Dos años después de la explosión social del 15-M, cuando el movimiento estaba en su punto de máximo consenso, el sociólogo asturiano César Rendueles (1975) publicó su primer ensayo: Sociofobia: el cambio político en la era de la utopía digital (Capitán Swing). Se trata de un libro claramente enmarcado dentro del activismo de izquierda, pero que no renunciaba a señalar algunas de las disfunciones de ese bando.
El libro ha alcanzado seis ediciones en España, fue traducido al inglés Columbia University Press, al alemán por la prestigiosa Suhrkamp y también hay versión brasileña. Además fue escogido como mejor ensayo del año por los lectores de El País. Hoy se cita también desde la derecha, por ejemplo en el libro colectivo Ser conservador es el nuevo punk, donde el joven diputado de Vox por Málaga, Carlos Quero, lo recomienda en el primer texto del volumen.
Así describía Rendueles las motivaciones de su ensayo el año de su publicación: "Siguiendo una idea de Antoni Domènech, me preguntaba por la diferente suerte que han corrido los valores del lema revolucionario que atraviesa la modernidad: libertad, igualdad y fraternidad. Hoy la libertad cotiza al alza. Ser libre es bueno, y punto. En cambio, el rotundo éxito del proyecto neoliberal ha relegado el igualitarismo a un lugar periférico de nuestro espacio político. A eso se refería Margaret Thatcher cuando le preguntaron cuál había sido su mayor logro y respondió: el nuevo laborismo. El caso de la fraternidad es aún más radical. La palabra ha desaparecido de nuestro vocabulario político y suena a club pijo universitario", lamentaba.
Sociofobia y consumismo
El tiempo ha dado la razón a este texto en muchos aspectos. La idea de que las redes sociales y la tecnopolítica jugaban a favor de la izquierda era un simple espejismo. La igualdad sigue sonando poco sexy comparada con la libertad, omnipresente en el debate político. La falta de fraternidad, incluso entre cuadros de mando que fueron compañeros de facultad, ha destruido a la izquierda del PSOE.
Rodríguez Zapatero aseguró que lo que necesitaba nuestro país eran 'menos ladrillos y más ordenadores'.
En 2023, el autor ha reflexionado sobre Sociofobia, confirmando resultados que preveía: "Hoy vemos Internet, las redes sociales y todo el ecosistema digital con un profundo desencanto. Nos parece poco menos que una distopía nihilista de ira, vacuidad, resentimiento, agresividad, y falsedad. Pero, ¿qué pensábamos exactamente que iba a pasar al poner en contacto en un espacio digital anónimo a individuos sin un proyecto de vida en común ni herramientas deliberativas y entregábamos el control de sus interacciones a algoritmos diseñados para pelear por su atención y monetarizarla?", destaca.
En algunas de las entrevistas de la promoción del libro, el autor señalaba el bucle paradójico en el que se encuentra encerrado el progresismo occidental: "Por un lado, los izquierdistas celebraron la destrucción de las cadenas ideológicas y culturales de las comunidades tradicionales. La expresión más famosa de este rechazo del pasado es un pasaje del Manifiesto Comunista donde Marx y Engels elogian apasionadamente el capitalismo. (...) Por otro lado, los anticapitalistas rechazan el individualismo moderno, el declive de la solidaridad y el surgimiento de sociedades de masas. (...) Esta ambigüedad planteó un dilema ético fundamental para la izquierda política. Queremos ser individuos libres y, al mismo tiempo, parte de una red de solidaridad profunda y genuina que no sea meramente burocrática. Queremos una economía eficiente que nos permita elegir entre diferentes ocupaciones y fomente el talento. Pero no queremos un mercado laboral que nos obligue a competir entre nosotros. Es lo que nos pasa a nosotros como turistas. Viajamos en busca de lugares maravillosos, y ciertamente serían prístinos, si no fuera por todas esas otras personas que también han venido a visitar estos sitios", señala.
El ciberfetichismo no fue solo cosa de Podemos y Los Comunes. Otros se dejaron seducir por ese humo: "La izquierda tecnoutópica también tenía su versión socialdemócrata y conciliadora. En un acto electoral de 2009, con la Gran Recesión ya arreciando, el entonces presidente español José Luis Rodríguez Zapatero aseguró que lo que necesitaba nuestro país eran 'menos ladrillos y más ordenadores'. Hoy, con millones de personas atrapadas en el timo piramidal de la criptoburbuja, cuesta entender que sea una sustitución tan evidentemente ventajosa de la dictadura inmobiliaria que padece España desde hace décadas", señala.
¿Conclusión? "La auténtica tragedia tecnopolítica es el desperdicio, lo sistemáticamente que infrautilizamos nuestras redes y dispositivos hasta el punto de que ni siquiera somos capaces de desarrollar sus usos políticos alternativos más poderosos. El equivalente de mover un vehículo diésel de más de una tonelada para llevar a una persona de 80 kilos a comprar una cajetilla de tabaco es usar un procesador miles de veces más potente que los del Apolo 11 para compartir memes sin gracia".
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