No lo admitirá, pero es así. Darío Villanueva (Villalba, Lugo, 1950) es el hombre que devolvió el énfasis a la Real Academia Española (RAE). En él ninguna palabra falta o sobra. No rehuye a la repregunta. Afirma, propone. Toma partido. Un personaje tilde, esos seres que acentúan, que significan. En 2014 fue elegido por mayoría absoluta como director de una institución tricentenaria a la que llegó con nuevos bríos. Acaso porque la conoce, y mucho: durante cinco años ejerció como secretario, un cargo que le permitió entender el pulso de un cuerpo vivo.
Rector de la Universidad de Santiago de Compostela desde 1994 hasta 2002, Darío Villanueva es filólogo, catedrático de literatura comparada y académico de la Lengua desde el 5 de julio de 2007, fecha en la que fue elegido para ocupar la vacante de Alonso Zamora Vicente: el sillón D. Como director de la RAE, Villanueva fue de los primeros en decir lo que saltaba a la vista: que la programación oficial del IV centenario de la muerte de Cervantes no estaba a la altura. Pidió entonces un gesto trascendente. Algo que pocos portavoces institucionales hicieron, por no decir ninguno.
No hay día más propicio que el del Libro, el 23 de abril, para abordar con él uno de los temas más políticos y ciudadanos que puedan existir: el lenguaje, ese elemento donde se encuentran –y se distinguen- más de 500 millones de personas. El español, un cuerpo que se comporta, al mismo tiempo, como orilla, puente y océano. Esos son los temas sobre los que habla Darío Villanueva en esta entrevista.
-El lenguaje tiene un dimensión política y ciudadana. Hoy, en una escala iberoamericana, ¿cómo se relaciona España con su propia lengua?
-En este momento los españoles pensamos y asumimos como propios no sólo a los escritores nacidos en España, sino también a todos los escritores latinoamericanos que escriben en español. La unidad de la lengua disminuye las diferencias nacionales. Un Mario Vargas Llosa, un Gabriel García Márquez o un Jorge Luis Borges son también escritores nuestros. Y nos sentimos orgullosos de eso. Lo vemos si tomamos como referencia el Premio Nobel, en el que se dio un caso histórico: en 1989 lo ganó Camilo José Cela y el año siguiente, 1990, Octavio Paz. Esa doble concesión confirma esta percepción sobre la lengua de Cervantes, lo que Carlos Fuentes llamaba el territorio de Don Quijote, aquello que nos une.
"La unidad de la lengua disminuye las diferencias nacionales"
-Hoy se dice Marca España, algo como la transformación del español en un instrumento de política exterior, pero la base, que es la concepción panhispánica, ¿cuándo comenzó?
-El año pasado celebramos el centenario de la muerte de Rubén Darío; este el 150 aniversario de su nacimiento. Él era el defensor de una política de Panhispanismo. En sus escritos, tanto periodísticos como en su poesía, habla de esta identidad compartida de todos los que hablamos español. Eso está incluso por encima del proceso político, históricamente ineludible, de las independencias latinoamericanas.
-Existe la idea de que un español es más correcto que otro. ¿Cuáles criterios se emplean para normar un idioma que, siendo el mismo, adquiere matices?
-No se puede decir que el español de un territorio es mejor con respecto a otro. Es una lengua multicéntrica, desde todos los puntos de vista. Habría que enfocar el asunto en el plano de los individuos: hay quienes hablan de manera más correcta mientras otros lo hablan manifiestamente mal. Esa tipología se da en todas las naciones.
"No se puede decir que el español de un territorio es mejor con respecto a otro. Es una lengua multicéntrica"
-¿Cómo se expresa eso en el Diccionario de la Real Academia Española (DRAE)? ¿Cómo reflejar una lengua que hablan 500 millones de personas?
-En relación al DRAE, estoy convencido de que nunca antes en la historia del diccionario, que comenzó en 1780, se le ha prestado tanta atención como ahora, gracias a la versión digital que ofrecemos en la Web y que en 2016 tuvo 801 millones de consultas. Cada mes hay 70 millones de consultas, es decir, más de dos millones diarias. Sabemos de dónde vienen esas consultas: en primer lugar, de los países hispanohablantes. El quinto, por ejemplo, corresponde a los Estados Unidos de América del Norte, eso indica interés por la corrección y la precisión.
