Cultura

Eduardo Mendoza: "Quiero creer que el tiempo no nos ha vuelto a todos más tontos"

El rey recibe (Seix Barral) es la última novela de Mendoza y forma parte del proyecto Las tres Leyes del Movimiento.

Hay más aquí de Eduardo Mendoza que de Rufo Batalla. Aunque vestidas de ficción, estas páginas son en realidad unas memorias. Ya lo dijo el Premio Cervantes: a él, como al Javier Miranda de La verdad sobre el caso Savolta, las cosas le han sucedido a su pesar. Es justo eso lo que ocurre en El rey recibe (Seix Barral), una novela que se comporta como un episodio autobiográfico y de la que el escritor habla esta mañana, en Madrid, ante un grupo de periodistas.

"Todos los libros tienen un origen y una evolución. Pasa una cosa curiosa, cuando un libro se publica se acaba para mí y comienza para los demás. Estamos, pues, en dos lados distintos del libro -dice el escritor-. El rey recibe son unas no-memorias, fragmentos de la vida de un personaje que transcurren sobre el telón de fondo de mi propia vida en el que se mueve este personaje. Él vive en los lugares y los momentos que y he vivido. Era una forma entretenida de escribir no unas memorias, sino un libro de recuerdos, un intento de volver a ese tiempo. Volver a colocarme en Nueva York, Barcelona y los lugares donde estuve cuando eso sucedía. Quería revivirlo”.

La última novela de Mendoza forma parte del proyecto Las tres Leyes del Movimiento, una trilogía que le permite escribir “sin prisas”, acaso para darse el gusto de colocar "continuará" como en las historietas que veía de pequeño. El rey recibe-que alcanzó la segunda edición a los pocos días de su lanzamiento- recorre los hechos políticos y culturales que tocan al mismo tiempo la vida de una sociedad y un personaje, Rufo Batalla, ese trasunto de ficción que eligió Mendoza para contar todo cuanto ha visto. El libro surgió, lo ha dicho el propio Mendoza, “al darse uno cuenta, a cierta edad, de que se ha sido testigo de acontecimientos que en su momento parecieron trascendentales y luego resultaron no serlo y de que se han vivido grandes transformaciones sociales sin advertir su importancia”.

Planteada como la primera entrega de una serie autobiográfica, El rey recibe comienza en Barcelona en 1968 y discurre entre Cataluña y Nueva York hasta finales de esa década y comienzos de la siguiente. La trama abarca ese tiempo de reventón que Eduardo Mendoza vivió, de la misma forma que el protagonista, del otro lado del mar. Como el hilarante y melancólico Rufo Batalla, Mendoza trabajó en esos años como traductor en la ONU, en Nueva York, empleo al se dedicó antes de volcarse por completo en la literatura a partir de la publicación de su novela La verdad sobre el caso Savolta, en 1975. Esta novela encuaderna entre dos décadas todos los cambios posibles de la posguerra: el feminismo, los hippies, las ensoñaciones ideológicas y sus futuras claudicaciones.

El espíritu de El rey recibe se anuncia desde la cubierta elegida por Seix Barral y que luce la ilustración del gato Fritz, aquel personaje de cómic que Robert Crumb creó para cargar tintas desde el underground. Las nueve vidas de una sociedad que se apalancó en su propia inercia. Rufo Batalla, un periodista mediocre y a ratos hiperbólico, consigue una ‘exclusiva’ de la boda de un príncipe en el exilio (Tadeusz Maria Clementij Tukuulo) con una bella señorita de la alta sociedad, Queen Isabela. A partir de ese elemento, Mendoza propone la fotografía de una bisagra: la España de aquel tiempo y la que discurría en el resto del mundo. Ese momento en el que cocía la Transición española -que ya comenzaba a respirarse, al menos en el espacio de la prensa- , a la vez que el mundo se la jugaba antes de dar por finiquitada su inocencia.

¿Es de las de risa o de las serias?, preguntan quienes ansían leer la nueva novela de Mendoza. Pues es ambas cosas. Tiene el humor estropeado, entre hilarante y melancólico, de un tiempo extinto y hoy acaso denostado en su olvido. Mendoza intenta: "Quiero pensar que no es nostálgico, porque soy egoísta pero no un egocéntrico. Claro, quien vuelve al pasado siempre se tiñe de nostalgia, que es un vicio que procuro no tener". El tema Cataluña ha jalonado la escritura de este libro, impregnado de una cierta amargura de un Mendoza que no sabe qué hacer con el artefacto del independentismo. "El presente es conflictivo, no recuerdo una época en la que todos estemos de acuerdo en que vivimos en el mejor de los mundos. Establecer comparaciones no ayuda a resolver, lo realmente importante es sacar lecciones del pasado. Que la situación actual en muchos momentos es preocupante, por supuesto. No sé si antes era mejor, pero sí había mejor disposición. Estamos a punto de tirar la toalla, pero quiero creer que es más una actitud que una realidad. Quiero creer que el tiempo no nos ha vuelto a todos más tontos".

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