Cultura

Javier Solana: “Se puede cambiar el título de un cuadro, pero la pintura seguirá ahí”

Javier Solana no tiene un diagnóstico severo sobre casi nada: ni lo negro le parece del todo negro, ni lo malo del todo malo. Desde esa mirada, muy a lo

Javier Solana no tiene un diagnóstico severo sobre casi nada: ni lo negro le parece del todo negro, ni lo malo del todo malo. Desde esa mirada, muy a lo Cándido de Voltaire, el socialista preside el cuerpo de notables que custodia el Museo del Prado, la institución más importante de España y que, antes de la pandemia, recibía más de tres millones y medio de visitantes de todos los países del mundo. 

El ex ministro y exsecretario general de la OTAN Javier Solana (Madrid, 1942) ejerce de presidente del Real Patronato del Museo del Prado desde 2019, año en el que fue elegido por unanimidad para suceder a José Pedro Pérez Llorca. Desde entonces, alterna esa responsabilidad con la presidencia del Center for Global Economy and Geopolitics de ESADE (ESADEgeo). Socialista de la vieja guardia, Solana conoce de cerca la diplomacia europea y la cultura, dos temas a los que dedica buena parte de esta entrevista concedida a Vozpópuli

The New York Times y Le Monde, se hicieron eco de la sabiduría y el empeño del Prado por retomar su actividad

Fue Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad entre 1999 y 2009; secretario general de la OTAN entre 1995 y 1999, y titular de varias carteras en gobiernos socialistas: en concreto, ministro de Cultura (1982-1988), portavoz del Gobierno (1985-1988), responsable de Educación y Ciencia (1988-1992) y ministro de Asuntos Exteriores.  En 1985 cuando, como responsable de Cultura, el Museo del Prado se convirtió en organismo autónomo. Las nuevas normas estatutarias hicieron posible que la institución iniciara su camino hacia el museo amplio, dinámico y potente que es hoy: una de las pinacotecas más importantes del mundo. 

En medio de los retos que plantea una pandemia de estas proporciones, muchos asuntos y preguntas surgen de cara a una entrevista sobre el Prado y la sociedad de la que forma parte la institución: ¿seguirá adelante el Salón de los Reinos? ¿Puede el museo mantener su política de autofinanciación? A esas interrogantes se suman otras: ¿Aceptaría la pinacoteca cambiar el nombre a algunas obras? ¿Existe tal cosa como la reescritura de la historia? ¿Claudica Europa culturalmente ante el derribo de estatuas? 

Solana, poco dado a las frases altisonantes, evita electrocutar sus respuestas con comillas de alto voltaje, pero no por ello evade tomar posición respecto a algunos temas. Para hacerlo se ubica en la bisagra de las ideas, un sitio de sus respuestas en las que podría estar defendiendo una cosa y su contraria. Europeísta, admirador del progreso chino pero no de su totalitarismo, aunque él ni lo mencione, habla de la vigencia de la UE y del papel de España en la política exterior. 

En 2020 cumplió usted un año al frente del patronato del Museo del Prado. ¿Qué balance hace?

He sido miembro del Patronato del Prado desde hace muchos años y fui ministro de Cultura también, lo que me permitió tener una relación cercana con el museo. A lo largo de mi biografía he tenido bastante relación con la institución. Forma parte de mi biografía intelectual y política. Le tengo cariño y lo he demostrado con palabras y  hechos. Lo más importante durante esta segunda etapa en el patronato del museo ha sido, por una parte,  la celebración del bicentenario. En ese momento me tocó ser, no presidente, pero sí miembro del patronato.  El aniversario fue un acontecimiento muy importante. Después vino un momento tremendo, durante los meses de enero y febrero del 2020…

Entonces el número de visitantes subió hasta el punto de superar los del bicentenario…

Pero enseguida llegó la pandemia, que fue un shock para los museos y para el Prado todavía más, porque era el que tenía mayor capacidad de generar visitantes no sólo españoles sino internacionales. Pasamos momentos muy difíciles. En medio de esas circunstancias nos tocó, tanto al director como a mí, negociar unos presupuestos muy complejos. El resultado fue razonable, considerando lo complicado de la situación. Fue bonita la reapertura del museo después de tantos meses cerrados. Lo hicimos con una idea brillante del director y su equipo: Reencuentro, una exposición que retomó las mejores joyas de la colección y que fueron presentadas en la galería principal, a la manera del siglo XIX. Eso permitía concentrarlo todo en una zona emblemática, y que teníamos capacidad de vigilar y cuidar. Fue un esfuerzo enorme y un gran acontecimiento cultural. Las portadas de la prensa nacional y extranjera, entre ellas las del The New York Times y Le Monde, se hicieron eco de la sabiduría y el empeño del Prado por retomar su actividad.

Fue bonita la reapertura del museo después de tantos meses cerrados. Lo hicimos con una idea brillante del director y su equipo: la exposición Reencuentro

Entre los museos fue el Prado; entre los teatros, el Real. ¿Tienen las instituciones culturales españolas más empuje a pesar del exceso de crítica en el sector?

Estoy de acuerdo en que existe una vocación y unas ganas de retomar el saber y la actividad, en este caso hablo por la institución del museo del Prado, que es la que más conozco y domino.

¿Cómo se consigue que una institución se autofinancie al menos en un 70%?

La Ley de Autonomía del Prado marca un punto importante en su evolución. Hasta ese momento dependía del Ministerio de Cultura. Esa ley supuso un impulso que permitió al museo funcionar como institución en sí misma: la dota de capacidad para comprar y vender, le da autonomía financiera, siempre ateniéndose a los presupuestos del Estado, por supuesto. Nosotros queríamos, y  queremos, que el Estado se ocupe de los gastos de funcionamiento y personal y que el resto de las actividades pudiésemos financiarlas nosotros. En realidad, hemos sido capaces de hacerlo a través de sus propios recursos: exposiciones, catálogos, visitas, entradas… 

¿Qué falta para una promover una Ley de Mecenazgo en condiciones? ¿Consenso o un ministro de Cultura capaz de entenderse con Hacienda?

No existe hoy una ley de Mecenazgo como tal, pero sí normas. En mi época ya existía una normativa, lo que no existía era una regulación más precisa. 

Eso era justo lo que se necesitaba tanto entonces como ahora.

Pero está y existe. La idea de hacer alguna gratificación o premio para el mecenas permanece. Lo que hay que hacer es organizarlo mejor y darle naturaleza de ley aprobada por el parlamento. Está en el programa del Gobierno, lo que ocurre es que el coronavirus ha frenado todas estas cosas…

Estuvo en el programa del Gobierno, y en el del PP, pero siempre se ha postergado. Es como una cornucopia, un adorno, cuya viabilidad recae siempre en manos de Hacienda. 

Ya le digo que la ley está en el horno. Imagino que saldrá en esta legislatura. No tengo más información, pero sí creo que es una ley importante. En este momento la reflexión de los actores políticos está en cómo gestionar el coronavirus o en la manera correcta de distribuir el dinero que llegará desde Europa, pero no creo que por eso se olviden de este tema. 

Tanto la élite que gobierna como una parte de la opinión pública perciben la cultura como inútil o accesorio, ¿coincide en ese diagnóstico?

No lo comparto. La sociedad tiene un cariño en general por la cultura. Me emociona ver cómo la gente quiere y ama la cultura. Las instituciones se han levantado después de un garrotazo  imponente como el coronavirus. Los periódicos demuestran en sus secciones un despliegue e interés especial por la cultura. No percibo un sentimiento de abandono, al contrario.

El Prado como pinacoteca es la columna la iconografía y el universo simbólico de Europa. ¿Está demasiado expuesto al síndrome de la reescritura y el derribo de estatuas?

No lo creo, al contrario. Está libre. En Europa no ha ocurrido esto con la virulencia que en EEUU. En España y Europa en general se sueldan las heridas mucho más con respecto a sociedades como la americana. Lo hemos visto este año en concreto con grandes movimientos relacionados con las personas de color. Eso nada tiene que ver con la cultura. Pero si me pregunta por la cultura americana, cuyo origen es privado, tiene una dinámica distinta. En el Reino Unido ocurre algo parecido en la relación del Estado con la Cultura. En España hemos sido más como los franceses: la cultura ha sido una responsabilidad estatal.

Independientemente de la política cultural, ¿la tentación de reescribir la historia no le parece que sigue presente y más activa?

A mí me parece razonable. La pintura de los grandes museos puede enseñarnos a comprender mejor la historia, porque nos aporta muchos datos. La historia debemos comprenderla cada vez mejor y en esa tarea las instituciones culturales pueden aportar algo. 

Me emociona ver cómo la gente quiere y ama la cultura. Las instituciones se han levantado después de un garrotazo  imponente como el coronavirus

Cambiar, por ejemplo, El rapto de Europa por La violación de Europa sería una forma de reescritura.

No, perdóneme, eso no es una reescritura. El cuadro está ahí. El vocabulario cambia y los nombres cambian, el cuadro no. Démosle el nombre que le demos a las cosas, la obra continúa y se sabe lo que significa. Si se quiere cambiar el nombre para que la percepción sea más plena, se puede cambiar. No tengo ningún problema en hacer esas cosas. Se puede cambiar el nombre a un cuadro, pero el significado de la pintura sigue ahí.

Es una cesión de terreno a un elemento ideológico

Eso no es ideología. Es reconocer la realidad. Hemos hecho una exposición, ya llevamos varias, sobre la mujer en El Prado, porque es obligatorio hacerlo. Varias mujeres pintoras no han sido tenidas en cuenta con la intensidad que se merecen y la institución está obligada a revisar ese tipo de cosas. 

¿El proceso de obras en el salón de los Reinos seguirá adelante?

Sí, en el presupuesto de este año se ha abierto la línea de crédito para terminarlo. Las obras más importantes empezarán hacia noviembre y diciembre de este año, después de terminar lo que supone conservar y restaurar y conservar lo que tiene carácter histórico.

Ya ocurrió un episodio con Patrimonio Nacional y obras de El Bosco, Van der Weyden y Tintoretto. ¿La reciente compra del María Blanchart abre una polémica con el museo Reina Sofía?

No ocurre nada. El Museo Reina Sofía se creó cuando el Guernica estaba expuesto en el Casón. En ese momento, se decide separar las colecciones y que la línea divisoria fuese Picasso. La pintora que usted menciona es anterior a Picasso. Los cuadros en el museo se compran pasando por todos los trámites. Yo estoy seguro de que se habló con el director del Reina Sofía y que él no lo quiso. Lo que intento decirle es que esa norma ya no existe, una vez divididas las colecciones, cada museo puede comprar la obra que desee siempre que disponga del dinero. Hay gente que piensa que el Prado es un museo amurallado. En absoluto: está abierto y en contacto con la sociedad con la que vive. En el Metropolitan tiene cabida todo lo maravilloso, todo lo que es arte, de la misma forma en que lo tiene el Prado y el Reina Sofía. Es más difícil para el Reina Sofía ir para atrás que para el Prado ir hacia adelante. 

Varias mujeres pintoras no han sido tenidas en cuenta con la intensidad que se merecen y la institución está obligada a revisar ese tipo de cosas

Si le digo Europa, ¿en qué piensa? 

En una genialidad hecha por los europeos. 

Una genialidad que hoy resulta particularmente difícil echar hacia adelante, por cierto. 

No estoy de acuerdo. Al contrario, los países que fundaron la UE continúan unidos. Solo se ha ido Reino Unido, que estuvo siempre un poco a medias. La Unión sigue siendo un elemento importante no sólo para la región, sino para la organización internacional. El concepto Europa es extraordinario. Que libremente haya países dispuestos a compartir soberanía por un bien mayor me parce que en los tiempos en los que vivimos es algo genial. El siglo XX ha tenido dos guerras civiles entre europeos, hasta que un día se dijo ante eso:  nunca jamás, y ese fue su inicio. Yo me siento un europeo, mi vida ha sido europea y estoy encantado de que siga así. 

¿Cómo encaja la UE el reciente desplante del ministro de exteriores de Rusia junto con la eclosión del papel de China, un tanto opaco en tiempos de pandemia?

Su pregunta está cargada de juicios. Las relaciones de Rusia con la UE son muy importantes. Rusia ha sido un país muy activo en la historia de Europa. Ha tomado partido en las dos guerras globales y en muchas parciales. Forma parte geográficamente de Europa, es un país europeo. La URSS es otra cosa, porque tendió hacia Asia. 

Históricamente tuvo unas revoluciones industriales más lentas, lo cual lo rezaga un poco. Pero para la Unión Europea Rusia es un país importante que tenemos que saber tratar. A lo largo de mi vida política he tenido que firmar distintos acuerdos, extraordinariamente ricos políticamente, lo hice en los años noventa. Rusia está pasando por una situación, en un mundo globalizado, en el que aparecen otros actores y que ya no posee esa fuerza monopolar de los americanos acompañados de los anglosajones británicos. 

China es uno de los fenómenos más interesantes y sorprendentes: cómo en tan poco tiempo han pasado de un modelo agrícola a una sociedad tecnológica

El mundo tiene hoy un país como China. Piense usted que cuando llega Deng Xiaoping después de la Revolución Cultural y de la muerte de Mao, estamos hablando de los años setenta, se hace cargo del poder hace auténticas maravillas. De la China de ayer a la China de hoy ha habido un cambio tremendo. Es impresionante. Hoy en China se producen más ingenieros, ingenieros, matemáticos, físicos o químicos que en el resto del mundo. Un país agrícola , en la época de Mao Tse Tung, hoy es una sociedad tecnológica.

Un estado totalitario, ¿no le parece?

Es la manera como han querido o han podido hacerlo. China es uno de los fenómenos más interesantes y sorprendentes: cómo en tan poco tiempo han pasado a ser un modelo agrícola a una sociedad tecnológica. ¿Estoy de acuerdo en todo lo que ha hecho China? No ¿Reconozco todo lo que ha hecho China? Sí. 

¿De qué forma el episodio del asalto al Capitolio afecta la imagen impoluta de la democracia de EE UU y de qué manera afecta la relación con Europa?

Hemos vivido cuatro años de una relación muy compleja. Seré muy claro: al presidente Trump ni le gustaba la Unión Europea ni la entendía. Quería tratar solo con los países europeos de forma aislada, que no podían actuar a título individual, porque los tratados los firma la Unión no los países. Trump pensaba en relaciones bilaterales. Era un presidente que no entendía lo que había ocurrido en la historia europea, que no podía relacionarse con la UE. Biden tiene más conocimiento de lo que la UE significa. 

El discurso de Biden ante los europeos es el de ‘America is back’ , los queremos y deseamos volver a trabajar con vosotros. Me parece estupendo. Ahora veremos si puede hacerlo. Considero que es posible recuperar la relación con EEUU, que no se rompió, pero sí que se había perdido. Es necesario, porque el mundo necesita de la comunicación entre los grandes actores mundiales, ya que los problemas que tenemos son globales, y hay que resolverlos: las soluciones a la pandemia o el cambio climático no son nacionales. 

El populismo de derechas y de izquierda ya no recorre solo Europa, sino el mundo. ¿Es un fenómeno puntual o permea más profundamente?

El populismo surge siempre que hay un momento de desazón. Hay que luchar contra él. Nosotros somos hijos de la ilustración, hijos de Voltaire. Es el momento en que se ilumina lo mejor del individuo y de ahí sale lo mejor de Europa. No podemos permitir que se estropee esa esencia. La ciencia, la razón en este momento son muy importantes. Hay países que no creen en la ciencia, la mitad de EEUU es negacionista y Trump convirtió eso en una boutade. Yo estuve en el hospital, fui de los que se contagió de la covid en marzo hace un año, estuve cinco semanas y lo pasé muy mal. En un año, o en menos incluso, conocemos no sólo la enfermedad, sino que tenemos la vacuna. En muy poco tiempo. Eso es una fuerza de la ciencia extraordinaria de la ciencia y tenemos que valorar eso.

En las últimas legislaturas existe una ausencia manifiesta de política exterior, ¿es un tema de inercia? ¿a qué se debe?

España es un país europeo y hace una política europea. Somos europeos. Tenemos una relación importante con EEUU y somos de los que tenemos más relación con el Mediterráneo. Se celebrará el aniversario de la importante conferencia de paz que se hizo en Madrid todavía con el presidente Bush y Gorbachov sobre Oriente Medio. Tenemos una presencia en el mundo como nos corresponde. Somos una potencia europea que no sólo tiene política exterior desde Europa sino con América y con el Mediterráneo. Nuestra política internacional es continuista. España en el mundo no cambia sus parámetros de política exterior. Su línea general posee un consenso general de sus elementos generales. Cada gobierno puede resultar más un aspecto u otro, pero las grandes líneas son parecidas.

¿Incluida esta legislatura?

Sí. 

La política exterior con Iberoamérica es errática. Emmanuel Macron, presidente de Francia, habría sacado más provecho a una lengua con 500 millones de hablantes, ¿no cree?

Francia tenía una potencia mediterránea enorme en su relación con las colonias y mire usted dónde está. Nosotros somos mucho más en América Latina de lo que Francia fue en su territorio, mucho más: la presencia de nuestras empresas, de nuestra lengua, de nuestras universidades. Siguen estando. ¿Se puede hacer más? Seguro ¿Se debe hacer más? Sin duda.

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