La música popular sabe decir grandes verdades en pocos versos. Lo confirman estos fandangos de Camarón de la Isla y Paco de Lucía: “España tiene una bandera/ hecha de sangre y de sol/ España tiene una bandera,/ Si a mí me quitan de que la quiera/ Entonces yo no sería español/ Sería de otra nación cualquiera”, canta el máximo icono del flamenco. En un par de pinceladas, sin caer en la soberbia ni en la grandilocuencia, se definen los rasgos principales de la historia de nuestro país, que son la tragedia (“sangre”) y la alegría (“sol”). Es razonable pensar que la inmensa mayoría de los españoles estaremos de acuerdo en esto. La pieza, titulada “En una piedra me acosté”, se publicó en 1969, en plena etapa franquista.
La izquierda del PSOE sigue empeñada en su rechazo kamikaze a los símbolos nacionales, tanto a la propia palabra “España” como a la bandera rojigualda. Cuesta comprender la ridícula decisión de bautizar al partido de Iñigo Errejón como Más País en vez de Más España, mientras que en Unidas Podemos siguen presumiendo de su alergia a los colores nacionales, reforzando su complicidad con el secesionismo catalán y vasco. En su libro biográfico Con todo: memoria de los años veloces hacia el futuro (2021), el propio Errejón se mostró partidario de abrazar la rojigualda en la llamada Marcha del cambio, la concentración en la que Podemos reunió a cien mil de personas en Madrid el 31 de enero de 2015 (la mayor en la historia del partido morado). Errejón pedía que "en esa marcha lleváramos la bandera de España, que nos reivindicáramos de esa bandera y, sobre todo, nos hiciéramos cargo de ella” (página 136) porque “no hay izquierda hegemónica sin país ni país sin bandera”. Si el fundador de Más País confiaba tanto en la opción rojigualda, ¿por qué su nuevo partido sigue sin usarla?
El sector político que cuestiona la rojigualda sigue machacando el mantra de que “nunca será la bandera de todos porque se la ha apropiado la derecha”. La respuesta a esta hipótesis se puede encontrar en muchos debates de las redes sociales, pero sobre todo en un famoso hilo de ejemplos donde se reúnen todas las ocasiones en que la izquierda actual ha exhibido su desprecio por la bandera (sin mediar provocación del contrario). ¿Sabían que Vicente Rojo, Jefe de Estado Mayor de la República, siempre consideró un error que su bando no adoptase la rojigualda? “La cuestión de la bandera es uno de los motivos que estúpidamente dividen a los españoles y que tiene su origen en la conducta mezquinamente partidaria de nuestros políticos”, lamentaba en 1939.
Rojo rebatía que se tratase de un símbolo de Los Borbones: “La bandera (rojigualda) que teníamos los españoles no era monárquica, sino nacional. Mientras la bandera de los Borbones fue blanca y la bandera real era un guión morado, la bicolor como enseña nacional fue creada por las Cortes españolas en plena efusión de liberalismo, el constitucionalismo y la democracia. Para diseñarla se tomaron algunos de los colores españoles que la Marina de Guerra venía usando tradicionalmente, los cuales habían dado tono a los guiones reales de los Reyes Católicos (rojo) y de Carlos I (amarillo), que eran también los de la enseña tradicional en Aragón, Cataluña y Valencia”, explica.
Banderas de nuestros padres
Hablemos claro: ni siquiera la propia izquierda cree que la rojigualda sea la bandera de la derecha. Lo vimos todos en las celebraciones de la Copa del Mundo 2010, con apoyo masivo en todo el país. Eduardo Maura, uno de los pensadores más despiertos del campo podemita, clarificó esta batalla cultural mejor que nadie en su desarmante ensayo Los 90: euforia y miedo en la modernidad democrática española (Akal, 2018). La rojigualda se legitima en el largo periodo de arrase del PSOE, el que va de los diez millones de votos de 1982 al triunfo internacional de España con la Expo 92 de Sevilla y las Olimpiadas de Barcelona del mismo año, con el deporte de élite como uno de los ejes vertebradores de este proceso.“La imagen del Príncipe de Asturias portando la bandera del equipo olímpico español simboliza la facilidad para reconstruir la legitimidad de la monarquía. Eso que se ha llamado Régimen del 78, de forma un tanto despectiva, es una fuente inagotable de producción de su propia legitimidad. Es mucho más cambiante y fluido de lo que pensamos. No solo son la monarquía y los viejos partidos que se recomponen. El régimen del 78 es un organismo vivo que encuentra momentos de los que alimentarse y que se adapta a todo maravillosamente bien”, admite.
