Cada semana, los hospitales de Chicago mandaban a la morgue a alguna veinteañera que se desangraba después de haberse rasgado el útero. Hierros no esterilizados y productos químicos abrasivos acaban provocando septicemias que se llevaban la vida de mujeres con un embarazo no deseado y que no tenían más remedio que echarse en las manos de algún charlatán, muchas veces controlado por la mafia local. Con el aborto tipificado como un delito, un grupo de mujeres organizó, a finales de los sesenta, una red de abortos clandestina que llegó a facilitar 11.000 intervenciones en cinco años.
El Chicago de aquellos años era una caldera en la que se mezclaban las manifestaciones en contra de la guerra de Vietnam y favor de la igualdad de derechos entre blancos y negros, con marchas con banderas confederadas y lemas racistas. “No os queremos porque oleis peor que los cerdos”, vociferaba una mujer blanca a un grupo de negros que marchaban en una protesta por la ciudad en el año 1966. Martin Luther King, que llegó a ser alcanzado por una piedra, estuvo presente en esa manifestación y se mostró sorprendido por haber encontrado mayor odio que en Alababa o Missisipi.
Respecto a la libertad sexual, era una sociedad muy marcada por la religión, en la que se ponían trabas para acceder a los anticonceptivos, y en la que los médicos solo recetaban la píldora a las mujeres casadas. La consecuencia lógica eran embarazos no deseados que la ley prohibía interrumpir.
"¿Embarazada? Llama a Jane"
Es este contexto reivindicativo en el que un grupo de mujeres veinteañeras decidieron que las pancartas se le quedaban cortas y pasaron a la acción. Empapelaron las calles con carteles: “¿Embarazada? ¿No quieres estarlo? Llama a Jane”. Aunque no pensaron mucho en el nombre de Jane para sus carteles, las integrantes del grupo que facilitaba los abortos acabaron siendo conocidas como ‘las Janes’, título también del documental de HBO Max que recoge su historia.
Los teléfonos comenzaron a sonar. Las Janes atendían las llamadas y apuntaban en tarjetas las circunstancias de cada una de las mujeres: el tiempo que llevaban embarazadas, el dinero disponible, y un pequeño historial de alergias o posibles complicaciones. El documental ha recuperado decenas de estas hojas, que en breves apuntes muestran la dura realidad de muchas mujeres: “4$”, “21 años”, “3 hijos”, “estoy aterrada”...
Las Janes se encargaban de llevar a las mujeres al lugar del aborto y de cobrarles para pagar al abortista. Este era el único que se lucraba en todo el proceso y había sido convencido por el grupo de mujeres de que tendría que realizar algún aborto de forma gratuita. Las Janes siempre pedían a las mujeres que acudían a abortar que aportaran lo máximo posible, para poder cubrir así la parte de otras que no tenían ni un centavo.
El abortista era un albañil que había aprendido a realizar los abortos como asistente de un cirujano. En un primer momento, el grupo desconocía este importante detalle, pero los buenos resultados, la empatía demostrada con las pacientes, y la recurrente negativa de médicos colegiados a implicarse, les hizo obviar el caso de intrusismo de su abortista.
11.000 abortos seguros
Las “clínicas” iban cambiando de lugar y se instalaban en casas que cedían personas cercanas a la red. “Actuábamos intentando no llamar la atención de la mafia que operaba en la ciudad y de la policía de Chicago”, señala Katie, miembro de la organización. La mafia de la ciudad controlaba esta práctica clandestina y el abortista de las Janes se bajó del barco temiendo que tomaran represalias contra él. En ese momento, las propias mujeres de la red ya habían aprendido a realizar el procedimiento y continuaron con su labor.
“Era consciente de que por hacer aquello podía acabar en la cárcel, pero pensaba que no era para tanto”, señaló Marie Leaner. Llegaron las detenciones, pero también la legalización del aborto del Tribunal Supremo. Desde el 22 de enero de 1973, las leyes antiaborto de 46 estados pasaban a ser inconstitucionales.
La legalización hizo innecesaria la continuación del grupo y las Janes abandonaron su actividad. También dejó de ser necesario el pabellón de abortos sépticos del hospital Cook County que cada semana mandaba a alguna joven a la morgue. Se estima que entre 1968 y 1973, el grupo llegó a facilitar unos 11.000 abortos seguros y asequibles. Medio siglo más tarde, en el mes de mayo de este año, se filtró un borrador del Supremo, en el que la máxima instancia judicial estadounidense habría acordado revocar el derecho al aborto.
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