Cultura

Loreto Sesma, del instituto a YouTube en dos poemarios: "A veces la escritura no desahoga; al contrario, ahoga"

Ella dice sentirse una niña vieja. Apenas tiene 19 años y se ha convertido en un fenómeno en YouTube. Se trata de la joven escritora Loreto Sesma, quien presenta con Espasa su poemario '317 Kilómetros y dos salidas de emergencia'.

  • Loreto Sesma.

La primera persona que le hizo saber que aquello que escribía no eran canciones fue su padre. "No tienen estribillo", le dijo. Ella todavía acudía al instituto y barruntaba en las páginas de su cuaderno frases que le resultaban urgentes. Hoy, Loreto Sesma (Zaragoza, 1996) tiene 19 años, dos poemarios y 66.000 seguidores en Youtube. "Odio que me llamen youtuber", dice, muy dueña de una larguísima melena y unos ojos que parecen a punto de aspirarlo todo.

En 2013 decidió presentar sus creaciones a un concurso de poesía moderna en Youtube. Hoy tiene 66.000 seguidores y dos libros publicados

Loreto Sesma habla con la fuerza de la mujer que será dentro de unos años, una potencia que -como sus versos- metamorfosea en adolescencia y que, sin embargo, anuncia algo. Para algunos ella es sólo un fenómeno de las redes sociales. Que es muy joven y habrá que ver cómo madura su poesía.  "¿Y en qué tiempo quieren que viva? ¿Tengo que tener 19 años para empezar a sentir", espetó en una entrevista. Loreto es mucha Loreto, piensa quien la escucha y la mira. Sentada en un sofá de cuero sintético, esa estepa en la que se libran casi todas las paradas de un viaje de promoción literaria, esta chica parece entender muy bien a qué ha venido: a hablar de su libro.

Su breve obra poética se parece bastante a lo que se podría llamar un bestseller, si es que existe algo como eso en un género tan minoritario. Y justamente ahí radica el fenómeno. Cuando se publicó su primer libro, Naufragio en la 338 ​(Lapsus Calami), la joven maña ya acumulaba más de 30.000 seguidores en YouTube, donde colgaba sus poemas. Antes siquiera de llegar a las librerías, el libro ya había vendido 700 ejemplares . Ahora, cuando presenta su segundo poemario, 317 Kilómetros y dos salidas de emergencia (Espasa), Loreto Sesma sobrepasa los 60.000 seguidores y atrae cada vez más la atención de lectores y críticos.

Hasta el año pasado, Loreto Sesma estudiaba en el colegio Sansueña de Zaragoza. Ahora trasiega entre su ciudad de nacimiento y Bilbao, a donde se ha marchado a estudiar periodismo. Un ir y venir de estaciones y autobuses, de maletas que no le da tiempo de deshacer, de kilómetros y kilómetros. El permanente viaje: arrancarse de la infancia y la adolescencia, y abrirse paso a la juventud, a una vida que ella ya vive como vejez. Todo aquello lo entendió ante un bote de fideos instantáneos. "Me di cuenta, un día, preparándome un Yatecomo… Una niña vieja, eso es lo que soy", dice refiriéndose a su falta de paciencia, a su manera directa de decir las cosas –"me hace pasar por antipática muchas veces", aclara- y a los cambios que han dominado su vida en estos meses, cambios que aparecen volcados en todo cuanto escribe.

En una casa sin mayores venas literarias –excepto la presencia de una abuela dada a la lectura y la escritura, y que ella no llegó a conocer-, Loreto Sesma empezó con los versos desde niña. En 2013, gracias a la insistencia de una amiga, decidió presentar sus creaciones a un concurso de poesía moderna en Youtube. Entonces Internet obró el milagro. Sus vídeo poemas comenzaron a tener eco en una enorme cantidad de lectores/seguidores adolescentes. Aquellos eran 'clips' en los que volcaba la acritud de las primeras demoliciones: el amor fallido, la incertidumbre ante los cambios, los miedos que se licuan entre la despreocupada vida de una adolescente y el vértigo de quienes perciben la fuerza de sus propios temblores. "A veces la escritura no desahoga, al contrario: ahoga", dice con una sinceridad que espanta justamente porque parece auténtica, porque está dicha desde la brevísima experiencia.

Ese pozo de angustias es lo que recoge 317 Kilómetros y dos salidas de emergencia: la bitácora de un viaje iniciático, escrito con momentos de especial belleza y lucidez, empañados a veces por un vapor cursi -más producto de la inexperiencia, de los fallos de lo que está en construcción- y que sin embargo consigue que las palabras se sujeten en la intuición que las empuja. Son 57 poemas, divididos en cinco partes. Cada uno acompaña una canción, incluidas en un CD. "Es una banda sonora disfrazada de poesía, se lee con música de fondo, con la selección de canciones que ha elegido Loreto en su emisora", asegura en el prólogo su amigo David Martínez Rayden, cantante de rap y también poeta, quien ya suma con ella una segunda colaboración editorial, además, por supuesto, de la que ya mantienen para la plataforma digital.

A la pregunta sobre una voz literaria, despunta una única certeza: el asunto no es que su poesía rime o deje de rimar. Que no es la métrica, que esto va de otra cosa. Que es poesía moderna, explica ella. Ha leído a Bécquer, también a Neruda, pero no mucho más. Sin embargo, y sin expresarlo con esas palabras, si de algo está segura es que lo suyo no son los entretenimientos formales –"mi intención no es hacer la pena bonita"- sino llegar al lugar de donde provienen esas palabras. La experiencia vital como materia literaria, claro, tiene sus riesgos. "Quizá se exponga demasiado".

A Loreto Sesma la empuja el más antiguo de los combustibles: una angustia. Ese desasosiego que actúa, invisible; el grifo que gotea en la baldosa de los días, insistente y puñetero. "Tengo un miedo brutal a no ser suficiente, a no cumplir con las expectativas, de lo que las personas esperan de mí". Acaso por eso escribe tanto y con tanta fuerza, porque padece el hormigueo de quienes rozan el botón de la picadora de carne. Ese miedo que recorre los corazones, ya sea los que recién se estrenan o los que viven apaleados en el pecho de los años, y del que han salido las mejores páginas de la poesía. Que ese sea su caso, cuesta saberlo... pero no intuirlo. Porque en ese viaje –dure o no 317 kilómetros- Loreto Sesma ya paga el peaje. Así son los poetas de ahora: iguales a los de hace doscientos o trescientos años. Viajantes que juntan versos para abrirse paso en una larga –larga- carretera.

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