Cultura

Douglas Coupland, el oráculo de los minijobs y el mileurismo, vuelve con nueva novela

Su novela Generación X (1991) retrató una Norteamérica entera: la que ocupaba el espacio faltante entre la Guerra Fría y el progreso. Él acuñó el término McEmpleo, una especie de proto-minijob. Ahora regresa con una nueva novela: Worst person ever.

Su primera novela nos incluyó a todos, incluso a los que no habíamos nacido en los setenta. Publicada en 1991, Generación X se convirtió en la radiografía de aquellos que a sus 30 habían descubierto que no vivirían como sus padres; que la cultura de masas no fue lo que nos prometieron; que la vida era más parecida a un empleo en el Mac Donald’s que a la jungla los yuppies de los ochenta en Wall Street. Vamos, las miserias de la clase media. Con ese libro, Coupland asignó un nombre a quienes habían crecido entre el final de la Guerra Fría y la Guerra del Golfo, fue el libro con el que bautizó a quienes habitaban el vacío. Fueron los años del grunge, el esplendor de MTV, el estallido y consolidación del ordenador personal. Generación X, un manual de la cultura Pop. Fue, es y será un clásico; y Coupland su mejor profeta.

Entre Generación X y el presente han transcurrido trece novelas–el McEmpleo acuñado por Coupland mutó en minijob-, también dos volúmenes de cuentos, así como varios libros de no ficción -especialmente destacable Polaroids from the death- y guiones. Ahora, a sus 51 años, el canadiense vuelve con una nueva novela: Worst person ever, editada por William Heinemann. Su protagonista es Raymond Gunt, un hombre con tan mala leche que podría ser el narrador de una novela de Martin Amis de los ochenta, según el crítico de The Independent. Gunt es un camarógrafo freelance, que vive en un ático, odia a todos los que le rodean y apenas tiene dinero para financiarse la cocaína que consume. Una peripecia le enviará a grabar un reality show de supervivientes en una isla del Pacífico en la que ocurrirá -entre otras cosas- un estallido nuclear.

Hilarante para muchos, un retrato del vacío moral para otros, la novela número 14 de Coupland toca su fibra más cínica. Retoma una vez más el tema sobre la crítica a la cultura de masas, un hilo que atraviesa todos sus libros, desde Planeta Champú en 1992, pasando por Microsiervos, parodia de la vida laboral y social de geeks que viven en Seattle (Washington) y Palo Alto (California), en pleno boom multimedia o incluso iPod.

Racismo, humor pesado, provocación son algunos de los ingredientes de los que echa mano Coupland en esta novela. Una parte de la crítica echa en falta al Coupland más ácido y lúdico, ahora algo empequeñecido en diálogos planos y simples; la otra, en cambio, le reprocha al novelista revolcarse en la banalidad que pretende exponer, sin ser capaz de remontarla.

Escritor y artista visual

En la mayoría de sus primeros libros, Douglas Coupland empleó un diseño y una tipografía inusuales, con influencias del arte Pop, una fuerte presencia del cómic y en el que podía percibirse el influjo de artistas como Barbara Kruger. Los críticos no supieron muy bien cómo clasificar una obra que pretendía tender puente entre los mundos de las artes visuales y la literatura y que Coupland aprovechó para desarrollar los embriones de la militancia cultural que ahora marcha a sus anchas en época de redes sociales. Pasajes enteros de Generación X se leyeron en la MTV.

Influenciado por autores como Margaret Drabble, Truman Capote, Kurt Vonnegut, Joan Didion y los escritos de Andy Warhol, Coupland se ha caracterizado por construir una obra basada en la profusión de detalles: la forma de vida de personajes, las referencias a innumerables marcas y productos del mundo del consumo, especialmente los juegos de piezas LEGO y las empresas informáticas Apple, IBM y Microsoft; el tono antropológico de algunos de sus primeros libros, especialmente los tres primeros.  A la manera de una novela realista del siglo XX, Coupland trazó el gran Atlas –o su versión más rústica y naive- de lo que el mundo de Internet estaba por hacer con el mundo occidental. Sin embargo, parece que el siglo XXI ha taimado al canadiense, cada vez menos brillante, cada vez más encajonado en el éxito un primer libro –sin duda brillante- pero que hoy comienza a quedarse viejo, ávido de una relectura.   

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