En lo más duro del encierro, a mediados de abril, Hola y Semana dieron una feliz noticia para su público. La Casa de Alba esperaba el nacimiento de la que en el futuro será duquesa de Alba titular. Es la niña que espera el matrimonio formado por Fernando Fitz-James y Solís, heredero del actual duque, y Sofía Palazuelo.
Ya ha sucedido en tres ocasiones que una mujer ocupase la titularidad de la casa más noble de Europa, lo que ha provocado varios cambios de “dinastía” y un constante baile de apellidos. El último sucedió cuando la duquesa de Alba, Cayetana Fitz-James Stuart, tuvo su primer hijo, Carlos, en 1948. La duquesa de Alba se había casado con el aristócrata Luís Martínez de Irujo, y naturalmente al niño le pusieron de primer apellido Martínez de Irujo, así como a los cinco hermanos que le siguieron. En aquella época hacía falta un decreto de Franco para alterar el derecho civil de nombres, y el Generalísimo sólo empleó ese recurso para que su nieto mayor se llamase Francisco Franco.
Hasta los 40 años el heredero de Alba se ha apellidado, por tanto, Carlos Martínez de Irujo, hasta que en 1988, cuando la legislación pertinente se había hecho muy permisiva, decidió cambiar el orden de sus apellidos y llamarse Carlos Fitz-James Stuart. Uno de sus hermanos, Jacobo, tomó la misma decisión, pero los otros cuatro se mantuvieron fieles al apellido paterno y son Martínez de Irujo. Sería una situación rara para cualquier familia corriente, pero está claro que los Alba no lo son.
El apellido original de la casa de Alba fue Álvarez de Toledo. Ese era el nombre que ostentaban los llamados “Albas Mayores”
El actual duque de Alba, que hace el número XIX en el título, intentó de esa manera burlar la historia, que en otras ocasiones se ha impuesto a los más señeros linajes. El apellido original de la casa de Alba fue Álvarez de Toledo. Ese era el nombre que ostentaban los llamados “Albas Mayores”, los que fueron protagonistas principales de la Historia de España entre el siglo XV y el XVII. Pero en 1739, a falta de varón, María Teresa Álvarez de Toledo (1691-1755) se convirtió en XI duquesa de Alba.
Como titular del ducado fue la primera mujer grande de España por derecho propio. Fue complicado encontrarle un marido que no resultase de inferior rango, pero al fin se casó con Manuel de Silva Mendoza y Cerda, descendiente de Alfonso X el Sabio. El XII duque de Alba se llamó por tanto Fernando de Silva, pero este apellido no iba a durar mucho, porque no le sobrevivió descendencia masculina y el título iría a parar a otra mujer, su nieta María Pilar Teresa Cayetana de Silva, XIII duquesa de Alba (1762-1802).
Conocida por Cayetana, igual que la famosa duquesa de Alba que nosotros hemos conocido, Cayetana de Silva fue aún más famosa que su descendiente gracias a los pinceles de Goya. Hubo algún tipo de romance entre la duquesa y el pintor, el genio aragonés desde luego estuvo enamorado de ella y la leyenda pretende que es la Maja de Goya, aunque no hay ninguna evidencia de ello.
Amantes aparte, Cayetana de Silva tuvo un estupendo marido, un hombre cultivado y exquisito que también pintó Goya leyendo una partitura de Haydn, aunque lo que decidió su elección como novio ideal fue su nombre: se llamaba José Álvarez de Toledo, y era primo de Cayetana. Suponía que la casa de Alba retornaría a su apellido ancestral, el de los Albas Mayores. Por desgracia no tuvieron ni hijas ni hijos y así, en vez de volver al rancio apellido castellano, lo que sucedió es que el título fue a parar a una dinastía extranjera, la de los Fitz-James Stuart.
El primer Fitz-James Stuart
Fue un sobrino de la duquesa Cayetana quien se convirtió en XIV duque de Alba. Se llamaba Carlos Fitz-James Stuart (1794-1835), una curiosa coincidencia con el duque actual, con quien también comparte haber sucedido a una duquesa Cayetana. Parece casualidad, pero estas familias de prosapia hilan muy fino en lo de los nombres.
Carlos Fitz-James no era un cualquiera, descendía de un hijo natural del último rey Estuardo de Inglaterra, Jacobo II, o James II en inglés. Precisamente el apellido Fitz-James Stuart quiere decir, literalmente traducido al español, “Hijo de Jacobo Estuardo”. Llevar un apellido así implicaba ser descendiente de los reyes de Inglaterra. El hecho de que fuera por vía ilegítima carecía de importancia a efectos sociales, aunque no pudiese heredar el trono era un miembro de la realeza. Eso explica el apego a ese apellido del actual duque de Alba.
Aquel primer Carlos Fitz-James Stuart, XIV duque de Alba, heredó el título con ocho años y no vivió gestas heroicas como sus antepasados de uno u otro apellido. Cuando estalló la Guerra de la Independencia todavía era un niño y su madre se lo llevó de España, viviendo durante años en Francia y luego en Italia. Pero hizo algo importante por la casa de Alba. En Italia se aficionó al arte y compró muchas obras que forman parte de la fabulosa colección de Alba. Él fue el primer español que se interesó por Fra Angélico, y se trajo a España la exquisita Virgen de la Granada, que su tocayo actual ha vendido al Museo del Prado.
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