Que Rodrigo Cortés es un genio no es algo nuevo. Lo que sí tiene miga es que lo sea una vez, y otra, y otra… y que además logre escapar de sí mismo. No repetirse, no pinchar -proeza donde las haya-. Después de publicar su inmisericorde novela Sí importa el modo en que un hombre se hunde (Delirio), el cineasta y escritor retoma sus memorables breverías: frases agudas, engañosamente ligeras y de afiladísimo humor que se publican en el libro Dormir es de patos (Delirio). Y como este martes es 22 de diciembre, ejem…ejem… mejor aprovecharse del guiño para hablar de patos -y otras cosas- con su autor.
Después de publicar su inmisericorde novela Sí importa el modo en que un hombre se hunde (Delirio), el cineasta y escritor retoma sus memorables breverías
Cineasta insensato, por pura ignorancia, como dice él, Rodrigo Cortés ha escrito y dirigido los largometrajes Concursante; Buried y Luces rojas, en la que reunió a Cillian Murphy, Sigourney Weaver y Robert de Niro. También fue el productor de Grand piano, dirigida por Eugenio Mira y protagonizada por Elijah Wood. Desde verano de este año, define diariamente una palabra en la sección Verbolario, del diario ABC.
La enumeración de cuanto hace da para adivinar todo cuanto es. Un humanista contrarreloj -como diría Juan Villoro-, alguien que asegura que la vida es lo que ocurre en los espacios en blanco que quedan entre película y película en el Internet Movie Data Base (IMDB), un académico de pluma maligna y patos de hule al que bien le valdría ocupar un sillón en Los Jerónimos -¿cuál sería su letra?-... Si partiésemos del hecho de que pudiese ser todas las anteriores, ¿qué no es Rodrigo Cortés? Alguien que no sorprenda. Siempre consigue sacar conejos, incluso de aquellos sombreros en los que no caben.
Retomando el espíritu de su primer volumen de aforismos, A las tres son las dos (Delirio), Cortés ofrece una nueva versión más concentrada, en la que el humor es más humor y la poesía es más poesía: "La Unanimidad es un invento del Diablo"; "Estado civil: luminoso"; "Hablaba en perfecto mármol";"No es venganza, es simetría"… y así hasta la afiladísima "España no necesita un estadista, necesita un exorcista", que se ha trepado ella solita en el titular que debería recoger el espíritu de este intercambio de preguntas y respuestas con Rodrigo Cortés.
-Primero lo primero: "España no necesita un estadista, necesita un exorcista" escribe en Dormir es de patos. ¿Pactamos este aforismo suyo como titular, y santas pascuas, o se le ocurre algo mejor?
-No es fácil extraer el mejor fragmento de una entrevista que aún no se ha producido, pero confieso que cerrar el titular de antemano me quita presión y me permite hablar sin miedo a una emboscada involuntaria. Sin escucharme, en definitiva.
-También puede funcionar: «Hablamos de nuestros políticos como si nos los eligieran fuera». Aunque igual lo van a insultar a usted en Twitter –a la gente le encanta insultar, aunque en verdad no lo desee–. Usted decide.
-Quedémonos, pues, con el primero, aunque dudo que el segundo generara insultos: la primera persona del plural es un gran moderador, y todos somos diestros para excluirnos de las apreciaciones que compartimos. ¿Lo ve?, he vuelto a recurrir a la primera persona. Mano de santo.
"No estoy seguro de que se trate de aforismos, más bien de pedradas ocasionalmente poéticas"
-¿Lo suyo con los aforismos es reincidencia... o genio? Modestias las justas, por favor.
-Genio, entonces. Aunque la respuesta correcta es: contumacia. No estoy seguro de que se trate de aforismos, más bien de pedradas ocasionalmente poéticas. El aforismo implica una voluntad didáctica, un sentido de la aserción o de la invectiva, o de la reconvención, y las píldoras que componen este libro proponen, en general, una mirada asombrada y divertida. Cuando escribo: «Nada como mantener la calma para llevarse una hostia» o «¿Qué fue antes, el huevo o el otro huevo?» –o, si nos ponemos sentimentales: «Habla más bajito para que pueda oírte»–, no hay ninguna voluntad de discernimiento. Las breverías que componen este inventario se mueven entre la resignación y el absurdo, pero tienden, en general, a eludir de forma consciente la sentencia.
