Decía Víctor Sevilla, Secretario de Estado de Hacienda entre 1982 y 1984, que "España es un país con buenos negocios y malas empresas". Se está más pendiente del próximo pelotazo que de crear estructuras sólidas que vayan mejorando año tras año. Un ejemplo claro es nuestra escena festivales, tan exitosa como volátil y precaria. Podemos poner como ejemplo el Festival Internacional de Benicàssim (FIB), la marca que inició la fiebre actual y que actualmente vive sus horas más bajas. Hace tiempo que no tiene las actividades paralelas que le conectaban con el pueblo (moda, arte, fiesta el lunes en la playa…), su cartel se repite más que el ajo y ha abrazado el espíritu de festivales de bajo coste como el Arenal Sound, que crecieron a su sombra (no por casualidad, al FIB lo compró la empresa responsable del Arenal, The Music Republic).
Es una de las muchas decadencias que nadie discute. “El FIB resta más que suma”, dijo hace unos días a la prensa local Juan Miralles, presidente de la Asociación de Empresarios de Hostelería de Benicàssim (Ehosbe), Juan Miralles. “En la hostelería estamos en desacuerdo con el FIB; no nos aporta nada, al contrario, nos resta clientes". Y es que se crean paquetes económicos en complejos hoteleros de municipios próximos y autobuses lanzadera “que hacen que el pueblo prácticamente ni lo pisen. El FIB nos perjudica porque mucha gente, de Castellón y Villareal y la provincia en general, que suele venir los fines de semana, deja de venir pensando que estará lleno”, lamenta.
La estabilidad no es el punto fuerte del mercado. El festival malagueño Cala Mijas, que arrancó a lo grande en 2022, con un recinto de 145.000 metros cuadrados y pensado para 107.000 espectadores por edición, fue suspendido hace una semana por impagos de 1.2 millones de euros por parte del ayuntamiento. Lo impulsó en 2022 un consistorio del PSOE pero el actual equipo del PP no ve claro el proyecto, ya que hay reparos por parte de Intervención y de los técnicos municipales. El propio presidente Pedro Sánchez acudió a una de las ediciones, tuiteando elogiosamente sobre el certamen, que ha muerto mucho antes de lo previsto. La promotora Last Tour International ha confirmado el cierre, dejando claro que el mercado anda más enrarecido y vulnerable que nunca. También duró un suspiro el Andalucía Big Music Festival, que duró una sola edición, marcada por la cancelación de su cabeza de cartel más esperado, Rage Against The Machine.
Festivales y burbujas
El periodista Nando Cruz triunfó el verano pasado con el ensayo Macroestivales, el agujero negro de la música (Península), que acaba de alcanzar su sexta edición. Al compartir la noticia de estas dos cancelaciones, comentó lo siguiente en Twitter: “En absoluto veo lo de Cala Mijas como un síntoma de que vaya a pinchar la burbuja de los festivales. Sí creo que el único actor con capacidad para pincharla son los ayuntamientos y demás administraciones públicas. ¿Cómo? Fácil: dejando de hincharlas”. Algo parecido dijo a Vozpópuli durante una entrevista el año pasado, con motivo de la publicación de su libro: “Ojalá muchos ayuntamientos se den cuenta de que están haciendo el canelo sometiéndose a las amenazas de los festivales”, advertía.
El año pasado la Comunidad de Madrid subvencionó el Primavera Sound con 850.000 euros y obtuvo una edición desastrosa y la espantada del festival
¿Más madera? “Lo que no tiene sentido es seguir inyectando dinero público a un modelo de ocio musical masificador y tan hostil con el entorno. Es pan para hoy y hambre para mañana. Se ha descubierto que la música en vivo puede atraer visitantes y generar dinero y se están entregando partidas gigantescas de los presupuestos de cultura que se consumen en tres días; lo que dura el festival. La única solución que veo es darle la vuelta a esas políticas culturales que solo tienen ojos para unos macroeventos que enriquecen básicamente al sector servicios y empobrecen el sector cultural. Si todos los millones de euros entregados al circuito festivalero se hubiesen invertido en fortalecer un tejido musical de proximidad y activo todo el año, tal vez hoy los músicos se ganarían mejor la vida y el público vería la música en vivo como algo cercano y cotidiano; no solo, como una fiesta para un fin de semana de verano”, denunciaba Cruz.
Hace unos días se anunciaba también la cancelación del Air Music Festival de Getafe, que se iba a celebrar los próximos días 10 y 11. Sólo faltaba una semana para que abriese sus puertas a grupos como Vetusta Morla, Sexy Zebras y Varry Brava, pero la organización citó "desafíos logísticos y técnicos" para su cancelación. Los que que pierden siempre son los asistentes, que ya tendrían comprado y reservado el transporte y alojamiento. También pagan los ayuntamientos que habían concedido ayudas (es decir, todos los contribuyentes). La Comunidad de Madrid está sudando para consolidarse como ciudad festivalera: el año pasado subvencionó al festival de Barcelona Primavera Sound de Barcelona con 850.000 euros y obtuvo una edición desastrosa, marcada por el caos del transporte, que decidió a la organización a no repetir en 2024.
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