Cultura

Yuval Noah Harari: "La única ficción que funciona es el dinero: el correlato de confianza más poderoso"

El profesor de historia Yuval Noah Harari ha visitado Madrid para presentar De animales a Dioses (Debate), un ensayo tan poco ortodoxo como bien escrito en el que Harari coloca el foco sobre la humanidad como producto de una superposición de ficciones, relatos y fábulas sobre las que hemos construido jerarquías, ideologías y naciones.

“Hay una prueba perfecta para diferenciar qué es real y qué no”, dice, sentado ante un vaso de agua, el profesor de historia Yuval Noah Harari. Según él, la única forma de diferenciar algo que existe de lo que es una invención –un discurso creado- es la capacidad que tenga un ente para padecer o no el sufrimiento. ¿Sufren las naciones? No; lo hacen los ciudadanos. ¿Sufre la banca al declararse en bancarrota? No; sufren los ahorristas, es decir, personas.

La idea es tan poco ortodoxa como tremendamente efectiva al momento de tratar de entender la fuente inagotable de conflictos que ha vivido la humanidad cuando los relatos comunes se contradicen. Dioses que significan lo contrario; prejuicios que comparten unos y no otros. Y es justamente esa la tesis que Yuval Noah Harari defiende en el libro De animales a dioses, una breve –a la vez que sencilla- historia de la humanidad que aborda el largo camino de la especie humana: desde por qué los homínidos recolectores se agruparon para vivir mejor hasta las patologías y confusiones colectivas de la sociedad actual.

"Según la biología, las personas no han sido creadas –explica-; evolucionan. Y ciertamente no evolucionaron para ser todas iguales"

Profesor de la universidad de Jerusalén especializado en historia medieval en la universidad de Oxford, Noah Harari ha desarrollado una línea de estudio sobre los procesos macrohistóricos. Para escribir De animales a dioses se basa en un punto de partida muy específico: la capacidad humana para elaborar relatos, fábulas y ficciones más o menos consensuados a lo largo del tiempo. “Según la biología, las personas no han sido creadas –explica-; evolucionan. Y ciertamente no evolucionaron para ser todas iguales. En ese sentido, hemos creado y no todos de la misma manera, relatos para hacernos entender. Los derechos humanos, la nación, las leyes, el dinero… son ficciones, fábulas”.

¿Con qué intención escribe esto Yuval Noah Harari? Según él, para reivindicar algo aparentemente sencillo: la capacidad de decidir de cada individuo frente a los grandes relatos con los que hemos crecido. E intenta hacerlo justo a través de la historia, su disciplina. En las páginas del ensayo De animales a dioses, Noah Harari hace uso de muchas perspectivas –la biología, la sociología, la antropología, la paleontología-, la más importante de ellas la historia, no para aprender del pasado, sino para liberarnos de él. “Si yo entiendo cómo se construyó esa historia seré capaz de ser menos influenciable”.

"La historia no se estudia para aprender del pasado, sino para liberarnos de él"

-Al leer su libro, uno queda con la sensación de que el progreso no es un resultado histórico. Que la humanidad no fue a mejor.

-Despende de la perspectiva desde donde lo mire. Si lo ve desde el punto de vista de una vaca o un pollo, pues la cosa se ve cada vez peor.

-Hablemos de humanos, por favor.

-Piense entonces en uno, pero no en un rey ni en un emperador. Vamos a imaginarnos a una persona normal y corriente en el presente y cómo podía ser su vida hace 25.000 años. Piense en un hombre que vivía de la recolección o la caza y su cambio al llegar la agricultura.

-Desde la revolución agrícola, dice usted en el libro, se crea la primera gran paradoja: tenemos más alimento para vivir pero en condiciones peores.

-Totalmente. Piense en el trabajo de alguien en una maquila en Bangladesh. Probablemente sea alguien que trabaja 14 horas diarias, dentro de una fábrica maloliente, ruidosa y calurosa, con el sonido monótono y embrutecedor de una máquina en sus oídos. Compare eso con ir a recolectar frutos en un bosque. Yo me quedo con el bosque.

