"Elvis the pelvis", el rey del rock and roll o simplemente el Rey. Todos conocen los apodos del famoso cantante nacido en Misisipi en 1935, la sensación que causaban en los años 50 y 60 sus movimientos provocativos de cadera, su característico tupé negro y su voz profunda, pero no todos saben lo que ocurrió desde que Elvis se subió a un escenario por primera vez, en 1954, con apenas 21 años y mucha energía, hasta su última aparición en directo en 1977, dos meses antes de morir.
Esa es la misión de la película Elvis, un biopic dirigido por Bay Luhrmann (Moulin Rouge, 2001) que cuenta la historia del soberano desde la perspectiva de su propio manager, el coronel Tom Parker, como era conocida la persona que impulsó la carrera del artista, rentabilizó su potencial creativo y le encerró casi de por vida en una jaula dorada. En la piel del eterno cantante, Austin Butler, mientras que un caracterizado Tom Hanks encarna al enigmático hombre de negocios que sacó oro del artista.
El representante del rey del rock es al mismo tiempo el villano y el narrador de la historia de Elvis, una "fruta prohibida", como se refiere a él, que antes de convertirse en un rompecorazones electrizante al que todas las mujeres querían besar se curtió musicalmente en las misas gospel y entre los mejores bluesman. Aquel blanco que se movía como un negro, tal y como destacaban de su carisma en el escenario, pronto fue vetado en las televisiones por sus movimientos inmorales, en un contexto de segregación racial, e incluso detenido por delitos de "lujuría y perversión" en pleno directo.
Esta película recorre con Elvis su búsqueda de la autenticidad y de sus orígenes, en un intento de huida de la caricatura en la que se había convertido el artista al final de su carrera, entre algunas películas mediocres e irrelevantes y actuaciones al borde de la parodia, todo para evitar enfadar a las autoridades y, también, para no hacer fracasar ningún contrato publicitario.
Y en este retrato, como si se tratara de una balanza perfectamente equilibrada, el contrapeso es el coronel Tom Parker, el villano que se opone al superhéroe de esta historia. En una caracterización que en ocasiones resulta exagerada pero con una excelente interpretación, Tom Hanks da vida a un ludópata con un oscuro pasado que busca en Elvis un seguro de vida para evitar que se descubra todo lo que esconde. Su obsesión por mantener en secreto su origen se convierte en la condena que llevará a Elvis a permanecer encerrado -de forma literal- en la jaula de oro en la que se convirtió para él Las Vegas.
Elvis: apabullante homenaje
Este biopic, que tuvo su preestreno en la pasada edición del Festival de Cannes, en la sección oficial fuera de concurso, es apabullante en lo visual y sonoro, y se convierte por momentos en un espectáculo enérgico a la altura del homenajeado que muy probablemente dejará más que satisfechos a datos sus fans. Sin embargo, también se echa de menos una mirada más próxima a los miedos de Elvis, de cuyos sentimientos se mantiene al margen este filme, demasiado ensimismado por momentos en el propio showman.
En cambio, lo más acertado para esta redactora de Vozpópuli es que esta película, que como todos los biopics dramatiza, exagera y recrea situaciones, hace justicia con un personaje que ha quedado reducido con el paso del tiempo a anécdotas superficiales y puro merchandising. Se rescata aquí el carácter comprometido de Elvis con la población negra y las injusticias sociales que se cometieron en la época, movido quizás por un eterno agradecimiento a la música que le moldeó como artista.
Y a pesar de una vida llena de excesos, extravagancias, e infidelidades, Lurhmann pone también el acento en el amor por las mujeres de su vida: su esposa, Priscilla, su hija, Lisa Marie, y su madre, Gladys Love Presley, verdadera guía en su trayectoria. Si Elvis merecía redimir sus imperfecciones y escapar de su disfraz colorido con capa, esta ha sido la mejor oportunidad.