Se cumplen 25 años de la muerte de Salvador Dalí. No puede resultar más propicia la ocasión para recordar este rocambolesco episodio –porque ocurrió-. Dalí murió el 23 de enero de 1989, dos días después fue enterrado en la cripta de Figueres, junto a su teatro-museo. El 9 de febrero de ese mismo año, apareció publicado en varios periódicos un manifiesto en el que se exigía que fuese respetada la última voluntad del pintor, quien quería ser enterrado junto a su mujer, Gala, en el Castillo de Púbol, en Girona. El periodista M. R. Tornadijo cuenta ahora lo ocurrido aquellos años en la novela Dalí corpore bis sepulto.
En las páginas de este libro narra Tornadijo el plan diseñado por un grupo de ciudadanos –entre los que estaba incluido él- para secuestrar el cadáver del artista ampurdanés y enterrarlo junto a su musa. La primera reunión de los captores se celebró en el Café Zúrich de Barcelona. Allí se pusieron manos a la obra no sin antes invocar las palabras del manifiesto publicado unos días atrás: "En favor de la dignidad humana y del romanticismo, lanzo públicamente una campaña contra la decisión de Figueres de enterrar a Dalí lejos de Gala, sin prueba testimonial alguna", decía el texto.
Todo lo concerniente a la muerte de Dalí había levantado polémica: desde el testamento hasta la sepultura. Y hubo quienes, como el entonces alcalde de Figueres, Marià Lorca, aseguraron que la decisión había sido la correcta. El mismo Lorca llegó a asegurar que Salvador Dalí le había manifestado en privado -pero sin testigos- que deseaba ser enterrado en el teatro-museo. Marirà Lorca hizo lo propio y allí recbió sepultura Dalí. Pero esa no era, ni mucho menos, la versión que conocían Tornadijo y el Círculo de Zurich.
Los de Zurich no eran los únicos en defender esta idea. Arturo Caminada, criado de Dalí durante 42 años; su sobrino Gonzalo Serraclara; su secretario Robert Descharnes -quien tenía pésimas relaciones con la Fundación Gala Salvador-Dalí-, el alcalde de Púbol Benjamín Artigas e incluso el historiador Ian Gibson apoyaban la tesis de que Dalí deseaba ser enterrado en el Castillo de Púbol, que él mismo había comprado en 1969 y en el que había mandado a construir dos criptas: una para él y otra para Gala. Ambas estaban conectadas entre sí a través de un pequeño agujero para que pudiesen darse la mano eternamente.
En Dalí corpore bis sepulto -cuyo título sería Dalí, enterrado dos veces- Tornadijo revela los detalles del plan para exhumar el cadáver de Dalí de Figueres y enterrarlo junto a Gala. Detalla también cómo el grupo de neo-románticos del café Zurich también ideó forzar al entonces alcalde de Figueres Marià Lorca y desvalijar el despacho del notario Carles Ruiz-Rivas, donde se custodiaba el último testamento del artista.
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