Este 29 de julio se cumplen 35 años de la muerte de Luis Buñuel, un cineasta polémico y rompedor, un personaje contradictorio, alguien que nunca desveló su verdad interior, ni siquiera en sus memorias y mucho menos en las entrevistas. Hay cierta hipérbole en su vida. Del joven que creció entre Calanda y Zaragoza, y cuyo paso por la Residencia de Estudiantes precipitó el descubrimiento de su vocación cinéfila en París. Alguien que, ya en la treintena, hace sus primeras películas con Dalí (Un perro andaluz y La edad de oro). Que se retrata con la República pero se muestra reacio luego a admitir su militancia. Picado por una poderosa inventiva y deliberada socarronería, hay quienes afirman –como su biógrafo Ian Gibson- que Luis Buñuel podía opinar dos cosas radicalmente sobre un mismo tema.
El cineasta nació en 1900 en la localidad aragonesa de Calanda en el seno de una familia acomodada, que poco después se mudó a Zaragoza. La fuerte impronta de una educación católica y absorbente hicieron de él un hombre poco dado a mostrar y expresar su verdadera naturaleza, al menos así lo aseguran autores como el propio Gibson o Javier Rubio, quien también aborda ese aspecto en su libro La otra vida de Luis Buñuel. En las páginas de ese libro retrata a un ser miedoso; hijo de una familia burguesa y terrateniente de cuyas propiedades debía él hacerse cargo; un hombre no especialmente brillante; alguien que tuvo el buen tino de unirse a Dalí y que buscó un medio con poca historia, el cine, para hacerse notar.
El hispanista Ian Gibson es menos severo, aunque igual carga las tintas contra el cineasta en Luis Buñuel. La forja de un cineasta universal (1900-1938), el primer tomo de un ambicioso proyecto. "Fue un militante disfrazado del PCE de España, pero también actuó como enlace con el Partido Comunista francés, siempre de manera encubierta", afirma Gibson. "Desde niño le gustaba disfrazarse, sobre todo de cura: es un hombre con disfraz". En su investigación, Ian Gibson consiguió datos biográficos a su juicio reveladores de la personalidad de Buñuel: "Uno de los descubrimientos más escalofriantes fue la parroquia de Santa Engracia, a la que iba de niño con su familia. Desde su nacimiento, Buñuel está saturado de catolicismo, primero con los corazonistas, que le enseñan francés, luego con los jesuitas, y la madre, que era muy católica"
Existe sin embargo una cierta continuidad y lógica en la vida y los movimientos de Buñuel. Aficionado al teatro desde su infancia, en 1908 tendrá su primer contacto con el cine, tal y como describe en su autobiografía, Mi último suspiro. Esas memorias fueron el fruto de dieciocho años de trabajo y de amistad entre Luis Buñuel y Jean-Claude Carrière, con quien trabajó en seis películas: Diario de una camarera, Belle de jour, La Vía Láctea, El discreto encanto de la burguesía, El fantasma de la libertad y Ese oscuro objeto del deseo. El libro nació espontáneamente de sus entrevistas en España y México durante los intervalos de las sesiones de trabajo; el uno evocando sus recuerdos y el otro recogiendo las palabras del amigo y anotándolas.
París, el lugar decisivo
A los diecisiete años Buñuel marchó a Madrid para continuar sus estudios. Durante los siete años que estuvo en la capital vivió en la Residencia de Estudiantes, donde entabló amistad con intelectuales y artistas como Rafael Alberti, Federico García Lorca o Salvador Dalí. En este periodo se interesó por la vanguardia artística del momento, especialmente en el ultraísmo. Publicó algunos poemas en revistas poéticas. La experiencia decisiva ocurrió en sin embargo, en Francia,.
En 1925, Luis Buñuel se fue a París como secretario del escritor y filósofo Eugenio D´Ors. En la capital francesa ve la película Las tres luces, de Fritz Lang, y decide dedicarse por completo a la cinematografía. Comenzó como ayudante en el rodaje de Mauprat, del director Jean Epstein, en 1926. Apenas tres años después, en 1929, rodó su ópera prima como director: Un perro andaluz. Esta obra, en cuya creación colaboró Salvador Dalí, está considerada como una de las piezas más significativas del cine surrealista. A esa siguió La edad de oro, un filme financiado por el aristócrata Charles de Noailles y en la que Buñuel introduce una innovación: la voz en off.
En 1933 realizó el documental Las Hurdes, Tierra sin pan. Esta pieza se aleja de sus inicios puramente surrealistas para tomar un carácter mucho más social y de compromiso con la realidad, aunque en una entrevista realizada por la revista Nuestro Cinema en 1935 Buñuel aseguraba que “Dicho film no significa sino la continuidad de mi carrera”. Durante la Guerra Civil se mantuvo leal a la República y trabajó para el embajador en Francia, Luis Araquistáin. Tras la guerra se exilió a Estados Unidos y después a México, donde desarrolla su etapa más larga y prolífica: 20 de sus 32 películas las filmó allí. En 1961 regresó por primera vez a España para dirigir Viridiana, con la que ganó la Palma de Oro de Cannes. En 1967 obtuvo el león de oro en la Mostra de Venecia por Belle de jour y cinco años después se convirtió en el primer director español en ganar el Óscar a mejor película de habla no inglesa gracias a El discreto encanto de la burguesía.
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