Cultura

De las divas de Disney al “Zorra” de Eurovisión: por qué el planeta pop se ha convertido en un burdel

¿Tiene sentido seguir considerando que emputecerse es liberador para las mujeres?

Hace diez años, durante la promoción del excelente ensayo Sociofobia, el filósofo César Rendueles mostraba su rechazo al giro que estaba dando la cultura popular en Occidente: “Disney Chanel… me resulta delictivo. El ideal de vida Disney es el de un burdel tailandés… Cada vez que paso delante de una juguetería llena de mierda sexista me apetece pegarle fuego. Barbie al menos tenía profesiones pijas, hoy las muñecas se dedican básicamente a adelgazar”, denunciaba. Si volvemos la vista a 2001, cuando Britney Spears pasó del Club Mickey Mouse a los bailes de stripper con faldita de colegiala, este tipo de sexualización todavía causaba cierto escándalo. Hoy, en cambio, lo que sería sorprendente es que alguna diva pop lograse evitar ese camino, tras las mutaciones megasexuales de Christina Aguilera, Miley Cyrus y Selena Gómez, entre tantas otras.

Hablemos claro: el grupo Nebulossa tienen todo el derecho a presentarse a Eurovisión con una letra que identifica convertirse en una zorra con ser una mujer empoderada, lo que no cuela es que eso sea algo novedoso o emancipador, ya que hace años el planeta pop se ha convertido en un burdel. Dos días antes de la final del Benidorm Fest, actuaba en el Wizink Center (Madrid) la icónica trapera La Zowi, que apostó por ‘ser la más puta’ como eje de su discurso artístico, empezando por la seminal canción “Raxeta” y siguiendo por himnos como “Bitch mode”, “Baby come and get it”, “Putas”…El filósofo Ernesto Castro, autor del manual de referencia sobre trap, ya señalaba que en esta escena musical el paradigma de liberación femenina era el “zorrón normativo”.

En los últimos años, Mala Rodríguez, la artista más prestigiosa del hip-hop español, ha recibido numerosas críticas por cambiar su imagen desde luchadora callejera a pibón provocativo de Instagram, algo que muchos consideran un paso atrás. Su respuesta es rotunda ante quienes no comparten su deriva: “Antes los hombres usaban a las mujeres para sacar beneficio de sus cuerpos y ahora somos nosotras nuestros propios proxenetas”, replicaba. El viaje de La Mala tiene que ver con experiencias personales tortuosas: “Viví con un hombre que no me permitía salir a correr, que me prohibía cierta ropa y que no quería que hablara con nadie. (...) Los conciertos, ahora, en bragas y sujetador. Mi destape es la respuesta a tantos años de coerción”, explicaba en su autobiografía. ¿Es esto un caso aislado o relevante en nuestra época?

Lo que supondría hoy un shock es que alguien se atreviera a grabar un himno antiabortista como “Papa don’t preach” o una celebración del amor a Dios tan eufórica como “Like a prayer”

Uno de los mejores cuestionamientos a la metamorfosis de La Mala lo formuló el ensayista Alberto Olmos, autor de Tía Buena. Una investigación filosófica (Círculo de Tiza, 2023). “Hay una cita de Marx que vi en Twitter (de hecho, en una página de un libro de Pasolini) que dice algo así como: el capitalismo consigue que la gente convierta en mercancía su dignidad. Yo creo que en eso estamos ahora muy precisamente, como señalan Eva Illouz, Nina Power y Byung-Chul Han. Así, puedes pensar que es cojonudo que una mujer gane millones de dólares al año en OnlyFans, una web donde los usuarios se suscriben por una cuota mensual para ver a la chica que les gusta desnuda o practicando sexo (no he entrado nunca, pero supongo que va por ahí la cosa). Y puedes pensarlo porque hace décadas, una Marilyn Monroe cobraba un puñado de miles de dólares por hacer una película que le daba a la productora (liderada por hombres) decenas de millones. Pero la sorpresa es ésta: la chica que más gana en OnlyFans es Blac Chyna, que ingresa 20 millones de dólares al mes (¡al mes!). Pues bien, el dueño de OnlyFans es un señor que gana 1,8 millones dólares ¡al día! con todas esas mujeres que se desnudan empoderándose. Tú me dirás”, contestaba a Vozpópuli en la entrevista que mantuvimos.

Burdel pop y lo que surja

Quienes fuimos adolescentes en los años ochenta pudimos ver en directo uno de los pasos principales para la instauración de la figura de la “puta” como paradigma liberador (aunque no usando esa palabra ni equivalentes de manera explícita). Me refiero al ascenso meteórico de Madonna, cuya carrera estuvo salpicada de escándalos que ahora nos parecen de una inocencia pasmosa. Llevar parte de la lencería visible o cantar al placer sexual femenino es algo habitual en nuestra época, no hay más que ver las estanterías de tiendas como H&M, Primark y Bershka. Lo que supondría hoy un shock es que alguien se atreviera a grabar un himno antiabortista como “Papa don’t preach” o una celebración del amor a Dios tan eufórica como “Like a prayer”.

Las políticas de la emancipación son profundamente contextuales. No es lo mismo reivindicar la liberación femenina antes de Mayo del 68 que hacerlo en la actualidad, cuando padecemos una sobredosis cotidiana de estímulos sexuales, con la pornografía dominando y estandarizando nuestras expectativas. Como se ha dicho tras el triunfo de “Zorra” en el Benidorm Fest, no es lo mismo defender este mensaje ahora que hacerlo en la Transición, cuando Las Vulpes fueron censuradas por “Me gusta ser una zorra”. Seguramente el mayor desafío a los tópicos sexuales contemporáneos desde el planeta pop será la inminente gira mundial de Luis Miguel, donde sonará himnos de amor tradicional como los inmortales boleros del maestro Armando Manzanero. “Somos novios/ nos tenemos un cariño limpio y puro…”, reza uno de ellos.

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