-¿Qué lo llevó a escribir este segundo volumen? ¿Fue escribiéndose solo, como el anterior, o fue hecho a conciencia? Entre aquel primer libro y este hay dos años, una novela, un Verbolario... Eso, supongo, influye.
-Fue escribiéndose solo, pero a conciencia. La técnica fue la misma que en el anterior libro: me he ido quitando de encima las ocurrencias y tontadas que mi cerebro en fuga producía y las he ido recogiendo en una red por si las necesitaba más adelante. Pero el objetivo ha sido, desde el principio, clavar las mariposas en el corcho.
"Cuando el lector se somete al aroma que desprende un verso, recupera, a través de su olor, la emoción previamente codificada"
-En este volumen se le nota a usted menos cándido: ¿menos lírico?, ¿menos manifiestamente poético? ¿Menos buenazo y enamorado que en el primero?
-Diría que se ha producido un proceso de condensación y compresión –de aplastar el polvorón– que ha hecho que cada palabra se haya ido haciendo más cara y cada adjetivo más prescindible. De forma natural, he ido codificando más información en menos espacio, he confiado menos en la literalidad y más en la resonancia, que puede albergar más masa en igual volumen. Quizá note usted esa densidad. También la poesía, que codifica la realidad, describe emociones complejas a través del cifrado. Cuando el lector se somete al aroma que desprende un verso, recupera, a través de su olor, la emoción previamente codificada, que a veces contiene una historia completa, a veces un año de adolescencia, a veces un kilómetro de autovía... Quizá el libro sea menos lírico, pero yo diría que es más poético.
-Hay más esclarecimientos y dardos que en el anterior (se lo digo por aquello de «Pensar sí deja cicatrices» o «El pasado es otro país»). ¿Se hace mayor o sólo escribe mejor? ¿Lucidez o vejez?
-La vejez no implica, necesariamente, lucidez, aunque la lucidez acaso exija el paso elemental de cierto tiempo. Compruebo, en cualquier caso, que siente usted predilección por las frases rotundas –que son también de mi gusto, por vitriólicas–, pero el libro propone otros paseos, como: «En Jericó había muy buenos trompetistas», o: «Si la fama te precede, ya no hace falta que vayas» (risas).
-¿En qué lugar de una casa colgaría la frase: «No es venganza, es simetría»?
-En la puerta de entrada, pero por dentro. Para leerlo cuando ya sea demasiado tarde.
-A las 3 son las 2 y Dormir es de patos tienen el signo de quien no quiere, o no puede, conciliar el sueño. ¿Qué sucede?, ¿que las siestas no cunden para hacer literatura?
-No padezco de insomnio, simplemente me acuesto tarde y me levanto pronto –aunque tal vez esa sea la definición desapasionada del desvelo–. Como reza el librito: «Contra el insomnio, la amnesia» (o, dicho de otra manera: «Sólo la mala memoria garantiza una conciencia limpia»).
"No importa cuánto se hable del mazapán, siempre será poco, si es mal"
-Ha quedado claro que no le gusta el mazapán, pero lo suyo ya es reincidencia. También lo de la ruleta rusa de los pobres es un chiste con abolengo ensayado en el libro anterior.
-No importa cuánto se hable del mazapán, siempre será poco, si es mal. Una de las responsabilidades que tiene el autor pretencioso es la de entregarse al vicio del trabajo social. Se habla poco del mazapán, se habla poco de la maldad químicamente pura de los surtidos Cuétara (contenedores de sobras instantáneas), se habla poco o nada de la fruta escarchada o de las peladillas. Los fabricantes de dulces navideños deberían recorrer las casas de España a mediados de marzo e imponerse una regla elemental: si sigue pegado a la bandeja, es que no hay que fabricarlo.
-¿Se puede hacer de la putada un género literario?
¿Hay otro?
-¡Invénteme un Verbolario para eso!
-«Putada, f. Servicio que se hace a alguien sin esperar nada a cambio».
-Vive usted volcado en las palabras. No me diga que se nos va a hacer académico...
-Tengo entendido que tienen que darte permiso...
-Si llega a la RAE, ¿desterrará amigovio del diccionario?
-Nadie que no haya leído en voz alta la última edición del diccionario ha pronunciado jamás esa palabra. Devolveré, de paso, la tilde a guión. Y a sólo, si es adverbio. El resto está bien, según leo en Twitter, que es donde le tomo el pulso a la vida.
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