-Sin embargo, no falta el debate. Desde amigovio hasta el tema género y conflictos como el que existe con los gitanos y su reivindicación para eliminar la acepción trapacero. ¿Se puede eliminar una palabra que usa Cervantes para referirse a los gitanos?
-En relación a amigovio, en efecto es una incorporación que publicamos en 2014, en la vigésima tercera edición, porque en España se utilizan otras expresiones, por ejemplo: amigo con derecho a roce, además de otra bastante grosera que no quiero reproducir. El caso es que en la edición anterior, la que se publicó en 2001, estaba ya la palabra marinovio, usada para referirse a las parejas de hecho, y en España nadie se percató ni protestó. En relación a la pregunta fundamental que hace: el diccionario nunca será políticamente correcto porque la lengua no es políticamente correcta. La lengua se utiliza para ser cortés, para ser amable, para seducir, para piropear o requebrar pero también para ofender, para lastimar y para agredir verbalmente. De modo que el diccionario tiene que recoger la lengua que realmente existe, tanto para una cosa como para la otra.
Nosotros no podemos censurar la lengua que es propiedad de todos los que hablan. Desafortunadamente, un grupo de hablantes de nuestro idioma a veces recurre a palabras que todavía están vivas y que pueden resultar ofensivas, pero nosotros no hacemos propaganda de esas palabras. Estamos a favor de un lenguaje no sexista, no discriminatorio, no ofensivo pero no podemos censurar el diccionario. Cuando se hizo el Diccionario de Autoridades en el año 1726 , en el prólogo, los fundadores de la Academia aseguraron que no recogerían aquellas palabras que muestren desnudamente objeto indecente. Por tanto, en el Diccionario de Autoridades no se encuentran palabras relacionadas con el sexo, con la escatología o las funciones corporales, porque los fundadores consideraron que eran indecentes ¿Quiere decir eso que los hispanohablantes de 1726 no utilizaban las palabras referidas a las prácticas sexuales? Claro que las utilizaban. Aquella era una censura de tipo moral, totalmente inaceptable.
-Dar nombre implica consenso, un uso político de la lengua en tanto práctica ciudadana…
-Nosotros no damos nunca significado a las palabras ni nos las inventamos. El diccionario simplemente registra las palabras que se usan. Nosotros no somos los creadores de palabras ni de significados, todo eso nos viene del habla, de la gente que utiliza el español a los dos lados del Atlántico. Para eso tenemos un instrumento que conviene que se conozca: lo llamamos el Corpus del español del siglo XXI. Es una gran base de datos en la incluimos cada año 25 millones de formas, no de palabras porque no hay tantas, sino 25 millones de realizaciones de las palabras del español en su contexto. Procesamos la frase y marcamos la palabra El 70% de esos textos proceden de América y el 30% de España. Las fuentes son orales (incluyen televisión, cine y música) y también escritas (literatura, publicidad, prensa). De manera que cuando tenemos que tratar en la Academia sobre una palabra sabemos perfectamente si se usa o no, si es un neologismo o en qué contexto se utiliza.
"Cuando se hizo el Diccionario de Autoridades en el año 1726 , los fundadores de la Academia aseguraron que no recogerían aquellas palabras que muestren desnudamente objeto indecente. Eso era censura"
-¿Hasta qué punto los gobiernos han realmente entendido la dimensión ciudadana del idioma como algo que arropa, que reúne?
-Nada más y nada menos que desde Aristóteles se ha estudiado la dimensión política de las lenguas. Precisamente en su tratado Política, Aristóteles habla de la lengua. La retórica, dice, es la ciencia de utilizar bien las palabras para convencer a los ciudadanos. A veces tengo la sensación de que los políticos y los gobernantes no tienen conciencia del valor de la lengua no sólo en el aspecto básico, que constituye un instrumento de comunicación, sino en el hecho de que para un político la lengua es fundamental para hacerse entender. Tampoco veo que los gobiernos le presten atención a la dimensión cultural de la lengua. Hace poco se ha presentado en España un conjunto de estudios sobre el valor económico del español. Hay una dimensión económica en el uso de las lenguas, que incluso se pondera su porcentaje dentro del Producto Interno Bruto. Esos estudios demuestran algo obvio: compartir una misma lengua facilita la realización de negocios. Ese es quizá el gran problema: los gobiernos a veces ignoran la lengua cuando tiene esa triple o cuádruple repercusión en la vida de los países.
