Este libro comienza en el sótano del Museo de Ciencias de Manchester ante una pequeña caja de cristal en cuyo interior unas pequeñas virutas llaman la atención del lector. ¿Qué son? ¿Qué hacen allí? Son limaduras de piel seca, trozos de algo que fue humano: más concretamente, los restos de los globos oculares del científico británico John Dalton (1766-1844), el padre de la teoría atómica y el primer científico en describir la ceguera del color bautizada con su nombre. Ante esa extraña evidencia se planta el periodista Antonio Martínez Ron para dar inicio a este libro: El ojo desnudo (Crítica), una historia de cómo ha cambiado nuestro conocimiento de la visión y la luz, de cómo hemos conseguido mirar ahí donde en realidad no vemos. La intuición y la mirada fundidas en un mismo mecanismo.
En estas páginas, Antonio Martínez Ron explica por qué vemos como vemos y cómo hemos alcanzado a comprender fenómenos que van mucho más allá de lo que nuestros sentidos nos permiten detectar ¿Ver para creer? En absoluto. Ni entonces ni ahora. Y este libro lo explica con claridad, precisión y belleza. Para quien lee, resulta inevitable la metáfora, el juego de sentido que nos conduce hacia la luz como alegoría ilustrada del conocimiento. Las luces de los enciclopedistas. "Toda la historia de la ciencia es una cura de humildad, casi todos los planteamientos que siguen al método científico nos han llevado al convencimiento de que no somos los más especiales, ni que estamos en la cima de la evolución. Esa cura de humildad viene, en buena medida, de la constatación de que somos muy limitados desde el punto de vista perceptivo”, asegura el periodista científico, editor de nuestra sección NEXT, además de responsable e impulsor de otros proyectos de referencia en información científica. Participó durante dos temporadas como colaborador del programa Órbita Laika (TVE) y es autor del libro ¿Qué ven los astronautas cuando cierran los ojos?
Este libro comienza en el sótano del Museo de Ciencias de Manchester ante una pequeña caja de cristal en cuyo interior unas pequeñas virutas llaman la atención del lector. ¿Qué son...? Los ojos de John Dalton
El hecho de que este libro comience ante los ojos de Dalton no es en absoluto fortuito. "Se trata de intentar darnos cuenta de lo limitados que somos. Nuestro sistema visual puede percibir tan sólo una parte muy pequeña del espectro electromagnético. Sin embargo, hemos sido capaces de, sólo viendo ese poquito, desarrollar herramientas para ver mucho más allá de esa ranura que nos ofrece la realidad . Ahora somos como una especie de insecto gigante con ojos en todas partes (…) John Dalton es fundamental en la historia, por dos cosas. Es el primer físico que recupera la teoría del átomo y que, viendo de que están hechas las cosas, fue el primero en darse cuenta de que él no veía el mundo como el resto, dadas sus anomalías con el color. Por eso se bautizó esa pequeña tara como daltonismo. Él comenzó a investigar y a enviar cartas que veía los colores de manera distinta. Se pregunta porqué le ocurre. Llega incluso a elaborar una teoría y concluye que su humor vítreo es azul y que esa puede ser la razón de su percepción alterada del color. Dalton pidió a su médico que, tras su muerte, le extrajese los ojos y confirmara si su humor vítreo estaba pintado de azul. El doctor Ransome lo hizo, pero no descubrió ni percibió ninguna coloración. Aunque se equivocó sobre el motivo que causaba su ceguera al color, Dalton había valorado meticulosamente todas las posibilidades y las formas en que se manifestaba, hasta el punto de ser el primero en afrontar científicamente el problema y buscar una explicación”, explica Antonio Martínez Ron.
