Cultura

Alberto Olmos: "El cuento es un género menor. Hasta un bachiller está capacitado para escribir uno”

Crítico polémico y novelista con una larga obra que comenzó hace una década, el autor de 'Alabanza' y 'Ejército enemigo' se apunta a la fe del converso y publica su primer volumen de cuentos, género del que ha renegado siempre.

No hay una sola pregunta que él no responda con otra. Y no sabe quien lo escucha si Alberto Olmos lo hace porque encaja mal algunas de ellas o porque no está dispuesto a que lo pillen en un renuncio. Las cosas van más por la segunda opción. Crítico polémico y novelista con una obra larga -valga decir que fue finalista del Anagrama que ganó Roberto Bolaño-, el autor de Alabanza y Ejército enemigo se apunta a la fe del converso. Él, que renegó del cuento por considerarlo un género menor, se ha estrenado con Guardar las formas (Literatura Random House), una recopilación de doce relatos.

Tras renegar del cuento por considerarlo un género menor, Olmos se estrena con Guardar las formas (Literatura Random House), una recopilación de doce relatos

"Una cosa es el cuento como género y otra la práctica del cuento... Como práctica, el cuento es un género menor". A Olmos, que le parece que cualquier bachiller está relativamente capacitado para encadenar los hechos que compondrían un relato básico, le parecía sin embargo un reto aquel genero plebeyo. "Pensé: estoy obligado a hacer buenos cuentos, porque yo mismo dije que hacerlo era muy fácil”, descerraja a las once y media de una mañana a punto de terminar. “No es fácil escribir una novela, escribir un cuento es posible incluso para cualquier bachiller”. Tiro de gracia con sujeto, verbo y predicado. Es el estilo Alberto Olmos. Nunca le ha hecho ascos a la polémica, ¿por qué tendría que ser diferente ahora?

Tras tocar temas que iban de lo urbano y cosmopolita -Trenes hacia Tokyo (Lengua de Trapo)- pasando por lo femenino –El Estatus (Lengua de Trapo)- hasta la crucifixión del 15M –Ejército enemigo (Literatura Random House)- o el fin de la literatura en Alabanza (Literatura Random House), Alberto Olmos se embarca ahora en este libro. Doce historias y doce formas distintas de contarlas: un hombre que se queda encerrado en una casa; una mujer que ve doble las botellas; una inmigrante que recibe en su teléfono móvil un mensaje de voz con tres horas de silencio; un anciano moribundo que quema todos sus libros; una carta que una niña leerá cuando sea adulta... Él lo llama un catálogo progre. Pues bien, que sus palabras sean la medida.

Olmos, que sigue pensando lo mismo -que en España hay poca y mala crítica-, habla de un mundillo -así se refiere él a la capilla literaria- que conoce bastante bien. Acaso como juez y parte. Como crítico y autor, dos territorios en los que siempre consigue levantar una costra. "Si nadie es intocable, podemos criticar. En España, desde hace 20 años, estamos lobotomizados por Prisa, por El País", dice. Le da igual decir lo que piensa. "Igual nunca me entrevistan". 

-Sebastián, el protagonista de su anterior novela, despreciaba el relato. ¿Qué le llevó, después de una novela tan ambiciosa como aquella, a escribir y publicar cuentos?

-El motivo de los cuentos es precisamente Alabanza. Fuera o no mi mejor novela, era lo suficientemente extensa y ambiciosa como para cansarte. ¿Qué iba a hacer? ¿Escribir otra que probablemente no sería mejor que esa? He dicho antes en mi blog que el género del cuento es una práctica menor, poco ambiciosa. El hecho de que tuviera poca estima por el cuento como género me pareció el reto absoluto. Pensé: estoy obligado a hacer buenos cuentos, porque yo mismo dije que hacerlo era muy fácil.

-Y se dio cuenta de que no era así. 

-No es fácil escribir una novela, pero en el sentido literal escribir un cuento es posible incluso para cualquier bachiller.

"Decir que hasta un bachiller puede escribir cuentos no es demasiado escandaloso para lo que tengo costumbre"

-La frase que me acaba de dar es un titular perfecto, pero que no le ayudará a ganar amigos precisamente. ¿Quiere matizarla?

