Dice Eduardo Galeano en su Fútbol a sol y sombra que Dios y el fútbol tienen algo en común: que todos los intelectuales desconfían de ambos. Pero tiempo, goles y páginas han pasado para limar la mutua desconfianza. Aún así queda, todavía, mucho por contar de las zonas mixtas entre fútbol y cultura.
Es justo ahí, en ese terreno mestizo donde han ido a meterse los periodistas Diego Barcala y Óscar Abou-Kassem con Líbero, una revista que, como reza en sus primeras líneas, se propone, sin sentar cátedra, “futbolizar la cultura o culturizar el fútbol”.
Ninguno de los dos es periodista deportivo, pero sí amantes de la pelota. No pretenden enmendar la plana a los que saben de ese oficio. Barcala y Abou-Kassem buscan contar las historias de ese otro fútbol que ha permanecido, agazapado, entre su propia belleza y el tiempo, entre la sociedad que lo vive y los hombres que lo juegan. Para conseguirlo, los directores de Líbero han salido a la calle con un primer número tan difícil como injusto de resumir.
Las páginas de este primer Líbero están llenas de nombres fundamentales dentro y fuera del campo: el poeta Luis García Montero, quien revive el duelo de versos que sostuvieron Alberti y Celaya, en la Copa del Rey de 1928 entre la Real Sociedad y el Barcelona; Benjamín Prado en una entrevista a Jorge Valdano; Enric González y su once ideal, además del entrenador, camiseta, himno y estadio; Julio Maldonado, Maldini –que rescata un ejemplar de la revista argentina El Gráfifco de 1993, momento de la corte en pleno de Batistuta y Simeone-; el músico Quique González en una magnífica entrevista; una conversación de fútbol entre los hermanos Iñaki y Ángel Gabilondo sobre la Real Sociedad o un texto del actor Quim Gutiérrez sobre sus recuerdos de fútbol, además de la colaboración de Manuel Jabois con una columna dedicada a Mesut Özil.
Los periodistas de Líbero actúan como el defensa que ataca, como “el jugador que se adelanta a las jugadas”.
Entrevista, reseña, relato, crónica periodística, reportaje, fotoleyenda. No hay género –periodístico o literario- que quede fuera de Líbero. Entre sus más de 100 páginas, vale la pena destacar, una breve pero sustanciosa entrevista al escritor y articulista del Financial Times y autor de El fútbol contra el enemigo, Simon Kuper, en la que Rodrigo Marciel logra extraer del columnista ácidos juicios sobre lo que, en España, significa la relación entre fútbol, sociedad y política.
Pensada como una publicación de lectura reposada, Líbero se ha planteado, en este primer número, la reconstrucción de historias tanto futbolísticas como colectivas en las que el pasado sirve no sólo como documento sino como material de reflexión. Destacan especialmente el perfil que sobre Vicente Calderón escribe Antoni Daimiel, un extenso reportaje sobre los 30 años de la Real Sociedad bicampeona y el relato que, en clave de ficción (desde el punto de vista de la pelota), hace el escritor Andrés Neuman sobre el partido amistoso contra el Malmoe sueco que jugaron en 1987 Diego Armando Maradona y su hermano Hugo con la camiseta del Granada para promocionar el fichaje de su hermano menor Lalo.
¿Qué es Líbero y qué pretende? Sin duda alguna ganar terreno. Así lo dicen, sin aspavientos pero muy claro. Metidos en el lugar complejo del juego, el que lo relaciona con la sociedad que lo produce, los periodistas de Líbero actúan -según reza su editorial y carta de presentación- "como el defensa que ataca, como el jugador que se adelanta a las jugadas”.
Si los héroes cambian de jueves a domingo, dicen, Líbero se pregunta dónde habita el fútbol de verdad. Y si los números siguientes están hechos del mismo material de este primero, es muy probable que consigan ese lugar del fútbol al que van a parar las historias que vale la pena contar.
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