Cultura

Dolly Parton: un novelón previsible que (casi) seguro te hará llorar

La reina del country coescribe con James Patterson una trama feminista empapada del ambiente musical de Nashville, capital del 'country'

Casi todos los lectores de esta reseña conocerán a Dolly Parton, no tanto los detalles de su repertorio como su condición de icono popular (del campo, del sentido común, de la autonomía femenina…). Sus series de televisión, discos y películas siempre la han presentado como una mujer poderosa, capaz de valerse por sí misma, incluso en tiempos en que la cultura popular era prefeminista. Más que sus cien millones de discos vendidos, o los constantes tributos que recibe, la anécdota que la define es haber dicho “no” a Elvis Presley cuando este le expuso que le encantaría interpretar su “I will always love you”, siempre y cuando la pieza pasara a formar parte del catálogo de la editorial musical del rey. El rechazo de Parton le hizo dejar de ingresar mucho dinero, que fue ampliamente recuperado en los años noventa cuando Whitney Houston la grabó para la banda sonora de El guardaespaldas. No parece que estemos ante una mujer a la que se puede presionar o chantajear fácilmente.

Este peculiar 'feminismo de la pradera' está muy presente en Corre, Rose, corre (Contraluz), su primera novela publicada, que firma junto al superventas James Patterson. Este exdirectivo de agencia de publicidad y escritor multimillonario ha firmado series televisivas de éxito y despachado 375 millones de copias de sus libros (el legendario Stephen King le acusó de "escribir dos libros al día", gracias a su ejército de colaboradores, y de ser "el equivalente literario de los big mac"). A nadie le van a sorprender los recursos literarios que maneja, propios de un buen telefilme de sábado tarde en Antena 3, tan previsibles como eficaces (confieso que estuve a punto de llorar tres o cuatro veces). El libro no va a encandilar a la crítica, pero te salva una semana tonta.

La historia narra el ascenso a la fama de una aspirante a estrella country, paupérrima y atormentada además de patológicamente arisca. Llega a la ciudad sin blanca, logra una oportunidad para tocar en vivo y enamora pequeñas audiencias hasta que alguien se empeña en conseguirle el apoyo de una estrella veterana (trasunto de Parton). Mientras la joven sube de tres en tres los peldaños hacia el Olimpo, afloran las consecuencias de un turbio secreto. "He estado en la cocina de la pena y he limpiado con la lengua todas las ollas", escribió Zora Neale Hurston, una frase devastadora que alguien usa para describir -correctamente- la historia previa de nuestra protagonista.

Dolly Parton, diosa nacional

Las primeras palabras de la joven aspirante ante la veterana estrella 'country' describen la devoción de las clases populares de Estados Unidos por Dolly Parton: "¡Teníamos un póster suyo en la cocina, justo al lado del Sagrado Corazón de Jesús, y yo pensaba que era una santa! Creía que tenía que serlo para cantar así. Incluso le rezaba. Yo tendría siete años cuando mi madre me dijo un día que, aunque usted tenía un talento divino, no era precisamente una santa", recuerda la protagonista, que hace soltar una carcajada a su futura mentora.

Alérgica a las excentricidades de tantos artistas de su estatus, Parton sigue siendo una fiable jornalera de la canción, ahora también de la pluma

Los musiqueros cotillas agradecemos que el libro describa con detalle la mansión de Parton, la relación con los miembros de su banda y el sistema de garitos de Nashville. Más todavía se disfrutan escenas de intimidad entre los músicos, como en la que se enredan en una discusión sobre cuál es la canción country más triste de la historia. La vencedora es “Gipsy, Joe & me”, de la propia Dolly Parton, defendida por Ruthanna Ryder, el personaje inspirado en ella (un juego de espejos digno de escritores tipo Enrique Vila-Matas). Pero, si escuchamos el resto de letras candidatas, debería haber arrasado “Flowers”, de Billy Yates, imposible de escuchar sin que se derrumbe el estado de ánimo del oyente. La otra aspirante es “He stopped living her today”, de George Jones, clásico entre los clásicos. Hemos enlazado las tres piezas a su título para que ustedes pinchen y decidan.

Además del drama romático obligatorio en estos libros, también encontramos descarnadas descripciones de lo que los progresistas pedantes llaman ‘La América profunda’. ¿Un ejemplo? “En un lugar llamado Bensonville, Ethan pasó por delante de una carnicería con las contraventanas cerradas y un cartel escrito a mano que decía que se vendía carne de tortuga y mapache. Al lado vio lo que su en tiempo podría haber sido una peluquería, pero en este momento no era más que una habitación vacía con el suelo alicatado y polvoriento”. Hablamos de lugares desguazados por la desigualdad de Estados Unidos, donde para encontrar a alguien te indican que hables con el encargado de la casa de armas y empeños (más que con el cura) porque él conoce el carácter y miserias de casi todos los vecinos.

Más canciones camperas

La historia reivindica el amor romántico, así como de los arquetipos sentimentales clásicos, sobre todo el personaje de Ethan, exmilitar marcado por la experiencia. “Los años que había pasado en Afganistán no es que los hubiera disfrutado, pero le habían moldeado. Habían hecho de un chico asustado e inseguro un hombre que entendía el significado del honor y el deber, y reconocía el tipo de sacrificios que esos ideales requerían”. Se trata del personaje masculino normativo, protector pero sensible, que sigue dominando el imaginario sentimental femenino (incluso el de las chicas capaces de apañárselas solas). La protagonista, AnnieLee Keyes, también es un arquetipo cercano al estereotipo, pero a medida que avanza la trama adquiere consistencia humana y conecta de manera visceral con el lector. Se hace querer, no a pesar de sus defectos, sino a causa de ellos.

El libro viene acompañada por un disco homómino donde Parton interpreta casi todas las canciones que aparecen en el texto. A sus 76 años, sigue haciendo melodías tan sencillas como robustas, caso de "Demons" -dueto con Bert Haggard, hijo de Merle-, Lost and found y Love or Lust. Parton se mueve con la elegancia habitual entre todos los registros camperos, desde el bluegrass a las baladas de los Apalaches, pasando por los estribillos country-pop. Inspirada y disciplinada, alérgica a las excentricidades de tantos artistas de sus estatus, sigue siendo una fiable jornalera de la canción. Existen pocos elogios más honorables que ese.

Posdata: La novela también tiene momentos que demuestran sentido del humor, entre ellos el siguiente chiste: ¿Cuántos cantantes de 'country' hacen falta para cambiar una bombilla? Uno para la rosca y tres para cantar sobre los viejos buenos tiempos vividos con la anterior.

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