Antes de esta novela Luis Herrero ya había publicado tres: El tercer disparo, Los días entre el mar y la muerte y Dejé de pronunciar tu nombre. A esta serie literaria se incorpora ahora Donde la tierra se acaba (La Esfera de los Libros), una historia protagonizada por David McFarlan, un exitoso escritor norteamericano que decide ir a esconderse en Finisterre para huir de la muerte de su mujer.
La idea no es suya. Llegó a sus manos gracias al escritor y director José Luis Garci. Herrero acudió a él para afrontar el dilema en el que se había metido: la editorial con la que hasta entonces había trabajado le ofreció un jugoso adelanto por una biografía de Juan Carlos de Borbón que el periodista no se veía capaz de escribir. Estaba en una encrucijada, porque ya había usado parte del dinero para pagar a Hacienda.
Era imposible echarse para atrás. Herrero necesitaba una solución cuanto antes, algo que le permitiera aparcar definitivamente el compromiso en el que se había metido. Fue entonces cuando Garci, a quien lo une una extensa amistad y la pasión por el cine, le habló de la historia de McFarlan, un personaje que protagonizaba un guion escrito para Paul Newman y que jamás llegó a filmarse.
El David McFarlan de Garci acabó por convertirse en el de Luis Herrero, quien vuelca en estas páginas la travesía de un personaje que viaja desde de la gloria al infierno del remordimiento, la culpa y el alcoholismo. El periodista concede a su protagonista rasgos de figuras como Ernst Hemingway y propone una historia que tiene más de Hitchcock que de thriller. Es lógico que así sea porque a ninguno de los dos, ni a Garci ni a Herrero, les es ajeno el cine. Junto a Luis Alberto de Cuenca y Eduardo Torres-Dulce tanto el cineasta como el periodista mantienen el programa radiofónico Cowboys de medianoche.
Periodista con más de cuarenta años de carrera, en su mayoría en la radio, Luis Herrero acumula galones. En 1981 se convirtió en el director de periódico más joven de toda España. Trabajó en Antena 3 y Cope como responsable de varios programas e informativos. También fue miembro del Parlamento Europeo desde 2004 a 2009. En la actualidad dirige en EsRadio el programa En casa de Herrero. Justamente sobre literatura y periodismo, pero también de actualidad y política, conversa Luis Herrero en esta entrevista concedida a Vozpopuli.com. Sus respuestas son ágiles, rápidas, cortantes.
Además de irónico y lúcido, Luis Herrero no muestra ni un atisbo de pedantería. Al contrario, mantiene el humor y la sinceridad. No importa si habla de novela o periodismo, de la radio o la prensa, del cine o la amistad, diga lo que diga, quien escucha tiene la sensación de que dice siempre la verdad. Lo hace como en cualquier página de Donde la tierra se acaba: sin aspavientos y directo, como un punto final.
Hay un Luis Herrero periodista, novelista y lector. ¿Cuál de ellos pesa más en este libro?
No escribí este libro pensando en mí mismo como un escritor. Quise serlo, pero la vida te va marcando de otra manera y te da otras capacidades. La vida se empeña en no llevarme por el camino de la literatura.
Farlan es un escritor de bestseller. ¿Eso le permitió lucirse, ya no como escritor sino como lector…?
Si tu pregunta es si soy consciente de eso, mi respuesta es no. La idea germinal del personaje no es mía, es de José Luis Garci. Cuando él me dio cuarenta folios en inglés de un guion escrito para Paul Newman, tuve que transformar eso en 400 folios. Tenía que preservar la esencia de la idea original y eso me condicionó.
Para huir del encargo de una biografía sobre rey emérito terminó lanzándose a los brazos de Garci. ¿Hasta qué punto respetó el guion?
Hubo algunos cambios. Los editores me obligaron a hacer alguna reestructuración: que la protagonizara un hombre y estuviese ambientada en el presente, porque la historia de Garci ocurría en los setenta; que la idea de las hermanas funcionaba muy bien y que algo debía incluir. Con todos esos cambios incorporados y esos nuevos condicionamientos, yo debía de hacer algo que tuviese sentido.
¿Si no le hubiesen encargado libro sobre el rey emérito... habría escrito esta novela?
Eso lo describo al final. Como tantas personas en este país, cuando llega el momento de pagar a Hacienda me da un susto horrible. Necesitaba dinero y justo en ese momento apareció una oferta muy tentadora. No estoy acostumbrado a ese tipo de anticipos, así que acepté. Cuando ya había cobrado la mitad del anticipo no podía devolverlo, aunque estuve dispuesto a hacerlo.
¿Por qué su negativa a biografiar al emérito?