-No es un titular demasiado escandaloso para lo que tengo costumbre. La gente se escandaliza si digo: ‘se vende muy poco’, para mí vender poco en un un mercado donde se colocan 500 ejemplares, que no los 100.000 que vende un bestseller. Esto es lo mismo. Cualquiera puede escribir cinco folios seguidos con alguna coherencia. En la mayoría de los casos malos, pero escritos quedan. El filtro de acceso es la voluntad. Hay menos novelistas malos que cuentistas malos, porque es mucho más fácil escribir cuentos. Para una novela tienes que estar años y meses. Y no hablemos ya de poesía, por eso hoy día cualquier bobo es poeta.

-Deduzco que no ha mejorado su opinión sobre el cuento como género.

-Una cosa es el cuento como género y otra la práctica del cuento. Como práctica, el cuento es un género menor. Cuando lees a Eloy Tizón o Hipólito Navarro reconoces que hay una pasión por cuento, pero hay otras en las que puede verse un anhelo de ser escritor y entrar por el camino fácil. Los cuentos se escriben con cierta facilidad. El cuento es escaso de ambición, por eso la mayoría de los libros de cuentos no valen la pena. Yo aquí estoy intentado hacer algo distinto.

-¿Pero cambió o no cambió su percepción?

-Probablemente yo he cambiado sobre la idea de escribir cuentos en un futuro. He disfrutado mucho escribiendo los cuentos que salen bien, porque dejan una sensación gratificante.

"Hay menos novelistas malos que cuentistas malos, porque es mucho más fácil escribir cuentos malos"

-El libro está dividido en dos partes e incluye 12 relatos, como un díptico, pero todos comparten algo esperpéntico, tenebroso: el hombre encerrado, la carta a la niña…

-¿Tenebroso?

-Hay miedo, maldad, enajenación, violencia… Todo conduce a la idea de algo que está por acabar mal.

-Yo no lo vería así. Quería que cada cuento fuese distinto del otro, con estilos distintos. Quizá algunos temas o sensaciones se repiten, pero hay deferencias. Unos pueden ser tenebrosos pero hay otros que son muy emocionales y hasta cursis, como el de la carta a la niña que citabas antes.

-¿Cursi? Es aterrador, genera ansiedad. Pero, a lo que vamos, los finales en su gran mayoría son abiertos. ¿Fue una decisión literaria o falta de pericia?

-¿Te parece? A mí no me parece, al contrario.

-Son así. Casi todos son finales abiertos…

-Pero en ese caso, el que un final sea abierto no es un mal cierre en sí mismo. Con este libro, incluyendo los que descarté, he escrito más libros que los que suman mis novelas. El reto era así. Un escritor como yo, con una obra de cierta solvencia, que empieza en el cuento y decide experimentar. En muchas ocasiones me pareció que sería más llamativo un cuento emocionante que otro lleno de recursos.

"Hay cuentos escritos a la americana, secos, sin estilo y con conflicto personal o a la sudamericana: fantasiosos, con una prosa simpática"

-En nombre del cuento se han perpetrado miles de sacrilegios. Carver o Cortázar como una viruela en el estilo de los principiantes. Sin embargo, los verdaderos buenos escritores han hecho de libros de cuento pequeñas y magníficas novelas, pienso en Juan Bonilla (Tanta gente sola, Una manada de Ñus, El que apaga la luz)

-Ya pero es como las novelas de Agustín Fernández Mallo o Menéndez Salmón, que tienen partes muy diferenciadas, en épocas distintas y con saltos. Pero nadie dice nada. Haces lo mismo con un libro de cuentos y habrá quienes digan: son muy variados, les falta unidad. Hay quienes repiten personajes en varios relatos o los mueven de uno a otro. Como gracia  es algo puntual. En el caso de Guardar las formas son historias distintas, no tienen por qué tener el mismo tenor. Sobre lo que dices de Carver... está muy presente en el sustrato de la literatura española. Hay cuentos escritos a la americana, secos, sin estilo y con conflicto personal o a la sudamericana: fantasiosos, con una prosa simpática. Si Alabanza pudo tener en algún momento el estilo Javier Marías (hay autores que tengo en la mente conscientemente al escribir),  en estos cuentos no quería hacer  El llano en llamas o un Salinger. Yo mismo no sé a qué cuentista se me parecen muchos de estos cuentos.

-Sus relatos están llenos de decisiones arbitrarias, incluso de un cierto empleo de recursos canónicos…

-Después de escribir este libro, pienso que un cuento tiene algunos rasgos. Debe tener entre cinco o seis mil palabras. Si es un cuento, no puede ser largo...

