Cultura

DJ Nano: de las fiestas tóxicas donde arrancan urinarios a posar con los reyes de España

Podría comenzar recomendando la autobiografía de DJ Nano, pero antes de llegar a las tiendas ya iban por segunda edición, así que no parece que el público ande despistado al

Podría comenzar recomendando la autobiografía de DJ Nano, pero antes de llegar a las tiendas ya iban por segunda edición, así que no parece que el público ande despistado al respecto. Al otro lado de la cabina (Cúpula) es una amplia semblanza vital escrita a cuatro manos, donde se habla de electrónica, delincuencia, sexo, drogas, paternidad y negocios millonarios, todo ello regado con ‘cameos’ de celebridades como Isabel Preysler, Fonsi Nieto, David Guetta, Froilán de Borbón y Dani Martín, entre otros. También tiene palabras de respeto para discjockeys clave en la escena nacional como Óscar Mulero y Toni Rox, que ayudaron a abrir camino.

A lo largo del libro, hay algo que brilla por su ausencia: los excesos del protagonista, un auténtico jefazo de la noche capaz de un autocontrol enorme respecto al posturero y los estupefacientes. Seguramente estamos ante la cabeza mejor amueblada de la escena electrónica española, alguien capaz de renunciar a convertirse en estrella global porque odia no estar presente cuando su hijo aprende a nadar (lo explica en una de las páginas más emocionantes del texto). Las otras dos manos de esta autobiografía son las del periodista musical Miguel Ángel Bargueño, para quien esta es su cuarta publicación. También ha escrito sobre Enrique Urquijo, Malú y las mujeres en el rock, todas recomendables en opinión de Vozpópuli.

¿Cuál de las anécdotas describe mejor al protagonista? Yo escogería su inusual discurso sobre la tinta que lleva en la piel: “Cuando me preguntan ‘¿Qué significan tus tatuajes?’, respondo que muy pocos tienen sentido”, reconoce. Se muestra orgulloso de lucir la palabra 'Travis' -el nombre de su hijo-, del edificio de Callao que simboliza su amor por Madrid y de la frase ‘Volver a ser un niño’, letra de sus adorados Los Secretos. “Tengo otras cosas que son unas mierdas… Durante una época tuve una casa en la calle Fuencarral de Madrid, y justo debajo había un estudio de tatuajes. Día sí, día también, me bajaba a tatuar lo primero que se me pasaba por la cabeza. Tengo unas patatas fritas del McDonalds en la pierna derecha. La cara de una mujer que llevo en el lado izquierdo…no es de nadie. Me gustó esa cara y cómo quedaba. Algunos me dan palo: llevo en los gemelos unas calaveras y debajo pone ‘Fuck you’; debe de ser que ese día andaba mosqueado. A veces, mientras voy andando, pienso: ‘Parece que estoy insultando a la gente’. Siempre me he tatuado mucho por impulsos”, lamenta. Hay que ser muy inteligente, y tener gran sentido del humor, para admitir los errores de manera tan abierta.

DJ Nano, entre la cabina y las corporaciones

La historia de José Luis Garana de los Cobos (Cartagena, 1977) no es la típica montaña rusa de tantos artistas de éxito. Hablamos de un niño que creció en una familia acomodada de Madrid, pero que tuvo que enfrentarse a un duro episodio de maltrato por parte de una madrastra. Grafitero adolescente, encontró su lugar en el mundo en las cabinas y desde entonces todo fueron éxitos, alimentados por su sólida ética del trabajo. El primer punto de inflexión llega en el aparcamiento de la sala Universal Sur a las seis de la mañana. Allí le esperan dos señores maduros, responsables del grupo Kapital, que le ofrecen tres millones de pesetas mensuales por poner al día su red de discotecas. Nano recibe el encargo inseguro, incluso nervioso, pero aprovecha la oportunidad y se convierte en una estrella ascendente. A partir de ahí, todo será disciplina hasta alcanzar su estatus actual de icono (no solo de las cabinas, sino de los negocios y las acciones corporativas, desde Fanta a Ron Brugal, pasando por los Grammy latinos).