Si algo tenía claro con este libro es que lo único que no podía era hacer el ridículo. Pero estaba convencido de que no me podía salir bien. No soy monárquico ni conozco a los personajes de la familia real. Para dar calidad literaria había que imaginar muchas cosas y meter ficción; yo no conozco el mundo de la aristocracia o la nobleza; nunca he estado en Estoril, aunque ahora sepa mucho tras haber leído al respecto, pero entonces no…
Ha dicho que una novela es mucho más que la manera de contar, sino lo que se cuenta. ¿Qué cuenta en ésta?
Lo que plantea es la incapacidad de algunos seres humanos para perdonarse por los errores que han cometido y que los han convertido en un despojo. MacFarlan es un jeta, un escritor de éxito, un triunfador, un profesor universitaria que ha cautivado a la mitad de sus alumnas, alguien que hacía lo que le daba la gana con los códigos morales justos. De pronto aparece una chica, entonces él se plantea cambiar de parámetros, pero le falla a esa chica y se falla a sí mismo. Ese remordimiento lo hunde y se larga donde nadie le conozca. Hasta que aparece lo único que puede redimir a alguien, que es el amor. Así él retoma la historia donde la había dejado.
Parte de la novela transcurre en EE UU y otra en Galicia. Hay detalles muy específicos. ¿Ha sido voluntaria la locación?
Lo único voluntario ha sido la aparición de Obama. El título provisional de la película de Garci era Finisterre. Él había llevado la historia ahí. Que la acción se desarrolle en Estados Unidos y Finisterre es una consecuencia: la novela trata sobre un escritor norteamericano, cuyo éxito ha ocurrido en los EE UU y donde viven su editor y su agente, pero también sus recuerdos más felices.
¿Thriller, novela psicológica o una tragedia?
Cuando Garci me contó la historia, en Marbella, me di cuenta de que era un narrador fascinante. Garci es de los mejores narradores orales que conozco. Yo me sentía como el sultán al que le estaba contando Sherezade. Intenté captar la historia tal y como él la entendía. Entonces me dijo: esto es una película de suspense.
Este libro posee la impronta de Cowboys de medianoche. Es cinematográfica.
Soy incapaz de verlo. Cuando escribo pienso en imágenes y en secuencias. No sé escribir de otra forma. Mi obsesión era intentar sorprender al lector, pero dándole todas las herramientas para que no se deje sorprender. Lo mismo me pasa con la estructura de la novela. No quiero que nadie acabe perdido.
¿Farlan es un Hemingway deliberado, incluso una versión aún más excesiva del Nobel?
Lo que descubrí es que debo a MacFarlan una cosa que no sabía de mí mismo y que me llevó a pensar que nunca sería un buen escritor: soy incapaz de imaginar. Farlan es un mal tipo, un oportunista, desprecia lo que lo rodea. Es un miserable pero no soy capaz de convertirlo en tal cosa. Intenté redimirlo a cada rato, porque no me creía que existiera alguien tan malo. Es posible que tenga cierta similitud con Hemingway, porque es un personaje que le gusta mucho a Garci.
Uno de los últimos bestsellers en España es El caso de Haryy Quebert, que no me gustó en absoluto. Cuando le vendí la idea a la editorial, me dijeron justo eso: que les recordaba a esa novela. ¡Pero es que esta historia ocurrió hace treinta años! Esta historia es Garci en estado puro. Hay algunas citas literarias que yo no hubiese incluido voluntariamente, pero que estaban en la sinopsis original que me pasa Garci.
¿Desde hace cuánto os conocéis José Luis Garci y usted?
Desde hace mucho. Nos conocimos en 1982 con el nacimiento de Antena 3 Radio. No establecimos una amistad especialmente intensa, pero con el tiempo se consolidó. El programa de Cowboys, que se emite desde hace no sé cuánto nos hace hablar todas las semanas. Hay cosas que perduran porque la vida se empeña en que dure. Eso ha ocurrido con mi amistad con Garci. Ojalá hubiese muchos Garci en mi vida. Es uno de los mejores conversadores que he conocido. Nada le es ajeno. Tiene una memoria prodigiosa y además te ríes muchísimo con él.
Todo su periplo vital ha estado asociado al periodismo. ¿Por qué se dedicó al oficio?
Cuando era pequeño tenía un profesor de lengua del que no me interesaba absolutamente nada, pero él encontró la tecla correcta. Me dijo que tenía talento para escribir. Comencé a imaginar mis historias y relatos. Estudié periodismo no por vocación, sino porque ligaba con lo literario. Si te gusta escribir, puedes hacerlo en los periódicos. Me hice reportero pensando en el periodismo escrito. Me enamoré inopinadamente del oficio. N esperaba que eso ocurriese. Pero hay algo más, en la universidad de Navarra, suspendí la asignatura de radio, lo cual demuestra que no me interesaba, aunque terminé desarrollando mi carrera en ese medio. Lo que nos espera es la vida real, y por eso ocurren este tipo de cosas. Empecé a escribir y publicar libros de periodismo hasta que la editorial me propuso que me aventurara con la ficción. La idea de convertirme en novelista me resultaba tentadora, así que le dije a la vida: ¿y por qué no me llevas por ahí?
