La imagen de una España atrasada en el siglo XVI ligada al oscurantismo propio del catolicismo de la época ha llevado a personajes ilustres europeos a lo largo de la historia a atacar al Imperio que descubrió América y circunnavegó la Tierra (entre otros avances) con expresiones como “África empieza en los Pirineos”, de Alejandro Dumas; “Si el español fuese musulmán sería un africano completo”, de Stendhal; o la pregunta realizada por Masson de Morvilliers en la Enciclopedia francesa: “¿Qué se le debe a España?”. Estas apreciaciones ilustradas marcarán el declive de la imagen histórica española que pasará a ser una rara avis situada al sur de Europa.
El historiador Alfredo Vilchez encuentra en la Ilustración la causa de que los españoles acepten “que todo lo anterior era una especie de residuo medieval arguyendo que solo las luces ilustradas eran sinónimo de ser moderno. Y a partir de ahí nos lo creemos tanto que consideramos que el cambio a la Europa moderna comienza en la caída de Constantinopla y no con el descubrimiento de América, que es lo que cambia radicalmente el mundo”.
En el siglo XVI las tres universidades principales de Castilla: Valladolid, Salamanca y Alcalá de Henares, tenían una matriculación de 11.000 alumnos, el doble que todas las universidades francesas e inglesas. Alfredo Vilchez se pregunta: “¿Eso no es ciencia?”
Escuela de Salamanca
El epicentro cultural del siglo XVI se situó en Salamanca. El fundador de esta escuela fue Francisco de Vitoria, precursor del derecho de gentes para proteger a los indígenas del Nuevo Mundo al considerar que todo hombre nace libre, y no esclavo. El principal móvil de este foco científico se encuentra en su propio lema Ommium scientiarum prínceps, Salamanca docet, es decir, “Salamanca enseña, por ser príncipe en todas las ciencias”.
El concepto “Escuela de Salamanca” según el teólogo Juan Belda Plans es “poliédrico, con muchas caras y aspectos, difícil de reducir a la unidad”, ya que se asocia siempre a una escuela teológica formada por Vitoria y sus discípulos, pero su aportación científica abarca los campos jurídicos, económicos, sociopolíticos, físicos… También sería un error reducir su influencia a Salamanca, ya que disminuiría su alcance hispánico de dimensión universal.
“Salamanca enseña, por ser príncipe en todas las ciencias”
Los profesores de esta Universidad sellaron el paso definitivo del medievo a la modernidad con sus innovadoras aportaciones. La defensa del derecho natural de las personas, la libertad económica, el derecho a la propiedad privada o la creación del calendario gregoriano fueron consignas que causaron un “terremoto científico” que servirá de ejemplo a las naciones futuras.
En el ámbito económico destacó Martín de Azpilcueta, quien analizó el efecto de la llegada de materiales preciosos desde América en la inflación de España. El economista por excelencia Joseph Schumpeter reconoció en sus investigaciones el papel de Azpilcueta y los pensadores económicos de esta rompedora escuela.
En el campo teológico emergió la figura de Melchor Cano. El discípulo más consagrado de Francisco de Vitoria instauró un nuevo método de argumentación y tratamiento de las cuestiones teológicas con su obra “De locis”. Este tratado dio respuesta a las cuestiones del momento provocadas por las nuevas ideas reformadoras protestantes.
En el terreno jurídico despuntaron personajes como Ginés de Sepúlveda, defensor de la guerra justa en América, o Luis de Molina, quien consideró la idea del derecho como facultad subjetiva del individuo a la hora de realizar o no ciertas acciones.
En la esfera social, el humanista Juan Luis Vives buscó una respuesta colectiva en ayuda a los pobres de una sociedad. El principio del trabajo social.
En la rama de la física destacó Domingo de Soto que relacionó por primera vez el tiempo con el movimiento uniformemente acelerado en la caída de cuerpos, cincuenta años antes que Galileo Galilei. También ocupan un puesto destacado sus discípulos Francisco de Toledo y Francisco Suárez.