- El IV Centenario de la muerte de Cervantes fue la mejor demostración. Y usted lo señaló públicamente al gobierno y a las instituciones. ¿Qué podemos aprender de esa ocasión fallida?
-Simplemente tomar nota para que en la agenda de los gobernantes haya un espacio estable y creativo para tratar la lengua, que en el caso del español es multinacional. Somos muchos países los que podemos arrimar el hombro para el beneficio de la lengua española. En este momento, las noticias que llegan desde EE UU no son muy tranquilizadoras, porque desde muy pronto la nueva administración ha dado signos de intentar disminuir la presencia, que yo considero imparable, del español en ese país. Es fundamental que todos los países que hablamos español, y creo que en parte lo hemos hecho, manifestemos inmediatamente nuestro apoyo al país que sufre de manera más inmediata el mal aire que llega con la nueva administración Trump, que es México. Que los mexicanos se sientan arropados por el resto de los países hispanohablantes. México es el país con más hispanohablantes (115 millones).
Dentro de la minoría de hispanohablante de Estados Unidos, México tiene un porcentaje muy elevado. Desde la Academia Española y la Asociación de las Academias hemos salido enseguida a decir esto. Estamos convencidos de que el español ahí es imparable. Los EEUU es un país de inmigración y generalmente todas las minorías que viven allí han ido perdiendo su lengua. Creo que eso no va a ocurrir con el español sino todo lo contrario, porque además está cobrando una consideración alta en EEUU. No es la lengua de emigrantes pobres o incultos. Está ahora bien posicionado en los medios de comunicación, en el mundo de la música, el cine, el deporte y la cultura en general. Por muy difícil que se pongan las cosas, el español en EEUU va a resistir.
-Su llegada como director de la RAE ha coincidido con un revulsivo: una Academia más viva, que se embarca en más proyectos de divulgación e incluso usted como portavoz es más activo. ¿Se debe al hecho de que es usted más joven que sus predecesores? ¿O acaso las condiciones están dadas para introducir cambios? ¿Qué ha pasado?
-Yo no me puedo atribuir ese giro. Agradezco que lo perciba y no seré yo quien lo desmienta. Creo que, efectivamente, la Academia ha ocupado más espacio en el mundo latinoamericano y eso es fruto, por una parte, de algunas medidas que hemos tomado internamente, por ejemplo, potenciar nuestro Gabinete de Comunicación. Estas cosas no ocurren por casualidad: era incomprensible que una Academia de Lengua no tuviera un departamento profesional para comunicarse mejor. Tenemos voluntad de comunicar cosas y los instrumentos para hacerlo. En Twitter tenemos más de un millón de amigos. Nuestra página Web es muy consultada.
En 2013-1014 celebramos el tercer centenario de la RAE. Este tipo de ocasiones sirven para mirar hacia atrás, pero también hacia el futuro. Si una institución ha durado 300 años tiene que ambicionar seguir perdurando. La sociedad ha cambiado y está cambiando de forma extraordinaria. Eso nos ha obligado a buscar estrategias y a tomar iniciativas que finalmente dan su fruto. Procuramos ponernos a la altura de los tiempos, lo cual es tremendamente difícil porque es un cambio continuo, y por eso estamos continuamente olfateando por dónde pueden llegar esos cambios. Nos va la vida en ello, de lo contrario, la Academia se convertiría en una institución casi arqueológica y nada más lejos de nuestra intención.
"Procuramos ponernos a la altura de los tiempos, lo cual es tremendamente difícil porque es un cambio continuo. Nos va la vida en ello"
-¿El Estado español está siendo justo con la Academia? ¿Ha tenido la RAE que hacer más esfuerzos para asegurar su existencia?