¿La radio escribe?
Es posible. A la gente que le gusta escuchar es la misma a la que le gusta después leer. La radio es una especie de hospital de campaña para algunas actividades humanas que caen en desuso: por ejemplo, conversar. Me doy cuanta cuando hablo con mis hijos y la gente más joven: la gente no sabe conversar. Eso ocurre porque no saben escuchar, porque son muy jóvenes y saben muy pocas cosas.
¿Es la radio equiparable a un género literario?
Los juglares del medioevo fuero precursores de los primeros géneros literarios, desde ese punto de vista sí se podría hacer esa comparación.
¿Cuál ha sido su impronta literaria?
Tengo una memoria extraña y muy mala. Olvido los nombres de los autores y los títulos de las películas. Si me preguntas cómo se llama un autor de una novela que me gustó, siempre que no sea consagrado, me cuesta recordarlo. Ocurre lo mismo con las películas. Eso me ha marcado mucho porque no tengo referencias muy claras, pero lo que me gusta del acto de leer es la serenidad que necesitas, el ejercicio de imaginación que te propone tanto leer como escribir y en tercer lugar, la capacidad de reflexionar. Esas tres actividades están bastante ausentes de la vida contemporánea. Pero bueno, esta es a reflexión de una persona que camina hacia la ancianidad.
Hay una profusión tanto de personajes secundarios como hechos sobrenaturales en esta novela.
EL problema de convertir las 40 páginas de Garci en 400 es que exigía muchas sub tramas, que a su vez exigían personajes nuevos que ayudaran al relato a avanzar. Había que conseguirlo tirando del suspense y el misterio. Hay personajes que salen espontáneamente. Siempre le reproché a Garci que rodara historias en blanco y negro, que sólo sintiera interés por el pasado o la tecnología, que no supiera conducir, ni usar el móvil ni tampoco el ordenador. Él es un poco McFarlan y me he dado cuenta de que a mí me ha ocurrido lo mismo, pero con diez años de retraso. Cada vez vuelvo más a los autores que me hicieron disfrutar. Ahora que tengo nietos me la paso genial haciéndoles una biblioteca con Dumas y Salgari, y eso me gusta. Pero sin duda cada día me doy cuenta de que me ocurre lo de Garci. No me siento orgulloso de eso. Lo digo para constatar un hecho.
La idea del relato rige la política contemporánea. ¿Cree que en España se ha serializado la política o les atribuimos a determinados personajes una capacidad de fabular que no poseen?
Esa capacidad de fabulación siempre ha existido. Recuerdo momentos no tan lejanos de la vida política donde este tipo de cosas ocurrían: se hundió el partido de gobierno de manera estrepitosa, la derecha fue capaz de modernizarse, la extrema derecha ya existía… son adaptaciones de cosas que siempre he visto en la política. Lo que sí ha cambiado, y me temo que a peor, son los actores y los guionistas. Eso es el reflejo de una sociedad distinta.
¿Pedro Sánchez es un protagonista con vocación de secundario?
Todos los políticos tienen vocación de secundarios. Hoy hablas de Rajoy y nadie se acuerda. ¿Quién fue? El causante involuntario de los problemas que surgieron, pero ganó con mayoría absoluta. Son como luces de bengala. Se quedan sepultados. La vida sigue y ellos no consiguen adaptarse. Los miro con mucha distancia. ¿Cómo hablaremos de Pablo Iglesias dentro de diez años? ¿Cuál es la idea política de la nueva izquierda?
De los seriales políticos que existen en España, ¿cuál le parece el más atractivo?
Diría que el procés. Es un capítulo de una historia que lleva escribiéndose mucho tiempo y aún no ha termina. Todo lo que ocurre es premonitorio del capítulo siguiente de esa historia.
¿Felipe VI es un mal protagonista?
La historia es tan trepidante que lo que significaba su padre en los años setenta es absolutamente contraria a lo que significa su hijo en el año de 2020. No han pasado ni siquiera treinta años entre la transición que el padre impulsa y el fin de régimen del que su hijo forma parte.
¿Qué responsabilidad tienen los medios en la polarización y la incertidumbre actual?
Desgraciadamente una de las cosas que má empobrecen la actualidad es que todo resulta previsible. Sabes qué van a decir los contertulios o los políticos en las ruedas de prensa. No digo que el periodismo que no sea libre, pero está sometido a un reparto de papeles muy calculado. Voces imprevisibles y librepensadoras, apartadas del canon, hay muy pocas. Eso ocurre en la política, el periodismo o la cultura.
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