Cultura

El emperador español, nieto favorito del Rey Católico, que conquistó el Sacro Imperio y que la historia olvidó

Nacido en Alcalá de Henares se crio en la Península en contraposición a su hermano Carlos V

El emperador de origen español Fernando I es uno de los grandes desconocidos de la historia de España. Nacido en Alcalá de Henares fruto de la relación entre Juana de Castilla y Felipe el “Hermoso”, se crio en la Península en contraposición a su hermano Carlos V, que se educó en Malinas al estilo borgoñón, más apegado a la rama paterna de su dinastía. El nombre fue puesto en honor a su abuelo, el Rey Católico, que le consideró su nieto favorito, a quién veía como futuro heredero del reino de Castilla.  

La muerte de Fernando el Católico cambió el curso de la dinastía de los Habsburgo, que observaron como un joven Carlos podía heredar las coronas de España para engrandecer su Imperio. En 1517 desembarcará en Castilla con sus asesores flamencos para tomar posesión en las cortes españolas con el principal escollo de lidiar con el beneplácito de la reina madre Juana recluida en Tordesillas y con su hermano de 14 años Fernando, conocedor de las costumbres locales y de lo más importante, el idioma. 

El hispanista Joseph Pérez cuenta en su libro sobre Carlos V como el elegido en el primer testamento del rey de España era su nieto castellano. Pero gracias a la diplomacia de Adriano de Utrecht, cambió de parecer antes de morir en favor de su otro descendiente flamenco. De esta forma, el futuro Carlos V entrará en España como elefante en cacharrería otorgando los principales puestos públicos a su círculo de confianza extranjero. Estas decisiones despertarán la respuesta patriótica comunera. 

La corte extranjera que acompañó a su soberano eran políticos muy experimentados, de donde sobresalía la figura del señor de Chievres. Estos guiaron a Carlos I para conocer a su hermano menor Fernando, ya que nunca se habían puesto cara. En esta reunión se le comunicó la decisión unilateral adoptada por la dinastía Habsburgo de enviarlo a los Países Bajos. Carlos Belloso, profesor de Historia del Derecho en la Universidad de Valladolid, describe como el encuentro se produjo en la villa de Mojados, “una localidad que permanecía ajena a las miradas curiosas. El infante Fernando echó el pie a tierra para saludar a su hermano mayor”. Con este gesto se descartó cualquier conato de rebelión. 

En esta localidad vallisoletana permanecieron durante tres días donde el alcalaíno Fernando no tuvo otra opción que aceptar el futuro elegido por los cortesanos y políticos flamencos. En 1518 abandonará la Península para no volver. El historiador Belloso expone como Carlos I entregará a su hermano el Toisón de Oro “en un gesto que se puede interpretar como premio de consolación”. De esta forma resume Joseph Pérez lo ocurrido:

“Así quedó sellada la suerte de dos hermanos: don Carlos, educado en Flandes, iba a reinar un país que le era totalmente extraño y en el que acabaría integrándose hasta desear morir y enterrarse en él, mientras don Fernando, nacido en España, habría de convertirse en monarca de varias naciones del centro de Europa”.

Rey de romanos

El deseo vital de Carlos V fue ser ungido emperador del Sacro Imperio Romano por el papa, como fuera en su día Carlomagno. Sus continuas tensiones con el Vaticano por ser la cabeza de la Cristiandad provocaron que de su primera coronación en Aquisgrán en 1520 -tras la muerte de su abuelo Maximiliano I-, a la concesión de la sede pontificia de otorgarle tal honor en Bolonia, transcurrieran diez años. A pesar de este favor, el papa Clemente VII se negó a convocar el Concilio tan deseado por el emperador para tratar el tema del protestantismo que amenazaba los dominios europeos de su imperio. 

Tras su coronación imperial en tierras italianas, decidió pasar el título de “Rey de Romanos” a su hermano Fernando, que se convirtió en rey de Alemania. La negativa del papado a dialogar con los protestantes forzó a Carlos V a intentar con su hermano ejercer una política de acercamiento con los príncipes protestantes por el bien de la casa de Habsburgo. Previamente en 1520, el exiliado infante ya había sido premiado con el título de archiduque de Austria, y tras la batalla de Mohács (1526) fue coronado como rey de Bohemia y de Hungría. 

Fernando I, emperador del Sacro Imperio

El historiador húngaro Zoltan Korpás reconoce en la figura de Fernando “un talento político”. Su forma de mimetizarse con los príncipes alemanes adoptando una postura más abierta y conciliadora con los protestantes, motivaron su elección como sucesor de su hermano al frente del Sacro Imperio Romano. La posibilidad de que Felipe II fuera emperador era “para ellos inaceptable. Su presencia hubiera creado una chispa y en aquel momento ya había un fuego”. Korpás expone el ejemplo del asunto con el príncipe enemigo Mauricio de Sajonia: “Fernando logró convencerle de respaldar la causa austríaca”. 

De esta forma, el joven español nacido en Alcalá de Henares, obligado a vivir fuera de su patria, experimentó una “germanización” a lo largo de su vida que le valió para equilibrar las fuerzas respecto a su hermano Carlos V, que vio en su figura un hueso duro de roer para su deseo de crear una corona imperial hereditaria que pasara a las manos de su hijo Felipe II. En ese momento, Fernando ya no era el niño inexperimentado de antaño y conocía el terreno gracias a sus años como soberano de Austria, Bohemia y Hungría. Ahora sí, la historia será favorable a Fernando I recibiendo la corona imperial, que producirá la división definitiva de la dinastía Habsburgo en dos ramas: la austríaca y la española. La curiosidad es que será un español naturalizado alemán el que abanderará los intereses de la corte de Viena. 

 

Apoya TU periodismo independiente y crítico

Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación
Salir de ver en versión AMP