-Puedo dibujar el mapa de nuestras finanzas y de manera muy concreta. En primer lugar: la Academia recibe una asignación del Estado Español, que en los mejores momentos (hace diez años) cubría aproximadamente el 50%. Con motivo de la crisis, ha bajado un 60%. Esto significa un agujero económico grande. Existe un segundo tema: la Academia ha vivido siempre de la venta de sus productos, es decir, la Gramática, la Ortografía y el Diccionario. Estamos padeciendo también una crisis editorial por la que el rendimiento de esas obras ha bajado de manera grave. El último diccionario que publicamos, en octubre del año 2014, ha vendido un 40% menos de lo que era la previsión inicial. No nos ocurre únicamente a nosotros, hemos hablado con otros editores de diccionarios en Europa, Duden en Alemania, Zingarelli en Italia, Le Petit Robert en Francia, Oxford en Inglaterra. A todos les ha ocurrido lo mismo: las ventas de diccionarios han bajado en un 50%.
"El último diccionario que publicamos, en octubre del año 2014, ha vendido un 40% menos de lo que era la previsión inicial"
-Pero, espere, ¿hasta qué punto influyen en esa caída las versiones en línea?
-Creemos que no. Es una crisis del sector editorial. Por ejemplo, el diccionario anterior (la vigésima segunda edición, de 2001) fue el primero disponible gratuitamente en la red y sin embargo, se vendió estupendamente a lo largo de todos esos años. La causa no es la digitalización, es la crisis del sector editorial.
-Retomando las vías de ingresos, ¿cuáles otras existen? Muchas empresas acompañan y patrocinan proyectos de la RAE.
-La tercera fuente de financiación es la Fundación pro Real Academia Española, que está a punto de cumplir 25 años. Su presidente es el rey. El presidente ejecutivo es el gobernador del Banco de España y yo soy vicepresidente. Esta fundación tiene un capital considerable. En los buenos momentos, el rendimiento financiero anual de ese capital servía para proporcionarnos recursos magníficos. Hoy, todo el mundo sabe que el rendimiento financiero de los capitales está bajo mínimos y como consecuencia, esa fuente de ingresos ha decrecido. A pesar de que la fundación nos sigue ayudando, es desafortunadamente a costa de bajar su capital. Hay un cuarto elemento de financiación: los patrocinadores. La academia normalmente tiene empresas que nos han ayudado a realizar a algunos proyectos. En este momento Inditex patrocina el Diccionario Histórico; Iberdrola financia la planta digital del nuevo diccionario; La fundación La Caixa lo hace con el diccionario en línea; el Banco de Santander apoya el Corpus del español del siglo XXI que he mencionado antes y Mutua Madrileña también colabora. También debo decir que notamos una retracción de las empresas en comparación con lo que ocurría hace ocho años.
-A la RAE, como al Museo del Prado, la Biblioteca Nacional y al resto del mundo de la cultura le urge una Ley de Mecenazgo
-Sería muy importante. Una de mis preocupaciones mayores por no decir la mayor, es bregar con el presupuesto. Conseguir recursos y desarrollar un plan estratégico que hemos elaborado para que la Academia sea sostenible a partir de esas fuentes de financiación más otra adicional: la comercialización de sus productos lingüísticos en la Web. Hemos comenzado a vender una aplicación mediante la cual las personas pueden descargar el diccionario en la tableta o el teléfono móvil. Ya tenemos en torno a mil descargas.
-¿Tendremos que pagar por el diccionario o se mantiene la versión en línea?
-Sí, se mantiene.
-En ocasión del Día del Libro. Si pudiese recomendar un capítulo del Quijote que resulte esclarecedor para el tiempo que vivimos, ¿cuál sería?
-El Quijote es el mejor libro que se haya escrito jamás. Está lleno de sabiduría culta y popular. Recomiendo la lectura de los capítulos de la segunda parte que narran las aventuras de Sancho Panza como gobernador de la ínsula Barataria. Es extraordinario, porque vemos a Sancho separado de Don Quijote, que sigue en el palacio de los duques mientras Sancho va a esa supuesta ínsula, que no es tal sino una villa del señorío de los duques y allí, para burlarse de él, lo tratan como gobernador y le plantean una serie de cosas my comprometidas. Es en ese momento cuando se ve la autoridad y la autonomía de Sancho como hombre iletrado pero inteligente y perspicaz.
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