David Rodríguez, músico de culto 'indie' desde los años noventa, vive su mejor momento como compositor. Lo certifican su álbum ‘Consagración’ (2018) y el single ‘Valor sentimental’ (2019), ambos grabados con el proyecto La Estrella de David y aclamados por la crítica especializada. A pesar de la admiración que despierta entre muchos musiqueros, Rodríguez es conocido por una frágil autoestima que le impide creerse cualquier elogio. Estamos ante el único cantante español al que se le ocurriría salir en la portada de su disco sacando la basura al contenedor. ¿Cómo se le ocurrió la idea? “Tengo la sensación de que ahora se hacen muchos más discos que antes. Yo no escucho apenas nada, pero sé que hay un montón de artistas buenos. Salen tres o cuatro álbumes que merecen la pena cada día. Por eso publicar un disco me parece un poco como sacar la basura, imagino a todo el mundo diciendo 'mira, otro disco más'. Luego está la lectura más personal y más tristona, que consiste en que contar tus problemas emocionales es un poco como sacar tu basurita”, explica.
Antes de la charla en su barrio, en el metro de San Lorenzo (Madrid), repaso en Spotify sus canciones más escuchadas. Allí encontramos versos del tipo “todo está envejeciendo antes de tiempo”, “¿de qué te ríes? mañana llorarás” y “sabes que soy de otro planeta y que tu mundo es mejor”. Resumiendo: frases que suenan como arquetípicas de un deprimido crónico. Uno de sus himnos más populares es “Noches de blanco Satán”, donde cuenta la historia -autobiográfica- de salir a beber a un bar, tomar cocaína para animarse y que le ocurra el milagro de que le ‘entre' una chica "guapa" y "guay". El caso es que el protagonista no sabe como reaccionar y termina huyendo, rollo años dorados de Woody Allen.
"Admito que tengo una minusvalía emocional y siento que no encajo en ningún sitio, excepto cuando me engaño a mí mismo y hago un paripé", confiesa.
¿Tan complicado le resulta componer canciones animadas? “En realidad, intento acabar siempre las letras con algo positivo, optimista. También hay versos que dicen 'pero si me necesitas/ yo siempre acudo al momento’. Suelo hablar del amor, que es algo manido pero importante. Para mí el único amor verdadero ha sido el de mi hija, Estrella. Admito que tengo una minusvalía emocional y siento que no encajo en ningún sitio. Bueno, excepto cuando me engaño a mí mismo y hago un paripé. Entonces me siento bien comiendo tapas y canapés en los sitios. La idea de que no encajas va calando en ti como una gota malaya”, afirma. Entonces le recuerdo una vieja canción de Astrud, titulada justamente “Minusvalía”, que él se sabe de memoria y se pone a recitar. “Sabiendo como sabes lo que siempre le hago a la gente/ ¿cómo pensabas que contigo iba a ser diferente?”, canta en mitad del bar. “Ese no es mi problema, pero la canción es muy buena”, opina.
Cariño y droga
Entrados ya en modo ‘máxima confianza’, le pregunto si el problema no será los estimulantes qué escoge. Quienes crecieron en el cambio de milenio suelen recurrir a la empatía del MDMA cuando tienen problemas de timidez. “Soy muy poco drogadicto. Pasé algún año tomando cocaína los fines de semana, luego estuve muy metido en la marihuana, pero no mucho más. Al final lo que me funciona es lo de siempre, que es el alcohol como ayuda para desinhibirme. Lo importante es encontrar el límite, que en mi caso creo que son unas cinco cervezas”, precisa. ¿Se anima a contarnos cuál es su motivación para hacer música? “Empecé a componer para entenderme a mí mismo, para explicar cómo soy al mundo. Luego no consigo ninguna de las dos cosas. Si lo sigo haciendo es para que me hagan ‘casito’, que es una aspiración habitual”, admite.
Rodríguez empezó a destacar en la escena indie-alternativa, que despuntó en los años noventa. Tres décadas después, apenas nadie recuerda aquello. ¿Por qué han envejecido tan mal las canciones de aquella escena? “Para mí, solo han sobrevivido algunos temazos de Los Planetas y ya está. Quizá también Surfin' Bichos y alguna de Sr Chinarro. No sé qué más. Hoy apenas escucho nada de esos años. Muchos 'indies' han hecho su mejor música después de que muriera el 'indie'. Fuimos una generación bastante tonta del nabo que tardamos en madurar. Todo empezó a mejorar cuando apartamos ese inglés de ‘guachigüei’. Tampoco es que nadie nos pidiera un nivel artístico más alto. Solamente Los Planetas tuvieron claro desde el principio que querían profesionalizarse”, recuerda.
Para terminar, me da morbo preguntarle por la relación con sus seguidores, a quienes imagino tan insólitos emocionalmente como él. “No tengo muchos fans, ni son muy obsesivos. No destaco por ser simpático y supongo que por eso no se acercan mucho. A algunos les impongo porque parezco borde y piensan que les puedo soltar una hostia. Otros que me quieren cuidar, piensan que necesito cariño. Ahí lo clavan porque es justo lo que transmiten mis discos: historias de una persona arisca que necesita que la quieran”, resume.
La Estrella de David actúa el 8 de agosto en el Teatro Kamikaze (Pavón) de Madrid a las 20:30.
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