La 24º edición del Festival de Málaga que acaba de terminar ha dado a conocer, como suele ser habitual, algunos de los títulos que marcarán el cine español que llegará a los cines este año, tanto en el apartado más comercial como en el más personal y minoritario. En el capítulo más autoral, la sorpresa ha sido mayúscula y procede de uno de los lugares más recónditos de la geografía española: la comarca de Tierra de Barros, en Extremadura, uno de esos rincones con una población en riesgo de extinción pertenecientes a la llamada España rural, donde la cineasta Ainhoa Rodríguez ha buscado con esmero historias y personajes para su fantasmagórica y provocadora Destello bravío.
Este inclasificable largometraje, que se encuentra a medio camino entre el cine documental y el relato más fantasmagórico para hablar sobre el deseo sexual, la nostalgia o el empoderamiento femenino en el marco de la despoblación en la España rural, ha sido galardonado con el Premio del Jurado y con la Biznaga al mejor montaje en el Festival de Málaga, y quienes han tenido la oportunidad de verla hasta el momento coinciden en resaltar su carácter provocador. Sin embargo, la verdadera intención de su directora era ser "rupturista".
"No la concebí para agitar al de enfrente, sino que era muy consciente de que aquello era un cine que se salía del relato predominante, hegemónico, en todos los sentidos y, por lo tanto, rompía con lo preestablecido, con lo industrial, porque parece que solo hay lugar para ver una y otra vez el mismo relato", ha defendido la directora durante una entrevista a Vozpópuli con motivo del estreno de esta cinta este viernes en los cines.
En escena, varias mujeres de la pequeña localidad de Puebla de la Reina, en la provincia de Badajoz, sobreviven a la desidia que les provoca la rutina al tiempo que sueñan con experiencias que les liberen de la desidia y les devuelvan a un lugar del pasado en el que fueron felices o soñaron con serlo. Todas estas voces son reales e inexpertas en el terreno de la actuación y todas ellas tienen algo en común, en palabras de la directora, que buscó un pueblo cercano a la localidad de la que procede su familia.
La España cosmopolita no existe, otra cosa es que la queramos mostrar así en photocalls, en algunos programas o en películas. Hay que apostar por lo personal, por lo particular, por lo local, con más acentos y una determinada idiosincrasia"
"Son mujeres bravas, con una fuerza inmensa, experiencias vitales crudas, que requieren una fortaleza vital y un coraje ante la vida extraordinarios, humildes, soñadoras, y que han tenido que renunciar a sueños porque la vida se les ha puesto por delante", apunta sobre su ópera prima Ainhoa Rodríguez, elegida recientemente por la prestigiosa revista Variety entre las diez cineastas españolas emergentes más destacadas del panorama nacional.
En este espejo surrealista, fantástico y oscuro que propone esta directora, que evoca el mejor cine de David Lynch o Luis Buñuel, plasma un universo "de herencia heteropatriarcal que se aferra a unas tradiciones" que, según destaca, también se encuentran en una gran ciudad. En cualquier caso, opta por desmitificar la idea sofisticada de la metrópolis en el país. "La España cosmopolita no existe, otra cosa es que la queramos mostrar así en photocalls, en algunos programas o en películas. Hay que apostar por lo personal, por lo particular, por lo local, con más acentos y una determinada idiosincrasia. Podríamos sacar el jugo de lo cultural en el barrio de Salamanca de Madrid", resalta.
El ser humano es complejo, tiene luces y sombras, las tiene en Madrid y en un pequeño pueblo de Andalucía. Esta película no idealiza en absoluto la vida rural, pero desde luego las tortas no van para los habitantes de esa España rural, sino para aquellos que la están dejando morir"
Sobre este asunto, y preguntada acerca de la idealización de la vida rural, en un momento en el que la precariedad entre los jóvenes -y los no tan jóvenes- se ha convertido en una constante con la parece que hay que aprender a vivir, la directora cree que se ha ensalzado la vida de la España rural, aunque ese no es su objetivo en esta película. "El ser humano es complejo, tiene luces y sombras, las tiene en Madrid y en un pequeño pueblo de Andalucía. Esta película no idealiza en absoluto la vida rural, pero desde luego las tortas no van para los habitantes de esa España rural, sino para aquellos que la están dejando morir", recalca.
Una España rural sin concesiones
La revolución de Ainhoa Rodríguez de la que se ha hablado en la prensa estos días se produce en varios planos. Por un lado, por la mezcla de costumbrismo y de elementos mágicos a los que recurre para contar diversas historias que, en muchos casos abordan el despertar sexual en mujeres maduras, "de rostros y cuerpos reales no normativos", que habitualmente están "invisibilizadas" en el cine, "tanto estéticamente como en lo que significa tener una determinada edad" y, más allá, en su propia sexualidad. "Si no se muestra en un medio que tiene tanta influencia, no existe", lamenta.
Además, la decisión de rodar en un pueblo de Extremadura, lejos de "los núcleos de acción de Madrid y Barcelona, y algunos puntos del norte", hablar "con acento extremeño como apuesta", así como un montaje lleno de elipsis, y un guion que la autora fue escribiendo a medida que conocía los posibles rostros para su proyecto convierten a Destello bravío en una película que "no pretende abrazar lo comercial".
"Reconozco la película que quería hacer porque no he hecho concesiones, porque he luchado como autora por hacer las mínimas concesiones en el proceso tan largo y tan duro, y eso es lo más importante, y reconozco mi película", destaca orgullosa Ainhoa Rodríguez, que admite haber alcanzado la "extenuación física y mental" en una "odisea" que no contó con un productor importante -Luis Miñarro- hasta el momento de la postproducción.
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