Con la historia del físico como hilo conductor de este volumen, Antonio Martínez Ron intenta responder a lo largo casi 300 páginas a la pregunta que le hizo su hija, pero que en el fondo es la que podríamos hacernos todos, tengamos la edad que tengamos: "Papá, si no lo ven, ¿cómo saben que está ahí?”, le dijo ella. Y fue esa interrogante, de las más esenciales, la que puso en marcha el libro tres años atrás. Este volumen está escrito no por alguien que tenga respuestas, sino por una persona que durante años ha hecho muchísimas preguntas y que, acaso como su pequeña, tiene muy claro que es necesario recuperar las dudas realmente importantes. "La clave para divulgar y transmitir conocimiento científico de manera sencilla es no perder el rigor. No hace falta deformar ni convertir en amarillista algo que en sí mismo es fascinante. La historia de la ciencia lo es. En cuanto escarbas un poco en la historia de la ciencia descubres que casi nada es como nos han contado, que casi toda la información que nos llega sobre Galileo, Keppler y demás, nos llega de tercera o cuarta mano y que acudiendo a las fuentes te puedes encontrar millones de historias. La ciencia ha evolucionado tanto, se ha especializado tanto, que hemos dando tantas respuestas a tantas cosas, que se nos han olvidado las primeras preguntas . Aquellos hombres que miraban por primera vez el mundo sí que se hacían las primeras preguntas, las que importaban: si lo que estaban viendo era real, si tenía sentido la realidad con lo que estaban interpretando. Por eso, tirar para atrás en el tiempo, ayuda a entender mejor hasta dónde hemos llegado. De ahí la pregunta: Si no lo ven… ¿cómo saben que está ahí?".
Martínez Ron intenta responder a lo largo casi 300 páginas a la pregunta que le hizo su hija, pero que en el fondo es la que podríamos hacernos todos, tengamos la edad que tengamos: "Papá, si no lo ven, ¿cómo saben que está ahí?”
Una de las reflexiones más fascinantes del libro de Martínez Ron es la elaboración de la vista como un artefacto. "Tienes la intuición de que lo que tus ojos ven es la realidad; y no lo es. Eso costó mucho entenderlo. Por ejemplo, el hecho de analizar cómo viajaba la luz a través de un medio llevó a la conclusión de que seguramente la imagen se formaba al revés en el fondo de la retina, pero los filósofos naturales que lo estudiaron se negaban a confirmarlo, porque les parecía imposible. De hecho, el que revolucionó todo, que fue Johannes Keppler, llega a la conclusión de que la imagen se forma al revés en el fondo de la retina y dice: eso ya lo resolverán los médicos. Tardaron mucho en entenderlo". En efecto, la imagen se forma al revés. Realmente el cerebro es el encargado de decodificarla, en condiciones además muy específicas. "Es como una caja oscura que recibe unas señales eléctricas y a partir de las cuales se reconstruye. Porque esa información no llega del todo completa, sino que se recompone, por eso se producen las ilusiones visuales, por eso creemos ver cosas que no están ahí o que son producto de la transformación que hace el cerebro".
En su Metafísica, Aristóteles ya hablaba de la superioridad de la vista sobre el resto de sentidos a la hora de relacionarnos con el mundo. "Preferimos el conocimiento visible a todos los demás conocimientos que nos dan los demás sentidos", escribía. "Igual que el Sol está en el mundo, los ojos están en el cuerpo" y son "sus componentes divinos", sostenía Galeno quinientos años después. Para el médico inglés Helkiah Crooke, ya en el siglo XVII, los ojos eran los "centinelas en lo alto de la torre, desde donde pueden ver más lejos", y René Descartes definía la vista como "el más noble y universal" de los sentidos. Sin embargo, los primeros hallazgos técnicos que permitieron corregir la óptica demostraron que la vista no era fiable. Este libro propone un viaje para ver la realidad con nuevos ojos y comprender cómo hemos llegado a descubrir lo que ahora sabemos. Un intento de resumir la historia que lleva desde los primeros hombres que miraban el cielo con el "ojo desnudo" hasta el descubrimiento de realidades tan intangibles como el bosón de Higgs o las ondas gravitacionales.
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