Cultura

Bunbury: trampantojos y tabernas

Bunbury: trampantojos y tabernas

Si existe un valor seguro en la música en español es Enrique Bunbury, el rockero zaragozano nacido en 1967 que arrasó desde muy joven con Héroes del Silencio. Pocos cantantes de nuestro país han atravesado tantas mutaciones de piel sonora y ninguno ha conseguido fidelizar tanto a su público, convirtiéndole -casi- en el líder de una tribu musical. Superventas como Manolo García, Extremoduro y Joaquín Sabina no solo despiertan adhesión musical, sino un deseo ferviente de fundirse con sus estilos de vida, pero ninguno provoca la devoción militante del bunburismo (fenómeno que se extiende por todo el mundo hispanoparlante). Un ejemplo: la entrada a su concierto en el Teatro Real en 2016, que consistió en un desfile de fans vestidos como él y otros embarcados en un concurso informal por ver quién podía lucir la camiseta de gira con la fecha más antigua. Si Bunbury abriese un gabinete de terapias espirituales chamánicas habría que pedir hora para 2032, más allá del mal momento que atraviesa la disciplina. Exagero, pero solo un poco. Y lo digo como mérito del artista, no con afán de menospreciar su impacto cultural.

¿Qué vamos a encontrar en su nuevo álbum de estudio? Diría que un buen ‘lifting’ de su fórmula de siempre. Esta vez cambia su querencia por el rock contracultural y la canción popular de América Latina por un enfoque tecnopop, en la estela de Depeche Mode. Buenas noticias para los fans que han soportado estoicamente su entrega a la música de cantina mexicana sin haber sentido nunca verdadero interés por el género. En alguna canción suena como una estrella treinteañera en el momento en que empieza a disfrutar de la lluvia de millones, el subidón de los escenarios grandes en festivales de verano y del ligoteo a la carta entre las fans. “Todo lo que hay que hacer/ es drogarse hasta el amanecer, despertar en la playa/ Y perseguir el latido de un ‘flash’, la vida en Instagram/ Nacimos para brillar”, canta con en "Como un millón de dólares". Nada que envidiar a la euforia poética de Dorian, Love Of Lesbian y Sidonie. “A través del fuego nacer, glamour y electricidad/ y un Mercedes-Benz en la puerta del bar/ El mundo a tus pies, así es como debe ser”, continúa en plan más rockero.

Versos bohemios

Hay momentos que recuerdan a León Benavente, uno de los grupos más sobrevalorados de la historia del pop-rock en español. El más claro es 'Arte de vanguardia', con esa base sonora como de ‘spoken-word’, ideal para plasmar los cortocircuitos de la mente del artista. Los dos primeros versos merecen incluirse en cualquier antología de la autocomplacencia lírica: “Todo es real y escurridizo/ la gente es como es y no se hable más”, proclama el artista. Luego viene una metáfora desarmante: “El corazón un cazador solitario”, pero no se le ha ocurrido a Bunbury, sino a la escritora estadounidense Carson McCullers en 1940. 'Arte de vanguardia' es una pieza que entra como el agua fresca, algo que no es sencillo de conseguir, pero se ahoga en el río de los tópicos bohemios. Realmente podemos pasar sin letras de rockeros que encuentran el mundo un lugar extraño, pero definitivamente mediocre, del que hay que huir aunque este te haya recompensado con dinero, sexo abundante y honores artísticos. Todo lo que había que explicar al respecto quedó dicho antes de la Segunda Guerra Mundial.

Bunbury es dueño de una de las voces más potentes y sustanciales del rock en castellano, capaz de hacer que suenen consistentes letras que no lo son

Mejor reformulemos, por el bien de la utilidad práctica, la pregunta planteada hace un par de párrafos: ¿qué vamos a encontrar de aprovechable en el nuevo álbum de Bunbury? En mi opinión, las virtudes habituales de sus discos anteriores, renovadas con energía juvenil. Primero: una de las voces más potentes y sustanciales del rock en castellano, capaz de hacer que suenen consistentes letras que no lo son tanto. Segundo: un artista que cree al cien por cien en cada historia que interpreta, como sus admirados Raphael, Jim Morrison y José Alfredo Jiménez. Esta virtud del artista maño es especialmente valiosa en el rock and roll porque se trata de un género donde o pones tu corazón en cada palabra o es imposible que la música funcione. Sobre todo, en directo, que es su punto fuerte.

Tercero: brilla su amor por la música, así que los mejores momentos no llegan cuando el artista habla de él mismo y de sus laberintos emocionales, sino cuando se dedicada a escribir sobre los demás, caso de la entrañable 'Mariachi sin cabeza', donde retrata a un músico batallero de taberna. “Equivocado pero convencido”, canta en el primer verso. Luego Bunbury explica muy bien lo mucho que se identifica con el personaje. “Mariachi sin cabeza/ pero con harto corazón/ siempre dispuesto a departir y combatir”, recita con registro muy sentido. Una historia preciosa, la verdad.

Enorme intérprete

El veredicto final, por si no ha quedado claro, es que estamos ante un disco típico de Bunbury, donde da la vuelta de tuerca de rigor. “Como me dijo una vez Nick Cave: 'Tú no eres tu pasado'”, canta en 'Deseos de usar y tirar'. La frase es cierta, pero la experiencia confirma demasiadas veces que es muy complicado que un artista haga algo realmente diferente de lo que lleva haciendo toda su vida. Termino recordando cuál ha sido siempre mi gran objeción a Bunbury: el hecho de que le encuentro mucho mejor intérprete que compositor (en estudio y sobre todo en directo). Su repertorio casi nunca está a la altura de su poderosa voz, ni de sus sólidos recursos interpretativos, ni de su capacidad para comerse un escenario.

Siempre que pongo a Bunbury en Spotify siento que la tesis se confirma de alguna manera por el hecho de que sus dos canciones más escuchadas son versiones: 'Aunque no sea conmigo' (Santiago “Chaco” Díaz) y 'Frente a frente' (Manuel Alejandro). Con frecuencia he soñado con un Bunbury que hubiese tomado la senda de Raphael, Elvis Presley y Luis Miguel, la de poner su voz y carisma radiante al servicio de las grandes canciones y compositores de su tiempo (y de los anteriores). Estamos ante un compositor irregular, aunque pueda llegar a notable. La escucha de 'Posible' no invita a cambiar de postura. Enrique Bunbury merece de sobra el lugar destacado que ocupa en la canción popular en español de nuestro tiempo, pero eso no quita que algunos pensemos que podría llegar mucho más arriba.

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