Lista de avances científicos
Los sucesos más conocidos como la circunnavegación de la Tierra por Sebastián Elcano, la exploración de América por conquistadores como Hernán Cortés o Francisco Pizarro, la superioridad técnica y militar de los Tercios en combate, la pluma del Siglo de Oro representada por Cervantes, Quevedo o Lope de Vega; deberían ser argumentos suficientes para demostrar cómo el Imperio hispánico pudo ser hegemónico durante dos siglos y medio gracias a la ciencia manejada dentro de sus territorios.
El historiador Alfredo Vilchez recoge en su libro Anatomía de la Leyenda Negra los nombres de personajes que contribuyeron a las innovaciones científicas españolas, más allá de la escuela de Salamanca. Por ejemplo, Jerónimo de Ayanz diseñó un traje operativo de buceo capaz de aguantar una hora bajo el agua que él mismo probó ante un atónito Felipe III en el río Pisuerga, en 1602. Otra figura desconocida es la de Pedro Juan de Lastanosa, autor del tratado de ingeniería hidráulica más importante de Europa, “Los veintiún libros de los ingenios y las máquinas”.
Otros ejemplos de innovadores españoles serían: Álvaro Alonso Barba, creador del procedimiento de separación de la plata y el oro en las minas. Francisco Hernández de Toledo, director de la primera exploración científica de América reflejando la flora y fauna autóctona. Juan Fragoso, autor de la primera monografía sobre medicina legal. Juan de Mariana, economista precursor del liberalismo en denuncia al monopolio.
“Los avances de Miguel Servet provocaron que Calvino lo quemara en la hoguera”
Alfredo Vilchez en su entrevista para Trincheras Ocultas se detiene en el valenciano Miguel Servet quien ganó un nombre por su estudio sobre la circulación pulmonar de la sangre. Sus avances provocaron que Juan Calvino lo proclamara hereje y lo quemara en la hoguera. Aun así, en el imaginario popular ha pervivido que el autor de este crimen fue la Inquisición española.
Felipe II y el Escorial
Para poner el broche de oro al artículo conviene resaltar la construcción arquitectónica más impresionante de la época que inspiró el Palacio de Versalles. “La casa blanca del siglo XVI”, en palabras del divulgador histórico Javier Santamarta. A modo de anécdota, este complejo fue tan admirado en su momento que el jesuita español Diego de Pantoja cuando viajó a China en 1600, llevó consigo un plano de este edificio para demostrar al emperador de la dinastía Ming el poder universal de su monarca.
Juan de Herrera fue el arquitecto mayor del monasterio (tras la muerte de Juan Bautista), pero también estuvo detrás de las construcciones de la catedral de Valladolid, el Archivo General de Indias en Sevilla o en el final de las obras del Palacio Real de Aranjuez.
Felipe II, al que la leyenda negra ha tachado de rey oscurantista, demostró una profunda pasión por los libros reflejada en los más de 40.000 volúmenes presentes en la biblioteca del Real Sitio. El “emperador sin corona” también creó la Academia de Matemáticas en 1583, cuya cabeza visible fue el propio Juan de Herrera. Este lugar será la cuna de futuros astrónomos, cosmógrafos, arquitectos, pilotos e ingenieros.
El discurso favorable al atraso científico español ha atacado “La Pragmática Sanción” promovida por Felipe II en 1559 al prohibir que los más adelantados innovadores abandonaran España. En palabras de Alfredo Vilchez, lo que el monarca no quería era “una fuga de cerebros”. Este mismo rey contrató a los pintores y arquitectos europeos más prestigiosos para catapultar la imagen del Renacimiento español.
En definitiva, excluir a España de la lista de naciones que cambiaron el mundo constituye un grave error histórico aceptado por una considerable cantidad de españoles que no les han explicado la inmensidad abarcada por el pensamiento hispánico, que en el siglo XVI poseía un alcance universal. Sirva este artículo como elemento de ayuda para poner en valor la ciencia española colocando a la Escuela de Salamanca en el epicentro del “terremoto científico español”.
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