"Compare a un trabajador de una maquila en Bangladesh. Vivía mejor el hombre que vivía de recolectar frutos en el bosque"

-Pero habrá una equiparación, claro, entre unas actividades y otras.

-Un hombre para cazar una presa necesitaba invertir una jornada de cinco o seis horas. ¡Cinco o seis horas al día para comer; ya está! En este sentido podríamos decir que la historia no nos trajo ningún progreso.

-Coloquémonos en la perspectiva de una clase media. Objetivamente: el nivel de vida ha mejorado.

-No tenemos evidencias para asegurar que la clase media de un país europeo como España viva mejor. Claro: estamos a salvo del hambre, de la enfermedad y la violencia. Lo que no queda absolutamente claro es si son los miembros de esa clase media más felices que sus ancestros. Los avances de la sociedad moderna han estado acompañados por la desintegración de las familias y las comunidades. El hombre es una animal social. Nuestra fortaleza psicológica depende de la estrechez y calidad de las relaciones sociales que nos sostienen, mucho más que el bienestar material.

-¿No le parece que la felicidad como categoría es, al menos, un criterio poco científico?

-En el último siglo, el bienestar material ha aumentado enormemente pero la gente está más alienada, más sola y más aislada. Cuanto más confort posee el ser humano, menos sensible se hace a su efecto. Pensamos que la satisfacción se alcanza con un mejor trabajo, un mejor coche, unas mejores vacaciones. Pero el principio más básico de la mente humana responde al placer no a la satisfacción inmediata de ese placer. No importa cuán bueno sea algo, quieres más; siempre.

"No tenemos evidencias para asegurar que la clase media de un país europeo como España viva mejor"

-Visto así, parece un plan muy elaborado de autodestrucción colectiva. Que si nos aplicamos, conseguiremos extinguirnos ¿No cree?

-(Risas) La forma en que funciona nuestro sistema económico está basado en el crecimiento y no en la sostenibilidad, en el equilibrio, que es el principio que rige la naturaleza. El sistema capitalista es así. Y necesita crecer para no colapsar. El capitalismo plantea que hay que desear más, consumir más, producir más... Pero eso contradice el principio ecológico del equilibro de la naturaleza, que está planteada en la idea constante de que siempre habrá y crecerá pasto de forma constante, que los conejos comerán la misma cantidad de pasto y los zorros la misma cantidad de conejos. ¡Y no es así! El único ser vivo que produce y consume cada vez más en el ser humano.

-¿Cuál sería el correlato político de esa tendencia expansiva?

-El sistema actual se sostiene en el capitalismo. El capitalismo corrigió la idea de que cuando el pastel se reduce alguien se queda con la parte más pequeña. Así que le dio una vuelta a las cosas y planteó: hagamos la tarta más grande y así todos tendremos más. Es el principio del ganar-ganar; no ganar-perder. Si todos producimos más, entonces consumimos más, ganaremos más dinero por esas transacciones y seremos todos ricos. Pero eso entra en colisión con el sistema ecológico, donde todo permanece constante. El resultado salta a la vista: en realidad, cada vez hay menos para más gente.

-"No se evoluciona para ser igual", asegura en el libro. Plantea instituciones que sostienen el mundo (la democracia, las leyes, las jerarquías) como una ficción, una fábula.

-Todas las instituciones sobre las que se construye nuestra forma de vida son relatos, ficciones, fábulas: los derechos humanos, las naciones, las empresas, los dioses. No significa que no sean importantes; son extremadamente importantes. Pero están basados en la necesidad de una creencia. Es como el dinero: es una convención.

"Las instituciones sobre las que se construye nuestra forma de vida son relatos: los derechos humanos, las naciones, las empresas, los dioses..."

-Es decir, más que una historia de las ideas, habría que trazar una historia argumental de la humanidad.

-Sí, porque son relatos. Quiero que se me entienda: cuando digo que algunos elementos son ficciones no digo que sean falsos, sino que entraman un relato… Eso sí: tenemos que tener cuidado al momento de distinguir qué es una ficción y qué no. De hecho lo que más preocupa a los seres humanos son las ficciones –las naciones, el dinero, las formas de gobierno- y perdemos contacto con la realidad.

-Si partimos del hecho de que esas ficciones tienen un trasfondo cultural y temporal, nunca serían las mismas, aun dentro de una misma especie: la humana.

-Aunque en principio todos creemos en lo mismo, no lo hacemos de la misma manera. Por ejemplo, Oriente y Occidente... Incluso, mire a Escocia, mire a Cataluña, mire a mi país, Israel. Hay distintas ficciones y relatos.  Las guerras no ocurren por comida o territorio, sino por la idea distinta y a la vez contradictoria que dos grupos pueden tener de ellas.

-Existirá alguna que sea unánime. ¿Cuál?

-La única ficción que funciona en todas las culturas es el dinero. Bin Laden odiaba todo de EE UU: sus ideas, sus políticos, su democracia… excepto el dólar. El dinero es el correlato de confianza mutua más poderoso que existe. Gente completamente extraña, aunque se odien, llegan a un punto en común: el abstracto del dinero.

"La única ficción que funciona de manera en todas las culturas es el dinero"

-¿Qué está tratando de hacer con este libro?

-El libro intenta dar una gran panorámica. Para eso necesitas la antropología, la sociología o la historia. La biología no lo explica todo. La necesitamos, pero no tiene todas las respuestas. Mi principal objetivo es tratar de responder, a través de la historia, una pregunta que realmente me importa: qué es real.

-La filosofía surgió buscando lo mismo, hace más de dos mil años… 

-Piense en relatos. Las naciones o las corporaciones internacionales son tan importantes que casi se solidifican. Solo la historia sirve para probar que no son realidades, que son construcciones. El principal cometido de la historia no es conocer mejor el pasado, sino liberarnos de él. Eso de aprender de la historia es mentira, porque las condiciones siempre cambian. Es casi imposible aprender de la historia.

-Oiga, por mucho que ciertos colectivos lo intenten, hay una impronta histórica. La mujer urbana, de clase media, en ciertas sociedades desarrolladas, por mucho que intente rebelarse, gana menos, es apartada de la competencia profesional a conciencia… Podrá saber que es discrminada, pero el resultado es el mismo.

-El punto radica en entender cómo comenzó esa discriminación. La gente asume o replica prejuicios de que es algo natural: que la mujer está menos capacitada para algunas funciones; que no pueden ser jefes porque tienen que atender una familia. La gente asume que esto es cierto. Pero vas a la historia y consigues detectar que no es realidad, que es una historia construida. Si yo entiendo cómo se construyó esa historia seré capaz de ser menos influenciable. Porque no es una realidad.

"Si yo entiendo cómo se construyó esa historia seré capaz de ser menos influenciable"

-Las ideas simples son más seguras, más efectivas. De lo contrario, ¿por qué rebrotan los mismos fenómenos políticos e ideológicos?

-Crecimos escuchando historias que comenzaros a contradecirse entre sí y a crear confusión. Incluso la propia liberación de esas ideas es confusa. No es extraño alguien que ha vivido diez años en un prisión, donde todo está ordenado y previsto, al salir, se sienta perdida. Pasa lo mismo en la vida. Es más fácil solo creer los relatos oficiales. Se trata de profundizar. Una vez que tengamos claro qué es real y qué no, será más sencillo.

-Deme un ejemplo, por favor.

-Hay una muy buena prueba si quieres saber qué es real y qué es un relato. Se basa en preguntar qué sufre o quién sufre. ¿Sufren las naciones? Cuando van a una guerra, pierden sus ciudadanos; no pierden y sufren las personas. Cuando la banca quiebra, no sufre la banca El problema es que la gente confunde el punto de vista. Adopta la perspectiva de estas grandes entidades y cree que hace las cosas por una nación, por la sociedad, por ideas que no sufren…

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