Cultura

El legado de David González: poeta, atracador y suicida derrotado

El artista asturiano deja poemarios destemplados y un pequeño grupo de lectores fieles que admiraban su estilo y su forma de enfrentarse a los conflictos de la vida

Montero Glez, uno de nuestros mejores novelistas vivos, se despedía así en Twitter: “Lo dije cuando vivía y lo digo ahora que acaba de morir. David González no solo era el mejor de nosotros, con diferencia, sino el mejor autor de los últimos tiempos en este país tan grosero con sus artistas”, escribió en Twitter. César Rendueles, ensayista de éxito y uno de los sociólogos de referencia de nuestra izquierda, fue más breve pero igual de contundente: “Se ha muerto David González. Entre otras muchas cosas, su poesía es una especie de antídoto contra el cinismo este que nos rodea como una bruma tóxica”, destacaba.

Otro de sus seguidores más fieles fue el cantautor Nacho Vegas, que le había dedicado en 2003 unas palabras que nos ayudan a situarnos: “La poesía que ha ido publicando David González es cruda y tierna a un tiempo y está marcada por experiencias vitales de las que te obligan a vomitar las cosas si no quieres morir ahogado en ellas: su paso por la cárcel, la vida imposible en una ciudad deprimida y el desencanto vital”, escribió. La entrevista que le hizo Vegas en la revista cultural Ladinamo se titulaba “Palabras duras como aceras” y contenía respuestas como esta: “Escribo para limpiarme por dentro, dije en una ocasión, hace tiempo; y sí, sigo pensando en la escritura como una forma de redención pero, ahora, también creo en ella como una forma de resurrección, resurrección de la conciencia”. Más claro todavía: “Escribo para que la muerte no tenga la última palabra”.

González venía de una familia obrera y estuvo empleado en el sector del metal hasta que no pudo más. “Trabajé diez años (en Ensidesa) en el último puesto del escalafón, a tres turnos, uno de esos trabajos que son para toda la vida, incluidas las épocas de crisis… Pero lo mandé a tomar por el culo el día que me diagnosticaron diabetes, les pedí un cambio de puesto, me engañaron y fui a la oficina del jefe del personal y le dije que me hiciera la cuenta, el finiquito, cagando leches, que dejaba la empresa, que se fueran a reír de su puta madre. Esto era el día 23 de diciembre, pues bien, aquel capullo, todavía tuvo la desfachatez de ofrecerme una botella de cava del más barato y un bote para guardar bolis, que era el regalo que nos hacían a los obreros por esas fechas navideñas, no creo que haga falta explicarte dónde le dije que se los podía meter”, me explicó en una entrevista en 2016. González no toleraba menosprecios a la dignidad personal.

González era ferozmente antifranquista, antifascista y antimonárquico, pero no toleraba que se menospreciase a Louis-Ferdinand Céline: "No era antisemita ni antihostias, era antitodo. Y no podía ser nazi ni fascista porque era médico de los pobres; no les cobraraba, joder, y él vivía en la miseria. Fíjate en las fotos de Céline: cómo vestía, como todo...Y por otra parte, quiero que quede claro: en la Alemania nazi los libros de Céline estaban prohibidos", explicaba en un excelente documental sobre sí mismo, titulado Vocación de perderdor.

David González contra los que mandan

Aquella fue una entrevista extraña, que yo le solicité porque leyendo su cuenta de Facebook me encontré un post donde confesaba que había decidido suicidarse por el método de entregarse a la fiesta sin medida. “Siete y cuarto de la mañana. Acabo de llegar a casa. Dos días sin dormir. Uno sin comer. Salvo una caja entera de rubifén, no sé cuántos gramos de speed y alcohol de todas las especies y en cantidades industriales. Sí, a qué engañarte a ti o engañarme a mí: la vida o lo que sea me ha vencido, me ha derrotado en toda regla, así que ahora voy a invertir mi tiempo y mi dinero (cuando lo tenga) en autodestruirme. Pero pasándolo lo mejor que pueda, es decir: drogas, mujeres, dobletes y tripletes y así hasta que el cuerpo ya no aguante…”.

Algunos de sus poemas fueron traducidos al portugués, al inglés, al alemán, al árabe y al húngaro

¿Qué había motivado esta decisión extrema? También lo explicaba en Facebook: “Si lees esto, no te confundas. No estoy deprimido o triste. Solo soy realista. Solo eso. Solo soy uno más de tantos y tantos fracasados e infelices y solitarios. Nada nuevo bajo el sol. Pero sí algo nuevo bajo la lluvia permanente que me espera de aquí a que la palme. Que espero, y lo espero sincera y literalmente, sea lo más rápido posible”.

Nacido en Gijón en 1964, González fue un poeta de culto, en el sentido de que sus textos eran leran venerados por unos pocos y devotos lectores. Su prestigio se cimenta en poemarios notables como Sembrando hogueras(2004), Anda, hombre, levántate de ti (2004) y Algo que declarar (2007), entre otros. Su última obra, Luz de la luciérnaga, llegó a las librerías el pasado 27 de enero. En su trayectoria, además, destacan numerosas colaboraciones en revistas y la dirección de la colección de poesía Zigurat, del Ateneo obrero de Gijón. Algunos de sus poemas fueron traducidos al portugués, al inglés, al alemán, al árabe y al húngaro.

David González estuvo en la cárcel de joven por participar en el atraco a un banco a los 19 años. Esto me contó sobre sus experiencias entre rejas: “Allí no hay ni solidaridad ni comunidad de ningún tipo, al menos en lo que a mi propia experiencia personal se refiere… En realidad, no veo mucha diferencia entre estar encerrado en mi estudio prácticamente toda la semana, sin ver a nadie, a estar encerrado en la celda de una cárcel, y lo digo sinceramente… Cuando careces de dinero, la calle es un auténtico infierno, una auténtica cárcel”, denunciaba.

Sus últimos años fueron muy amargos, entre la experiencia de la pobreza y el poco valor que se daba a su trabajo. “La cultura no es que se haya deteriorado, es que, salvo escasas excepciones, ya no existe. La cultura, en este país al menos, siempre ha estado del lado de los poderosos y solo hay que ver las bajadas de pantalones de los supuestamente grandes escritores cuando les otorgan un premio, cuanto mayor es el premio más se los bajan, y no tienen el menor inconveniente en darle la mano a un rey o a un dictador o a quien sea con tal de embolsarse la pasta. Para mí, en cambio, la cultura debería estar del lado de los humildes y de los desfavorecidos, pero, claro, estos últimos no te pueden conceder premios económicos. El problema es que la contracultura, a mi modo de ver las cosas, sigue el mismo camino”, deploraba.

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP