Era joven y estaba enamorado de una mujer con la que surcaba el mar en el barco más pomposo y que se anunciaba como “insumergible”. Como el personaje de Jack Dawson, interpretado por Leonardo Di Caprio en Titanic, tenía veintipocos años y albergaba la ilusión de llegar a Nueva York, pero también como el aterido Di Caprio agarrado a la tabla de Rose acabó ahogándose en las gélidas aguas del Atlántico Norte después de asegurarse que su amada encontraba un opción para salvar la vida.
Su nombre era Víctor Peñasco y Castellana y había comprado un pasaje en el primer viaje del transatlántico más famoso del momento. El Titanic prometía un viaje de lujos entre las islas británicas y Nueva York, especialmente para los que como el español habían pagado un pasaje en primera clase. Si Di Caprio era un polizón, Peñasco había desembolsado una fortuna para embarcar junto a su mujer María Josefa Pérez de Soto, de 22 años y su doncella Fermina Oliva.
El camarote C-65 costó 108,18 libras esterlinas, una auténtica fortuna, según recoge La Leyenda del Titanic. La exposición inmersiva que acoge Matadero Madrid. La pareja embarcó en Chesburgo y su camarote era una lujosa y amplia estancia exterior. Él era millonario y sobrino del presidente del gobierno José Canalejas y junto a su mujer llevaban unos meses recorriendo Europa en su luna de miel. Tras el impacto contra el iceberg, María Josefa y Fermina se pusieron a resguardo en uno de los botes salvavidas, mientras Peñasco se despidió de su mujer en la cubierta del Titanic, ya herido de muerte. “Pepita, que seas muy feliz”, fueron las últimas palabras que Peñasco le dijo a su esposa.
Un destino similar tuvo Servando Ovies Rodríguez de 36 años, otro de los españoles que fallecieron en el Titanic. Gerente y socio de una empresa de La Habana, tenía la intención de viajar a América en un viaje de negocios, pero perdió la vida en el naufragio. Su cuerpo fue recuperado y enterrado en Canadá, sin embargo pronto se sospechó, como ocurrió con el caso de Peñasco, que la familia había comprado un cadáver para acelerar los trámites legales con la herencia. Sin cadáver o acta de defunción, la esposa de Peñasco no podría haber heredado ni haber rehecho su vida con otro hombre hasta 20 años después de la tragedia.
De las 2.223 personas que viajaban a bordo del Titanic, 1.517 murieron, con una mayoría de decesos entre la tercera clase.y la tripulación de la nave donde el porcentaje de muertos se dispara respecto a primera y segunda clase. De los 329 pasajeros de primera, 130 perecieron; mientras que en tercera clase murieron 563 de 710 pasajeros, porcentaje parecido al de los trabajadores, de los 899 que viajaban, perdieron la vida 685. El otro gran sesgo son las bajas entre hombres y mujeres, la inmensa mayoría de los caídos son varones siguiendo el mandato del salvamento de “mujeres y niños primero”, como le sucedió a nuestro protagonista.
La muestra expone objetos relacionados con el barco y sus tripulantes pero sus principales bazas las reserva al aspecto audiovisual. Varias salas de realidad virtual y un gran espacio inmersivo con una proyección de 360º sumergen al espectador, nunca mejor dicho, hasta el trágico hundimiento.
La gran apuesta llega en el capítulo final en el que el visitante, equipado con unas gafas de realidad virtual, podrá caminar por una recreación del barco. Si bien la muestra logra por momentos adentrarse en el Titanic, el pobre aparato gráfico de algunas de las recreaciones sacará al espectador del barco para hacerle pensar que se mueve en un videojuego de los primeros 2000.
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