Si a Mariano Rajoy lo llaman el Ken Follet español por haber alcanzado diez ediciones de sus memorias en apenas dos meses, a su compañero de partido Esteban González Pons ya le han adjudicado mote, aunque en su caso algo menos indulgente. De González Pons a González Porn. Así lo han bautizado algunos después de leer Ellas (Planeta), una primera novela en la que el valenciano irrumpe con una prosa osada, no sólo por la hipérbole erótica y sentimental, sino por un exceso de ambición que convierte esta ficción en un dislate.
La novela está construida en dos tiempos. Uno, que transcurre en 2006 y cuenta en primera persona la vida de Jaime Monzón, un hombre de cincuenta años que decide suicidarse y contarlo epistolarmente a su primer amor de juventud, una chica a la que conoció en la Valencia de los años setenta. El siguiente tramo se desarrolla en el año 2016, en una ciudad que pasó de la opulencia y despilfarro –belle époque la llama él- a los coletazos de la crisis y en la que el lector debe avanzar guiado por las pistas de un narrador en tercera persona que cuenta el abandono y divorcio de Monzón, del que el lector ignora si está vivo o muerto.
"Cuando cumplí 50 me di cuenta de que si no lo intentaba ahora, no lo haría. Soy un escritor tardío"
Hay nostalgia por la Valencia de la infancia, también cameos, como el de Rita Barberá, e incluso homenajes literarios, en este caso a Manuel Vicent y Rafael Chirbes, explica Esteban González Pons, quien dice haber llegado a la ficción empujado por una vocación tardía. Entre el lirismo y la declamación, esta primera novela tiende al exceso de ambición y a la falta de herramientas técnicas para acometerla. A mitad de camino entre novela generacional y de iniciación, a González Pons le sale un libro ortopédico e impostado, plagado de problemas desde la primera página.
Publicada el pasado 4 de febrero, el popular ha presentado su novela durante la víspera de San Valentín, en compañía de Mariano Rajoy, Pablo Casado y Borja Sémper. A caballo entre Madrid, Bruselas y Valencia, el político ha atendido una gira de medios para contar a la prensa sus intuiciones y certezas literarias, un territorio que desea seguir explorando, aunque sin dar carpetazo a su carrera política. Sobre estos asuntos, más literarios políticos, habla el europarlamentario popular en esta entrevista concedida a Vozpópuli.
¿Qué grupo de periodistas le gusta más? ¿Los de política o los de cultura?
A los de prensa política los conozco más, a los de cultura no, pero me ha parecido mucho más difícil. La experiencia y el lenguaje que hablo es el de los periodistas políticos. Tenéis un código diferente que yo no domino. Quien no tiene contacto con la prensa y se encuentra con un periodista cultural llega en blanco, pero quien viene de tratar con periodistas políticos, llega equivocado, porque son muy distintos. Cuando hablas con un periodista político, normalmente el entrevistado tiene más información, si el periodista es de cultura, suele ser al revés.
Los políticos en España no leen, pero escriben libros. Lo curioso es que haya elegido una novela y no unas memorias. ¿Por qué ficción?
No soy un político que escribe, soy un escritor que a falta de valentía para serlo se metió en política. Cuando los políticos necesitan decir algo más, escriben un ensayo o unas memorias. Yo no. Cuando cumplí 50 me di cuenta de que si no lo intentaba ahora, no lo haría. Soy un escritor tardío, pero espero que esta sea la primera de mis novelas. Si vendo lo suficiente como para que la editorial no pierda la confianza, quiero continuar. Estoy trabajando ya en la segunda.
Usted dice que esto va de amor, pero resuena con mucha más fuerza el fracaso como tema. ¿El de su generación? ¿El de Valencia? ¿El del sistema político y económico?
No es autobiográfica, no en su sentido literal, pero es la autobiografía de mi caricatura, del personaje con el que me encuentro en el espejo los días en que me miro con mala leche. La introducción contiene una trampa: desde el minuto uno busca sembrar en el lector la duda sobre si Jaime, el protagonista, está vivo o está muerto. Además, busca atraer la atención del lector con la idea de que está basada en hechos reales, que es falso. La introducción la usé para meter al lector en mi trampa
¿Pero está glosando una derrota generacional?
Jaime Monzón representa el fracaso de mi generación, que no ha llegado a nada porque tuvimos que esperar que nuestros padres nos dejaran el sitio y una vez que nuestros padres se marcharon, nuestros hijos estaban mucho mejor formados y eran más interesantes.
Es una lectura autocomplaciente, ¿no cree? Su personaje intenta suicidarse en 2006, que usted describe poco menos que como Belle Époque, cuando fue el pico más obsceno de corrupción tanto en Valencia como en España.
No puedo responder a esta pregunta sin hacer un spoiler, lo que pasa es que el personaje nunca tiene la intención de suicidarse, sólo que se dilucida en el último capítulo. Se encuentra con la primera mujer y no se le ocurre mejor ida que simular un intento de suicidio para que le haga caso. El personaje pertenece a mi generación, los nacidos en los sesenta, que no tuvimos la oportunidad de liderar nada y que nos hemos llegado a descubrir en lo que somos y no lo que ganamos. La felicidad está en la intimidad.
Al margen de sus licencias líricas, hay nostalgia.
Sí, hay nostalgia de la infancia. El verano de 1973 es el verano del primer beso y no sé si a los demás les ocurre, pero a partir de los 45 años comencé a sentir una profunda nostalgia del niño que fui y del tiempo en que fui niño. Ahí fue cuando descubrí que seguía siendo el mismo aunque en un cuerpo de viejo. El protagonista de la novela siente lo mismo y su falta de atributos es más la imagen que tenemos de él …
Usted se tomas unas licencias estéticas extrañas, hacer una metáfora con los lacrimales y la micción es por decir lo menos es curioso. Su prosa es casi declamatoria. ¿Cómo llevó el tono?
Mi personaje es un extraño erudito. Es aficionado a la historia, la lectura, la poesía, no tiene una gran vida social y escribe todo lo que lleva dentro. Tiene dos amores, uno es una mujer y el otro es una ciudad. He querido hacer un libro muy valenciano y para mí eso se expresa en dos características: la idea del renacimiento implícita en las fallas, los valencianos no nacen, los valencianos renacen; el segundo rasgo es que son barrocos, extraordinariamente barrocos. El personaje de Jaime Monzón es un enorme Ninot de falla: es exagerado, grandilocuente en sus amores, sus desvelos y su propia táctica.
¿Ha leído usted a Chirbes a fondo? Más allá de Crematorio, quiero decir.
Hay un capítulo claramente deudor de Crematorio y otro deudor de Manolo Vicent, me he esforzado en citar al León de ojos verdes para que quede claro que el escenario se lo debía a él.
‘Ellas’ alude a la idea de las mujeres que han pasado por la vida de este hombre, aunque parece aludir a las distintas versiones de Valencia.
Aludo a las dos mujeres entre las que se debate el protagonista, que suponen dos formas de amor distintas, pero también dos Valencias diferentes, aunque estén situadas en el mismo mapa. La Valencia de 2006, la de la Belle Époque y la del 2016, la de la resaca que vino después
Llamar a la Valencia de 2006 Belle Époque quizá sea una forma de blanquear los años de peor corrupción. Para un lector informado…
Un lector informado verá una dispositiva de cómo era esa Valencia y luego otra de cómo quedó después…
Durante la 'Belle Époque', toda España y toda Europa sufrió un tsunami de dinero. La felicidad se repartía en los cajeros automáticos"
O de cómo la dejaron tras el saqueo y el latrocinio.
Durante los años de la Belle Époque, toda España y toda Europa sufrió un tsunami de dinero. La felicidad se repartía en los cajeros automáticos, pero de pronto la crisis nos situó a todos en la realidad. Cuando se retira la marea, queda a la vista la basura acumulada. Lo mismo sucedió a partir del 2008 y llegó el tiempo de situarse en los límites de nuestra vida real. Valencia, como España, tiene que acomodarse al hecho de no ser la capital del planeta. Los años hasta el 2008 fueron de una borrachera colectiva y los de después, los que siguieron, corresponden a la resaca.
¿Valencia es como el cementerio que describe? ¿En el centro están los patricios de la vieja época y en la periferia lo nuevo y lo uniformado?
Hasta en la construcción del cementerio, el urbanismo tiene mucho que decir. Valencia era una ciudad barroca, con su barrio gótico. Con el paso del tiempo, el urbanismo le ha robado su identidad.
Hablando de arquitectura, para ser una primera novela eligió una estructura ambiciosa, ¿por qué no una más dúctil?
Quería contar dos historias en tiempos distintos que confluyeran al final. Tenía que notarse que las historias iban en paralelo, evitando que una interfiriera en la otra… y le voy a ser más sincero. Escribiendo mi primera novela quise mostrar demasiadas cosas a la vez, quizá hoy, ya con el descanso y la tranquilidad de haberme dejado la virginidad de novelista, podría trabajar con estructuras más sencillas, pero quería probarme a mí mismo.
Mariano Rajoy es un best seller de No Ficción, el Ken Follet español dice en una crónica. ¿Le ha puesto el listón alto?
Mi aspiración es llegar a reimprimir para que la editorial acepte una segunda novela.
Habla de una vocación tardía, pero… ¿qué la desencadenó, Bruselas, la lejanía?
Cumplir 50 años y darme cuenta de que la juventud había acabado.
¿Qué escritores lo empujaron a leer y escribir?
Los libros han formado siempre parte de mi vida, pero paradójicamente esta novela surge de una crisis de lecturas. Me di cuenta de que veía demasiadas series y leía demasiados pocos libros. Pero me he curado.
¡Lo dice como si fuera una enfermedad!
Es que es adictivo, al terminar de cenar siempre me he metido en la cama con un libro, pero últimamente me metía en la cama con una serie en el Ipad. Volví a los libros, claro. Sigo siendo un lector que escribe libros.
¿Los políticos tienen imaginación?
No.
Pero son grandes fabuladores…
Son fabuladores, no grandes fabuladores.
¡Pero si tenemos un thriller ambientado en Barajas!
Eso no es un thriller, es una comedia y no una gran comedia, es una comedia menor.
¿Qué autores le importan?
La primera respuesta es pedante, pero bueno... El amor a la literatura se lo debo a la traducción que hizo Julio Cortázar de El cuervo, de Edgar Allan Poe. Y a partir de ahí he leído absolutamente de todo, pero si tuviera que reconocer una deuda en Ellas, sería a La tregua, de Benedetti mezclada con La ciudad de los prodigios, de Eduardo Mendoza.
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