¿Más claro todavía? “Esa imagen de Felipe es mucho más atractiva que la de una persona que maneja las negociaciones de la Constitución y comparece en televisión para decir que no apoya el golpe de Estado. Cuando el Príncipe lleva la bandera, todo el mundo quería estar en ese estadio y todo el mundo deseaba que a España le fuese bien en las olimpiadas, fueras de izquierda, derecha o centro”, recuerda Maura.
Unidas Podemos y Más País están cada vez más aisladas, ya que incluso los emigrantes latinos sienten la rojigualda como propia
El problema es que la izquierda del PSOE se resiste a aceptar que han perdido la batalla de la rojigualda. No se puede avanzar en política si no reconoces las propias derrotas. Así lo describe Maura: “El liberalismo político hizo una cosa maravillosa, muy inteligente, que fue aceptar la Revolución Francesa al completo. Se dieron cuenta de que tenían que asumir todo: Robespierre, el Terror, la república jacobina… Los más listos dijeron lo siguiente: ‘Si no entendemos que esto cambia todo, que no hay una Francia a la que volver, nunca vamos a gobernar’. Esta postura me sirve para hacer una analogía con el Régimen del 78. Fue un proceso constituyente, el más importante de nuestra historia moderna. Diría que tampoco hay una España a la que volver. El Régimen es una construcción heredada que, nos guste más o menos, ha calado demasiado como para rechazarla. Tenemos que pasar página. Podemos retorcerla, dar la vuelta a su lenguaje, hacerle el abrazo del oso, darle una patada voladora o hacerle la zancadilla, pero lo que no podemos hacer es cambiarla”.
El sociólogo marxista César Rendueles expuso un análisis complementario en el brillante artículo El nicho vacío: el ascenso de la extrema derecha y el fin de la excepción española (2019). Allí señalaba la paralizante incomodidad de la izquierda en campos como el patriotismo, la familia, el mundo del trabajo, la España rural y la seguridad ciudadana. Además de sus análisis académicos, quiso compartir en su blog una historia familiar reveladora: ”Hace unos años, una profesora en el colegio infantil al que asistía mi hijo mayor propuso que los niños participaran en la fiesta de final de curso vestidos con la camiseta de la selección española y con la cara pintada en rojo y amarillo. Unas cuantas familias políticamente progresistas rechazamos con horror la idea. Uno de los argumentos que dimos es que sería una especie de imposición nacionalista para las familias migrantes, procedentes de muy distintos países. Para nuestra estupefacción, todas las familias migrantes de la clase, sin excepción, nos contestaron que a ellos la propuesta de la profesora les parecía una idea excelente y vivieron con alegría y normalidad aquella orgía españolista. Desde entonces, me esfuerzo por mirar de otra manera a mis vecinos que cuelgan una bandera de España en su balcón. Tal vez no todos sean representantes de la ultraderecha nacionalista. O sí, pero puede que sea porque nadie les ha ofrecido una alternativa desde la izquierda que les permita vivir de otra manera su relación cultural y sentimental con su país”, confesaba en el post Algunas de las razones por las que ya no digo 'estado español', fechado en diciembre de 2018.
Cuando Podemos empezaba a despuntar, Federico Jiménez Losantos compartió con sus oyentes su intuición de que si Pablo Iglesias se hubiera envuelto en la rojigualda hoy estaría dirigiendo el país desde La Moncloa (no digamos ya si se hubiera hecho suyas la rojigualda y la Virgen del Pilar). Formaciones como Unidas Podemos y Más País están cada vez más culturalmente aisladas, ya que incluso los emigrantes que viven en España sienten la rojigualda como propia. En el concierto de Romeo Santos en el Palacio de los Deportes de 2018 tanto el rey de la bachata como su público se emocionaron dando vivas a España. Este mismo verano el superventas boricua Anuel se colgó una rojigualda al cuello durante parte de su concierto en el Reggaetón Beach Fest de Madrid (lo hizo en más fechas de su gira española). Más emocionante todavía fue la aparición del colombiano Sebastián Yatra en La Voz abrazado a nuestra bandera nacional para agradecer la acogida a su trabajo en nuestro país. La izquierda lleva décadas dedicada al autosabotaje, hasta el punto de que hoy cuesta adivinar cuándo van a bajarse de una burra que les lleva directos hacia la desconexión cultural total con las clases populares.
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