-Según ese razonamiento, para usted Lorrie Moore no escribe cuentos

-¿Lorrie Moore, la de Pájaros de América? Pero esos cuentos no son largos. Igual no me gustó nada ese libro. También es cierto que casi todos los cuentos en Estados Unidos tienen al menos 40 páginas, pero a mí me gusta el cuento en el sentido de extensión latinoamericana, de 5 a 12 páginas. Cuando es largo, el cuento gana por puntos, cuando en realidad tiene que ganar por K.O. Además, tiene que ser redondo, perfecto, ir de algo. El relato del verano en Gandía en que mi abuela murió o la evocación familiar a  la que le llamas cuento porque tiene 10 páginas no son cuentos.

"El relato del verano en Gandía en que mi abuela murió o la evocación familiar a que le llamas cuento porque tiene 10 páginas... Eso no son cuentos"

-Guardar las formas, en ese caso, aludirá a su interés por la técnica, las formas literarias...

-Me gustaba la idea de un título en infinitivo. Cuando lo presenté al concurso Ribera del Duero de cuentos tenía otro título que aludía más al libro como un catálogo experimental, pero era dejárselo muy fácil al lector.

-¿Qué le hace pensar que este es un libro experimental?

-Guardar las formas es experimental y social. Los doce cuentos son distintos: en uno no pasa nada; otro es una carta; en otro el sujeto va cambiando del yo al tú, él, nosotros…; hay cuentos de terror; cuentos de hombres pero también de mujeres. No fui tan radical porque me di cuenta que transmitir emociones era más importante. Incluso me dije a mí mismo: tengo un catálogo progre. Tengo al niño con problemas, al inmigrante que nadie llama, al jubilado. Creo que es un libro bastante social. Casi ningún cuento va sobre mí mismo.

-No hay un solo cuento protagonizado por un escritor, por cierto.

-No suele interesarme eso. En Alabanza no me vi con más imaginación para poner otro personaje que no fuera escritor, pero es que me parece insufrible... Volviendo a lo que intentaba decir, lo que tenía en mente al escribir cuento. Además de la extensión, un cuento debe partir de una idea estimulante. Deben ser cerebrales, incluso como los de Poe, con una estructura muy pensada. Razonar porqué los personajes; quién es el narrador, por qué narrar en esta persona o aquella. Así es como lo hago.

"Tengo un catálogo progre. Tengo al niño con problemas, al inmigrante que nadie llama, al jubilado…"

-Ya tiene un tiempo como escritor y crítico, de los cañeros además. ¿Se ha descubierto desdiciéndose en un libro de aquello que criticó en una columna o en un post?

-¿Me has descubierto desdiciéndome de algo en este libro?

-Se lo pregunto. Nadie está a salvo, literariamente, de incurrir en algo que criticó. Mire, sin ir más lejos: el cuento como género al que despreciaba, le parece ahora gratificante.

-Si critico algo es porque procuro no incurrir en ello. No me gustaría haber hecho un libro de cuentos que es una mezcla del relato del verano para un periódico, el que escribí hace tantos meses, y el del año tal. Me parece un poco cutre. Yo no lo haría. Aunque hay gente a la que le funciona. Los libros de mi querido amigo Patricio Pron no le quedan mal haciendo eso.

-El punto es que es usted juez y parte. Escritor y crítico...

-En Estados Unidos muchos escritores hacen reseña y crítica de libros y no choca tanto.

-Bueno, en su caso suele ir un poco más allá. Parece ensañarse contra aquel que a su juicio maltrata o desmerece un género. Se lo toma como algo personal.

-Sí, en ese aspecto sí. La mayoría de las veces, el resto del mundo es más listo que yo en ese sentido. Si A presenta el libro de B, luego, en un bar, cuando ya no está B, A dice que su libro es una mierda. Yo jamás podría escribir que un libro es bueno para llevarme bien con alguien.

-Bueno, repartir batazos también es una forma de relaciones públicas.

-Pero es que yo no digo: voy a escribir mal de Antonio Muñoz Molina para que todo el mundo hable de eso. Esa honradez tan simplota... no sé por qué escandaliza. Si nadie es intocable, podemos criticar. En España, desde hace 20 años, estamos lobotomizados por Prisa, por El País.

-Le advierto que eso también apesta a titular… se lo digo con honestidad.

-Da igual, si nunca quieren entrevistarme.

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