La última vez que Pedro Sánchez acudió públicamente a algo parecido a una librería no fue para presentar su libro Manual de resistencia (Planeta) -el acto se celenbró en un hotel madrileño-. Lo más cercano que estuvo el presidente de gobierno y candidato a ocupar La Moncloa en un lugar donde se vendiesen libros o al menos se exhibieran fue hace exactamente dos años, en 2017. También estábamos en campaña electoral cuando acudió con su mujer a la Feria del Libro de Madrid. Compró rápida y compulsivamente, un poco sin ton ni son, como si leer, lo que se dice leer, no fuese su fuerte. A juzgar por sus confusiones entre San Juan y Fray Luis, tienen sentido algunas cosas.
Entonces, Pedro Sánchez no estaba tan encantado de conocerse e iba por la vida bien almidonado, como un maniquí al que los trajes le sientan fenomenal. Un hombre percha, pues.En aquella ocasión, Sánchez compró la mitad de la feria como para demostrar que, caramba sí, él leía y muy bien. Eligió todos los bestsellers, claro los de 2014: desde la novela negra Galveston, del guionista de True Detective Nick Pizzolato, hasta La amiga estupenda, de Elena Ferrante, libros que habían sido la bomba tres años antes. Ese 2017, además, se celebraba el cuarto centenario de la muerte de Miguel de Cervantes, y Sánchez, que se vendía como principal candidato a formar gobierno opositor no se llevó ni un solo título del autor del Quijote. Ni un entremés, o una biografía, nada. Esa oquedad que distingue todo cuanto acomete el sanchismo, esa tan poquita sustancia.
Que Sánchez es un presidente de ficción puede allanar el terreno para propiciar una relación más directa con los libros (que no sólo los use para decorar el salón, por ejemplo). Todo en Sánchez es una invención: los libros que escribe sin escribir, las tesis que presenta sin presentar, el gobierno que preside sin gobernar. Y aunque es un gran mago y artífice del relato, convendría que tuviese con qué rellenarlo, de ahí que un repaso rápido a los clásicos le venga como anillo al dedo. Podría comenzar con El lindo don Diego, la comedia protagonizada por un personaje enamorado de sí mismo hasta la enajenación, y que fue escrita durante el Siglo de Oro por Agustín Moreto. Incluso Molière la adaptó en su obra Princesse d´Elide.
Pedro Sánchez iba para pícaro, pero se pasó tres pueblos, y se quedó en el lado de los necios. “De quantas cosas me cansan/ fácilmente me defiendo,/ pero no puedo guardarme/ de los peligros de un necio”, escribió Lope en La Dorotea. Llevaba razón el fénix de los ingenios. En el bestiario de los entremeses, bastante peor es el necio que el tonto, porque su ignorancia entraña porfía y audacia. El necio, teniendo entendederas, no se molesta en aprender y termina por convertir en temeridad su empresa vanidosa … no le vendría mal, por aquello de que se trata de piezas breves que se pueden leer con facilidad,revisar La elección de los alcaldes de Daganzo, una pieza en la que Miguel de Cervantes coloca a un bachiller, un escribano y dos regidores a elegir cuatro posibles alcaldes. A cual más necio uno que el otro, lago de sí mismo encontrará Sánchez en Humillos, seguro.
En el apartado conseguidores y trepas, la literatura va servida y escritores como Thomas Mann diseñaron a sus más aventajados personajes, como aquel Félix Krull que trepaba socialmente apretando los botones en el ascensor de su ambición. Ya le valdría a Sánchez leer también el Galdós de los episodios, aunque solo uno fuera, acaso por aquello de retirar el aserrín que emborrona su visión del pasado. Aunque si de pasado se trata, le viene como anillo al dedo a Pedro Sánchez un libro que recién se acaba de publicar. Se trata de Una historia de España (Alfaguara), un volumen que reúne los 91 episodios que el escritor, periodista y Académico de la Lengua Arturo Pérez-Reverte publicó durante cuatro años en su columna Patente de Corso, en el dominical XL Semanal, desde 2013 hasta 2017, y que tenían por objeto ofrecer una mirada distinta del que se ha tenido -por desconocimiento o acaso por su uso interesado- sobre los hechos más importantes que configuran el pasado español.
Acaso por recurrir a un criterio que permita ampliar el repertorio, hemos preguntado al escritor y politólogo Javier Santamarta, qué libros convendría leer a un aspirante a la presidencia de gobierno. "Creo que todo está en los clásicos. ¡Hay tantos libros que podrían venirles bien a nuestros políticos! De hecho, si hubieran leído bien a Cervantes podrían saber mucho más de feminismo, o con Galdós, de conciencia social. Pero como politólogo sin duda les aconsejo los Consejos Políticos, de Plutarco (hay una edición en Siruela magnífica), o como autor patrio a Baltasar Gracián y su El político o mejor aún su Oráculo manual y arte de prudencia, que creo que les vendría de maravilla. La edición en la Biblioteca Castro de Turner es muy aconsejable".
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación