Cultura

Entrevista a Jero García: "Somos un país de blanditos donde abrazamos demasiado el buenismo"

El excampeón nacional de boxeo, que acaba de presentar 'Cola de lagartija', su primera novela, defiende que un boxeador con los valores éticos de nuestro deporte sería un buen presidente del Gobierno"

La vida es como un viaje en taxi. Crees que tienes claro el destino, pero puedes acabar perdido y con la necesidad de recalcular la ruta. Un poco como le pasa al excampeón nacional de boxeo y coach Jero García, que atiende telefónicamente a Vozpópuli mientras viaja a bordo de un taxi de la capital en busca de la recóndita estación de Atocha. Un largo viaje que no ha llegado a su fin cuando hemos pulsado el botón de colgar.

El motivo de la conversación es la reciente publicación de 'Cola de lagartija', editada por Temas de Hoy, primera novela de Jero García. Cada gota de tinta impregna el libro desde la más cruda realidad, la que el boxeador ha mascado desde la más tierna infancia en el Carabanchel de la heroína de los 80, a los golpes que la vida nos prepara según van pasando los años.

'Cola de lagartija' es un retrato de un chaval desesperado, de un joven que no se encuentra a sí mismo y acude a la violencia y la adrenalina como única vía de escape, como único lorazepam para sus demonios. El protagonista encontrará su particular Templo de Delfos en Fernando, el entrenador que le acoge en el gimnasio del barrio y le prepara para ser un luchador de verdad, uno de los que no solo asestan buenos crochets sobre ring, sino que son capaces de resistir las hostias de la vida, esas que quitan el aliento y te dejan grogui de verdad.

Con una prosa seca y certera como un preciso jab, Jero García desnuda su alma y aborda temas como el bullying, la muerte de los seres queridos y la gestión del fracaso, que como bien sabe Rocky Balboa es más importante que cualquier puñetazo que podamos dar. Por sus páginas pasea el fantasma de David Gistau, cuya desgracia carece de todo sentido, y cuyo vacío sigue agrandándose año tras año. ¿Qué pensaría y qué escribiría de lo que está viviendo hoy nuestro país? En fin, ese es otro tema.

Sobre vida y muerte, boxeo y bullying, dar y recibir, va esta charla con Jero García mientras atraviesa Madrid a bordo de un taxi que no encuentra Atocha. La conversación se interrumpe de tanto en cuando con las instrucciones que el escritor da al conductor, en un viaje que cabe en una novela de Julio Verne. Jero, si estás leyendo esto, por favor, confirma que llegaste a tu destino y que estás sano y salvo.

Pregunta: En esta novela se respira verdad, ¿cómo es escribir desde las tripas?

Respuesta: Arañándote desde el minuto uno. Esta novela empieza en pandemia, en una depresión. Escribí por necesidad, para superar mi dolor. No te queda otra que hacerlo desde las entrañas, tanto mías como de gente que pasa por esa novela.

P: ¿Por qué le vino la depresión en pandemia?

R: Se me juntó todo. Ser un TDAH de manual y tener que estar encerrado en un piso con dos gemelos de dos años. Y luego que no hacía ni un mes que se habían muerto dos de mis mejores amigos -Raúl y David Gistau- y no los había llorado. Me tocó llorar.

P: En la novela vemos a dos protagonistas, Cola y Fernando. Ambos son Jero, uno el del pasado, y otro el del presente. Lo curioso es que en un momento dado de la novela, que no desvelaremos, pasa como con Don Quijote y Sancho, y el maestro es quien aprende de su pupilo. Los papeles se intercambian. A día de hoy, ¿da más lecciones o las recibe?

R: Siempre me he considerado un pequeño aprendiz-entrenador. ¿Y pequeño por qué? Porque en esta vida hay que ser humilde. Y si no aprendes a ser humilde, malo. Al que ves detrás cuando empiezas a subir te lo encuentras al bajar. Y aparte, no hay mayor humildad que la pelea contigo mismo. O sea, ¿para qué vas a pelear con los demás? Si con que tienes que pelear es contigo mismo para intentar sacar tu mejor versión. Yo me dedico a la docencia; el día que deje de aprender, dejaré de enseñar. Yo creo que no hay mejor maestro que el que aprende de sus alumnos; no hay mejor entrenador que el que aprende de su deportista; y no hay mejor padre que el que aprende de sus hijos.

No hay mejor padre que el que aprende de sus hijosJero García
Pregunta: Apunta en el libro que el boxeo es un deporte para gente humilde. Sin embargo, hay muchos fanfarrones que eran y son soberbios púgiles. Véase el más grande, Muhammad Ali, o el campeón del peso pesado actual, Tyson Fury.

Respuesta: Una cosa es ser fanfarrón porque pertenece a tu personaje y otra cosa es la prepotencia y la soberbia. La verdadera prepotencia y soberbia son una señal de cobardía. Hay mucha gente que se tiene que creer mejor de lo que es para no tener miedo. Y esa es la mayor equivocación. Porque como explico bien en la novela, en esta vida no se puede vivir sin miedo. Hay que vivir con miedo e intentar superarlo con fuerza y coraje.

P: Los valores del boxeo son buenos para la vida. Usted lo sabe. ¿Por qué se sigue marginando el boxeo?

R: Hay dos lecturas distintas. Una cosa es la estigmatización del boxeo como deporte profesional; dos personas sin camiseta golpeándose brutalmente dentro de una agresividad implícita. Y luego está el boxeo puro, el boxeo en esencia. No hay que pegarse con nadie para sentirse boxeador porque el boxeo tiene algo que es jugar a pelear. Jugar a pelea te acerca al carácter primario del animal. Cuando te acercas al carácter primario del animal, te equilibras emocionalmente. Segregas distintos neurotransmisores y hormonas de la recompensa y, sobre todo, regulas la ira y canalizas la agresividad. La gente debe diferenciar lo que es el boxeo profesional, que es un deporte completamente reglado y que yo no lo veo brutal ni violento (lo veo agresivo), del boxeo en esencia.

P: Fernando Sánchez Dragó me dijo en una ocasión: “Vivimos en un país de caniches, de mediocres que no saben admirar, ni practicar el heroísmo, la fuerza, los sentimientos... Estamos en una sociedad de niñatos acostumbrados a la blandenguería del mundo actual. No pueden admitir un deporte como el boxeo, tendrían que amar y escribir de otra manera”. ¿Comparte este análisis?

R: En cierta manera sí tiene razón. Somos un país de blanditos donde abrazamos demasiado el buenismo. La vida, la existencia, es conflicto. Es así desde que el mundo es mundo y el boxeo lo ven como algo violento. Y no es violento, es agresivo. Yo prefiero hacer un deporte donde exista una agresividad implícita que no explícita. La agresividad la usamos como instinto de supervivencia. El boxeo es pegar y que no te peguen.

P: Hay veces en que la gente no tiene a nadie en su esquina, como le pasa a Fernando. ¿Qué esperanza queda para ellos?

R: La generosidad en el esfuerzo. Hay que entrenar. En este mundo todo pasa y todo se entrena. Hay veces en que no tienes esquina o hay a veces que tienes una esquina equivocada. Eso va a provocar que te caigas más veces, y estarás obligado a levantarte más.

P: En la novela relatas un episodio inspirado en Miriam, campeona de España de boxeo que era maltratada por su pareja. El no ser capaz de ver aquello fue el peor error de su carrera como entrenador, como usted mismo ha señalado en varias ocasiones. ¿Ha conseguido ya perdonarse?

R: No, ni quiero perdonarme. Lo tengo que tener presente para que no me vuelva a ocurrir. Y fíjate lo presente que lo tengo que ahora mi intención es que ningún entrenador de este país pase por lo que yo pasé. Es muy importante que cualquier entrenador, no solo de boxeo, esté formado en prevención de las violencias. Y ese es mi objetivo. Empiezo un proyecto ahora a principios de año, cuando pase toda esta marea del libro, que consiste en dar herramientas a los monitores para que no pasen por lo que yo pasé. Esa es mi verdadera misión ahora. Yo quise un día ser campeón del mundo, otro día quise hacer campeones del mundo, y ahora lo que quiero es que ningún entrenador pase por lo que yo pasé y para eso hay que formarse.

P: También homenajea a David Gistau. Ese grandullón a bordo de una Harley. ¿Por qué conectó tan bien con alguien a priori tan diferente? ¿Es la prueba de que alguien de Carabanchel y alguien del barrio Salamanca pueden ser amigos?

R: Por supuesto. David y yo conectamos tan bien por los códigos y porque en cierta manera yo le admiraba y él me admiraba a mí. Yo me hice a mí mismo y él era Dios en la Tierra en literatura y en periodismo. Conectamos muy bien y se formó una gran amistad. Lo que le pasó fue un golpe muy duro para todos.

P: Lo que le pasó fue tan doloroso… ¿Tiene algún sentido todo esto que llamamos vida?

R: ¿Sabes qué pasa? Que en los últimos dos años han muerto mis dos mejores amigos y mi padre. Se me cayeron todos los palos del sombrajo. Por mi vida yo siempre voy acelerado a todos los lados y no tienes tiempo para recapacitar. Por eso en la pandemia, en aquel piso, encerrado, aparecieron todos los traumas. Todos, del tirón. Y me vine abajo y tuve que pedir ayuda. No pasa nada. Nos caemos 40 millones de veces, pues 40 millones de veces nos levantamos. El boxeo volvió a salvarme, volví a encontrar la paz entre los golpes.

El boxeo volvió a salvarme, volví a encontrar la paz entre los golpesJero García
Pregunta: Es una de las personas destacadas más implicadas contra el bullying. Cada vez se habla más del suicidio pero, ¿cómo es posible que nuestros políticos no hayan puesto en marcha una ley sobre un tema que puede conducir a los menores a cometerlo?

Respuesta: Es básico que haya una ley orgánica de protección integral contra el acoso escolar. No puede ser que haya niños por ahí con 12, 13 años, que no puedan ser imputados -ni sus padres tampoco- cuando provocan intenciones suicidas en otros. Hay casi 220.000 niños acosados y unos 75.000 acosadores. Esto es un dato escalofriante. El 50% de esos niños que sufren acoso escolar padece, aparte, ciberacoso. Además, no tiene nada que ver el bullying de hoy con el de hace 20 años. ¿Por qué? Porque la mayoría de los niños están desnaturalizados. No empatizan con el dolor que cometen. Y eso es gravísimo porque no saben parar. Y no olvidemos que hay casos donde hay más intención de suicidio en el niño acosador que en el acosado. No olvidemos que los acosadores son víctimas también.

P: La novela es una colección de hostias que se podrían traducir en ausencias. La ausencia del abuelo, del amigo Rául, del amigo David… Al final nuestra esquina se va quedando cada vez más vacía. ¿Cómo podemos lidiar con ese vacío?

R: Yo ya he dado la vuelta al jamón, tengo 50 tacos. Mi felicidad es directamente proporcional a la capacidad de resistencia que tengo. O sea, la capacidad que tengo de aguantar los palos.

P: ¿Y de qué palo le ha costado más levantarse a Jero García?

R: Aparte de la muerte de mis seres queridos, la final de Lisboa, ese gol de cabeza de Sergio Ramos...

P: ¿No cree que a veces, en la vida, es mejor tirar la toalla a levantarse y seguir recibiendo hasta en el carnet de identidad?

R: Es que la toalla nunca la tiras tú, te la tira tu esquina. Por eso es importante tener al lado tuyo una esquina que te cuida y que te proteja. Tú tienes que tener una intención siempre en la vida, que es el intentar levantarte. Y eso es sagrado.

P: ¿Le gustaría que un boxeador llegase a ser presidente del Gobierno de nuestro país? ¿Qué tal lo haría?

R: Un boxeador que haya sido insuflado por los valores que realmente tiene nuestro deporte, al que se le conoce como 'noble arte', hará bien todo lo que haga, incluido ser presidente de España. Porque siempre pondrá por delante esos principios éticos que este deporte te da y que te hacen mejor persona, como me lo hizo a mí.

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