Cultura

Las dos Españas: Pedro Vallín y Cayetana Álvarez de Toledo se citan en el Círculo de Bellas Artes

A las siete de la tarde en el Círculo de Bellas Artes estaban convocados los medios en distintas plantas del edificio con el objeto de la presentación de dos libros

  • El periodista Pedro Vallín y la diputada Cayetana Álvarez de Toledo

A las siete de la tarde en el Círculo de Bellas Artes estaban convocados los medios en distintas plantas del edificio con el objeto de la presentación de dos libros adversos: C3PO en la corte del rey Felipe (Arpa) del periodista de Pedro Vallín y las memorias de Cayetana Álvarez de Toledo, Políticamente indeseable (Ediciones B). El símil con la novela Rascacielos del británico J.G. Ballard, los distintos pisos como clases sociales en el Reino Unido, puede servirnos como aguda metáfora de esta situación. En ese sentido, es fácil llevarse por las diferencias, construir un texto contrario a un evento u otro, sin fijarse en los evidentes parecidos. Los dos autores charlaron así para públicos entregados que comparten cosmovisiones que a vuelapluma parecen opuestas.

En el evento de Vallín dominaba la fisonomía gris de universidad de provincias iluminada por luz fría de los flexos, armada en maderas parduzcas y con su inevitable público de barbas, gafas de pasta y jerséis coloridos propio de ese barrio de Madrid donde tiene su hábitat la intelligentsia de Podemos. En cuanto al suceso de Cayetana, había algo de alfonsino en las volutas doradas de la sala Fernando de Rojas, las cuales eran casi una alegoría de esos viejos esplendores donde Francisco Silvela -evidente trasunto de la diputada díscola del Partido Popular- podía ejercer su daga florentina frente a aquellos que consideraba zotes intelectuales.

Vallín, improvisado profesor invitado en esa aula sin Estrella Galicia aún con gentes de la Malasaña profunda, reivindicó junto a la periodista Ana Pastor y la directora de cine Paula Ortiz la ficción “como patrón narrativo” que “constituye” la realidad. En ese sentido, la compilación de sus crónicas en La Vanguardia, tituladas C3PO en la corte de…, le ven como testigo mudo, como robot humano con gafitas (siguiendo su símil), de una lucha maniquea entre injustos y homéricos representados por la derecha y la izquierda del país. Hay algo de friki -admite el propio Vallín- en esa visión de España: en sus columnas periodísticas llega a presentar a Pablo Iglesias como un caballero jedi, esos émulos de ciencia-ficción del Don Juan de Carlos Castaneda que parece componen la cúpula de Unidas Podemos.

Montero versus Trapiello

Aunque esa reconstrucción social del país es discutible y quizá herética para sociólogos, politólogos y demás peatones de la hoja de cálculo, Vallín acierta al vislumbrar el “conflicto generacional” posterior al 15-M en sus crónicas desde una galaxia muy lejana para un país muy cercano. El periodista asturiano pretende como mitólogo aficionado encajar una España en las funciones del cuento de Vládimir Propp, “aprendemos a comportarnos según las ficciones” llegó a decir en el evento, y en ellas Santiago Abascal es un Jedi caído en el lado oscuro mientras que Irene Montero, su particular Princesa Leia, huye de una nave espacial con el logo de Vox. Esta última, presente en el evento, aplaudía las intervenciones del periodista asturiano con fervor e incluso lo saludó con un abrazo nada más llegar a la sala.

Cayetana afirma que ha vivido experiencias desoladoras en política y como demostración práctica de sus palabras apenas hubo cuadros del Partido Popular en el auditorio.

El que busque ese idealismo blancuzco, tan resaca del 15-M, en el evento de Cayetana Álvarez de Toledo se encontrará con una obscuridad e ironía extrañas a cualquier épica. La historiadora, formada por el hispanista John H. Elliott, busca más bien “reconstruir el rompecabezas” de su pasado y presente a través de la historia y el periodismo. Contó, de hecho, que “nada más le gustaba de pequeña en su infancia que hacer puzles”, algo alejado de los dispositivos narrativos claros que establece Vallín en su evento ya que la diputada del PP parte más bien de los hechos, las piezas, para reconstruir sus propias ideas.

La obra de Álvarez de Toledo, una “reconstrucción de hechos de la infancia y la adolescencia” según afirmó, tenían en su voz tajante una expresión que podría verse de fanatismo, pero que era más bien una claudicación. Si Vallín, en contrapartida, pergeña una improbable épica política a través de la mitología, Cayetana Álvarez de Toledo narra su crónica vital con la asunción triste de caos con afectación costumbrista. Ese estilo hizo que autores como Mario Vargas Llosa y Andrés Trapiello, ensayistas perdidos en la novela a decir de Francisco Umbral, elogiaran estas memorias en la misma presentación.

¿Asalto a los cielos o salto a la comba?

Una afirmación suelta de Cayetana Álvarez de Toledo en el evento propia de Steve Pinker, “el liberal como militante de la razón”, expone quizá el esfuerzo inútil de una político que habría sido profundamente feliz en esa España sin tuteo de chocolate caliente y cafetín literario de 1900. Llegó a afirmar de este modo que ha vivido “experiencias” desoladoras en política y como demostración práctica de sus palabras apenas cuadros del Partido Popular le acompañaron en el auditorio. Los oyentes, más bien, representan aquello que el investigador Íñigo Lomana definió con agudeza como “extremo centro” y que buscaron la imposible tercera vía en un tiempo de opiniones enconadas. Fue así un evento más nostálgico que feliz y que tuvo mucho de ocaso para todos aquellos que creyeron en una tercera vía entre las dos Españas.

Irene Montero, de rosa entre Ione Belarra y Rafa Mayoral, en la presentación del libro de Pedro Vallín

El fracaso de este camino intermedio se demostró en que apenas hubo gente en ir y venir de un piso a otro. Las conferencias eran más bien habitaciones sin ventilar donde ya no corre el aire, viciadas en su propio universo ideológico, y que apenas tienen ya intelectuales o políticos habilidosos que puedan y deban construir puentes. Figuras de cera de un tiempo pasado, ni Cayetana Álvarez de Toledo llegó a ser aquel Cid liberal que acabara con el populismo latinoché, ni Pedro Vallín a ejercer de copista de un cantar de gesta de ese asalto a los cielos que se quedó en salto a la comba. Detrás de todas estas víctimas propiciatorias, de tantas caperucitas rojas y azules, un lobo feroz de nombre Vox acecha.

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