La historia de Nano desmiente el tópico de los DJ como playboys del macarreo que no dan un palo al agua

Ha vivido en el lado salvaje de la vida, casi siempre a distancia prudencial. Algunos recuerdos son de gran crudeza: “Circulaba una droga nueva en la ciudad llamada GHB, una droga líquida con la que la gente se da unas pasadas increíbles; yo lo veía en salas como Bali Hai y Morocco. Fue una época muy loca en Madrid y todo giraba en torno a esa droga. Nunca la probé, pero sí que vi a gente en estados muy locos. En aquella fiesta estoy seguro de que había GHB en grandes cantidades. Destrozaron los baños, arrancaron dos urinarios de la pared, y ya, en pleno declive, una chica que estaba en el interior de la sala salió a la calle, se encaminó al Viaducto y se suicidó, arrojándose al vacío. Se canceló la sesión y nunca más hicimos otra fiesta allí. Fue un momento muy complicado”, recuerda.

Seguimos por el sendero tortuoso: “Comencé a pinchar en muchos ‘after.’ Terminaba mis ochos horas en Ku y me iba a una discoteca terrible que se llamaba Max, en la calle Aduana, en pleno centro. Era el ‘after’ de los ‘after’. De amplias dimensiones, tenía columnas en la pista de baile y muchos recovecos oscuros donde ocurrían todo tipo de historias. Allí se congregaba gente que llevaba de fiesta desde la noche anterior, lo mejor de cada casa. Lo frecuentaban putas de la calle Montera y muchos travestis; la clientela iba muy pasada, y putas y travestis se aprovechaban del personal. Veías a un tipo enrollándose con una travesti al lado de la cabina y sabías perfectamente que no era consciente de con quién se estaba morreando. Imagino que cuando se le acabase el pedo se daría cuenta; no quiero ni saber como debía de ser su despertar”, comparte.

Millones y jabalíes

Existe una factor universal para medir la calidad de un libro: que te ayude a librarte de clichés sobre el asunto del que trata. En este caso, la historia de Nano desmiente el tópico de los discjokeys como playboys del macarreo que no dan un palo al agua. "He llegado a hacer un sábado cinco bolos seguidos. A lo mejor empezaba con una sesión por la tarde en Madrid, por la noche me hacía tres en Toledo, Guadalajara y Ciudad Real, y acababa en Cuenca. Eran unas palizas impresionantes. Hemos viajado de noche por carreteras inhóspitas de la España vacía. Sin luz, se cruzaban jabalíes, nos hemos quedado tirados con el coche y no había cobertura en el móvil...", confiesa.

Me llevaba amigos para no conducir y acababa conduciendo. Yo no bebía ni una gota", recuerda

¿Cómo es posible que nunca tuviera un accidente en esas condiciones? "Por supuesto, nada de drogas ni de alcohol... Mis acompañantes ya eran otra cosa. Mis amigos, a la tercera discoteca ya iban perjudicados. Así que muchas veces conducía yo. Me llevaba amigos para no conducir y acababa conduciendo. Yo no bebía ni una gota. Tenía un amigo dueño de un Seat Panda , y era la época en que pinchaba sobre todo en Castilla-La Mancha. En ese Panda viajamos muchas veces", explica. A la altura de la página 113, el lector ya tiene claro que puede confiar en DJ Nano para hacer de canguro de sus niños y que es más responsable que la mayoría de reguladores del sector bancario.

Su viaje vital es fabuloso: de relaciones públicas repartiendo flyers el metro de Moncola a ser escogido como representante de la música electrónica para un acto de los Reyes de España en apoyo a la Cultura durante la pandemia. Las paradas intermedias incluyen Miami, Colombia, Las Vegas y fiestones históricos en Ifema, ante el escepticismo de los gestores del recinto. Además de su enorme compromiso, estamos ante un profesional del espectáculo capaz de conectar brutalmente con el gran público gracias a proyectos como 'Oro Viejo' y 'Popland', que le han hecho pensar en la posibilidad de producir su propio musical de la Gran Vía sobre la historia del baile en España (o sobre el 'bakalao').

Por encima de todo, estas 208 páginas contagian un enorme amor y respeto por su profesión. A Nano se lo llevan los demonios cuando recuerda, decepcionado, una actuación errática de los clásicos Front 242, que se ve obligado a suspender. O cuando narra -sin dar el nombre- la noche en que un DJ clásico de Ibiza se intoxica tanto en una de sus fiestas que se muestra incapaz de pinchar y termina yéndose con unos chavales al baño. También queda claro su amor a los platos cuando incluye al final del libro una lista de DJs con los que se ha cruzado y compartido momentos especiales. ¿Conclusión final? Aplausos para la integridad y determinación de DJ Nano.

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