos artistas, deportistas, ejecutivos y hasta brókers. Todo comportamiento grupal tiene un referente previo en los grupos de chimpacés. La importancia de las jerarquías y los sistemas de poder –una reflexión implícita sobre la democracia- pero también la idea del liderazgo como un atributo grupal que puede ejercerse en el mundo animal de formas muy similares, por no decir idénticas, a las de las sociedades humanas: machos alfa en Wall Street, en el Ibex 35, monos a la sombra que detenta el poder en parlamentos y consejos administrativos. Interesante descripción la que hace Herreros del ritual de las reuniones o las reacciones grupales e individuales de los chimpancés ante un jefe tirano.
Reflexiona, entre muchos otros temas, sobre la violencia, incluso sobre aquella que infringen los machos alfa contra las hembras de un grupo. “Las hembras también ejercen el poder y poseen una llave para evitar la violencia dentro del grupo. Entre los chimpancés, algunos machos puede llegar a ser muy agresivos con las hembras (…) Para contrarrestar esta amenaza, las hembras suelen aliarse entre sí y formar una coalición en contra de los agresivos. A veces pueden llegar a desactivarlos socialmente”.
Herreros consigue monos artistas, deportistas, ejecutivos y hasta brókers. Todo comportamiento grupal tiene un referente previo en los grupos de chimpacés.
Incluso, Herreros echa por tierra la teoría de que la homosexualidad no es un “comportamiento natural” en lugar de una “desventaja evolutiva”. Refiere el sociólogo grupos en los que el 32% de las parejas la componen dos hembras. “El bonono, tan cercano al humano como el chimpancé, es el gran simio con mayores tasas de homosexualidad en sus sociedades, tanto masculina como femenina. Ambos sexos se dan besos con lengua, se masturban mutuamente y frotan sus genitales”, escribe el sociólogo.
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