Cultura

SOL Y SOMBRA

David Broncano y la alquimia de la nada

‘La revuelta’ es otro de esos programas donde se habla mucho para no decir nada

David Broncano presenta La Revuelta, su nuevo programa en RTVE
David Broncano presenta La Revuelta, su nuevo programa en RTVE EFE

Hace unos quince años estuve comiendo con un periodista que trabajaba como asesor de El Terrat. Le conté que había dejado de ver a Buenafuente porque me frustraba que tuviera invitados interesantes a los que no hacía preguntas sustanciales. Me contestó que en la empresa eran conscientes de la superficialidad militante del producto, pero que Andreu tenía claro que en la franja de la noche los espectadores no quieren programas para informarse o aprender, sino para vaciar la cabeza.

Lo que buscamos a esas horas es calma, sonreír un poco y entrar en el estado zen deseable antes de meternos en la cama. Por supuesto, en el Terrat tenían toda la razón y para eso sirven programas como La Revuelta, El Hormiguero y Babylon Show. Sus presentadores son estrellas porque saben dominar la alquimia de la nada, una tarea más complicada de lo que parece.

La polarización nuestra de cada día parece haber convertido la televisión en otra trinchera política. En realidad, las diferencias entre David Broncano y Pablo Motos son menos de las que parecen. Ambos tienen mucho terreno común: sus programas son escaparates de la cultura de la celebridad, que rinde culto a las personalidades de los triunfadores. Se basan en la creencia errónea de que si alguien en muy bueno en algo (música, tenis, interpretación…) también tendrá un modo de ver la vida más completo, afilado o divertido que los demás. Tanto Broncano como Motos saben que esto no es cierto, por eso se rodean de un elenco de tertulianos y humoristas con oficio, capaces de animar las entrevistas más sosas. Los dos son muy buenos en su trabajo, como demuestran las cifras.

Tiene la costumbre de aplicarles una humillación de baja intensidad que consiste en soltarles “venga, haz la promosió”, para que expliquen lo que sea que tengan que vender en ese momento

Una de las frases que más he escrito en mi vida es la rima de un rapero francés que dice que “el sistema ama a quienes no tienen nada que decir”. La cultura de la celebridad es también la cultura del vacío (al menos, lo es casi siempre). Broncano presume de manera habitual de no informarse sobre el trabajo de los invitados que se sientan frente a él. De hecho, tiene la costumbre de aplicarles una humillación de baja intensidad que consiste en soltarles “venga, haz la promosió”, para que expliquen lo que sea que tengan que vender en ese momento.

Pablo Motos tiene otro estilo, que es presionar de manera desenfada para que se diviertan en el plató, cuando a veces no es sencillo, como denunció Charlize Theron tras su paso por El Hormiguero. A ratos, al programa de Trancas y Barrancas se le va la mano y terminan haciendo que alguien como Jessie Eisenberg repita frases de Chiquito de la Calzada, so pretexto de enseñarle español, con lo que se divierte el público y se divierte el presentador mientras que el invitado queda fuera de juego. Los programas de Broncano y de Motos también se parecen en que el presentador es el plato principal y los invitados, la guarnición. En realidad, no es tan complicado imaginar a Broncano llevando El Hormiguero el día que necesiten rejuvenecer la audiencia.

¿Qué tiene Broncano en la cabeza?

Hay un gran aforismo de Enrique García-Máiquez donde señala que “Lo que hace la mayoría de la gente todo el tiempo es hablar por no hablar”. Seguro que recuerdan esa cháchara continua de los peluqueros para relajar a su clientela. En televisión, la cosa se dispara, aunque en los últimos tiempos Pablo Motos ha descubierto que sí tiene algo que decir: que no le gusta el Gobierno de Pedro Sánchez apoyado por Sumar y los separatistas. La misma izquierda que pide politizar la Cultura y la vida cotidiana se lanza sobre Motos porque solo admiten la politización en un sentido. Pedro Sánchez no ha parado hasta colocar en la televisión pública al rival que pensaba que podía hacerle más daño.

Por su parte, David Broncano casi nunca se anima salir de las naderías.  Lo ha hecho un par de veces: para reírse del discurso escéptico con la pandemia de Miguel Bosé (le tuvo que parar Alaska los pies) y también en la ocasión en que Movistar+ se vio obligada a censurar uno de sus episodios. Un cómico amigo suyo pasó por La Resistencia para reírse de Ortega Lara y de su sufrimiento durante el largo secuestro al que le sometió ETA. Broncano, en vez de pedir disculpas, comentó que “me flipa el ímpetu y la furia con la que se juzga un chiste”, pero reírte de lo pequeño que era el zulo donde lo secuestraron no es un chiste, sino una burla. Broncano es experto en no decir nada, con mucho “jiji” y mucho “jaja”, pero a veces se le olvida y deja claro el tipo de cosas que tiene en la cabeza. A ver cuánto tarda esta temporada en que se le escape otra.

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