Cultura

Don Juan de Austria, el hombre que quiso ser rey

De la noche a la mañana se convirtió en el hombre más famoso del siglo. Don Juan de Austria, vencedor de Lepanto, era una celebridad internacional, hasta en la lejana

De la noche a la mañana se convirtió en el hombre más famoso del siglo. Don Juan de Austria, vencedor de Lepanto, era una celebridad internacional, hasta en la lejana Escocia el rey Jacobo VI (que luego sería Jacobo I de Inglaterra), compuso un poema dedicado a su victoria sobre 'El Turco'. Y cuando llegó a Nápoles, el virrey Granvela, pese a ser cardenal de la Iglesia, le recibió con estas palabras: “Nápoles es la ciudad apropiada para que de las hazañas en el campo de Marte, paséis al jardín de Venus”.

Y vaya si pasó. Empezó por dejar embarazada a la piu bella donna de Napoli, Diana de Falángola, y culminó su nómina de amantes con Ana de Toledo, la esposa del gobernador militar. Pero había algo más importante que los homenajes y los amoríos: una embajada secreta de Albania y de Morea (la actual Península del Peloponeso), vino a ofrecerle ser rey de Albania y Grecia.

No podía haber nada más atractivo para Don Juan de Austria que la legitimidad suprema que otorga una corona, dada su historia personal. Era hijo natural de Carlos V y de una muchacha alemana de dieciocho años y condición modesta, de la que lo separaron recién nacido. Fue ocultado del conocimiento público en el pueblo madrileño de Leganés, donde pasó los primeros años en estado semisalvaje, sin educación alguna. Luego se hizo cargo de él un ayuda de cámara de Carlos V, y recibió la formación de un caballero.

La fórmula de nombramiento elegida por el Papa Pío V fue 'Hubo un hombre enviado por Dios, y su nombre era Juan'

El emperador quiso conocerlo antes de morir, pero jamás lo reconoció como hijo. Fue Felipe II quien, después de la muerte de Carlos V, reveló que el paje Jerónimo, de doce años, era su hermano.
Carlos V había querido que su hijo ilegítimo se hiciese fraile, pero Felipe II no le hizo caso. Felipe no tenía ningún otro hermano varón, y su único hijo apuntaba malas maneras, así que le dio a don Juan de Austria la educación de un príncipe, y dado su carácter fuerte e intrépido, lo nombró capitán general del mar con sólo veinte años. Obtuvo experiencia bélica en la Guerra de las Alpujarras, y cuando España, Venecia y el Papado formaron la Liga Santa contra los turcos fue designado comandante en jefe. La fórmula de nombramiento elegida por el Papa Pío V, citando el Evangelio de San Juan, fue: “Hubo un hombre enviado por Dios, y su nombre era Juan”. Elevándolo a la condición de enviado de Dios, el Papa se adelantaba al mito que surgiría tras la victoria de don Juan de Austria en Lepanto.

Una corona donde sea

Don Juan le escribió a su hermano el rey pidiéndole licencia para aceptar la corona que le ofrecían, pero Felipe II se la negó. El trono de Grecia y Albania había que conquistarlo en una guerra contra el Turco, y el rey de España no quiso aventurarse en tan costosa empresa. Surgió entonces otra alternativa para don Juan, conquistar Túnez, que estaba más cerca y era más fácil, y convertirse en rey de ese país.

En agosto de 1573 atacó Túnez con una pequeña expedición, y en una rápida campaña lo conquistó. Pero el Turco decidió reconquistarlo al precio que fuese. Organizó una enorme fuerza militar y se alió con Francia y los rebeldes de los Países Bajos. Paralelamente en España el Estado estaba a punto de declararse en bancarrota, de modo que Felipe II renunció a mantener Túnez… y con ello a la corona de don Juan de Austria. Su segunda oportunidad de ser rey se esfumó.

El gran rompecabezas para Felipe II era la rebelión protestante en los Países Bajos, y decidió enviar allí a don Juan de Austria, convertido en el más prestigioso militar del mundo. Pero don Juan puso condiciones. Sólo iría a Flandes si se utilizaba ese territorio como plataforma para una gran operación. Planeaba conquistar Inglaterra, liberar a la reina escocesa María Estuardo, que estaba allí presa, casarse con ella y proclamarse ambos reyes de Inglaterra.

Felipe II tuvo que aceptar el ambicioso plan, pero puso una astuta condición. Don Juan de Austria tenía que pacificar primero los Países Bajos. Partió en busca de la gloria en octubre de 1576, disfrazado de mozo de cuerda, pues tenía que atravesar Francia que era territorio enemigo, por si faltaba algo para alimentar su leyenda. Una vez en su destino se entregó enérgicamente a reorganizar las fuerzas españolas. En enero de 1578 logró una gran victoria en Gembloux sobre los rebeldes. Parecía que podría acometer la empresa de Inglaterra, pero surgieron las intrigas, alimentadas por el secretario de estado de Felipe II, el famoso traidor Antonio Pérez. Y sobre todo contrajo unas fiebres en el malsano ambiente de Flandes. El 10 de octubre de 1578, casi coincidiendo con el séptimo aniversario de la batalla, murió el héroe de Lepanto. Solamente tenía 31 años.

Naturalmente, la Leyenda Negra dijo que lo había envenenado Felipe II, pero ésa es una patraña repetida hasta el aburrimiento en la Historia.

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