Jon Viar nace en 1985 en Bilbao. Se doctora en Estudios Lingüísticos, Literarios y Teatrales por la Universidad de Alcalá. En 2017 realiza Derbi, corto con el que ganó el premio a la mejor interpretación masculina en la XX Semana del Cortometraje de la Comunidad de Madrid. En 2020 estrena Traidores, y hace unos días recibió el Premio Mejor Largometraje 2021 PNR del Festival del Cine de Madrid. Esta noche la película se estrena en La 2 de RTVE, coincidiendo con el décimo aniversario del fin de ETA. Conversamos con él sobre esto último, sobre la película, la memoria y la convivencia en el País Vasco.
Pregunta: Comencemos por Traidores. No voy a pedirle que explique de qué va la película porque sospecho que comparte eso que suele repetir David Lynch en las entrevistas -la explicación es la propia película-, así que vayamos al proceso, que en este caso también revela cosas interesantes. ¿Cómo fue?
Respuesta: El proceso ha sido un calvario, un desgaste personal enorme. He soportado estoicamente todas las intemperancias que puedas imaginar y me parece un milagro haber acabado la película. No voy a dar más detalles. Tiene gracia que menciones a Lynch pues hace poco volví a ver Wild at heart y pensé de nuevo en cómo la madre miente a la hija. Mi película tiene que ver con eso. Decía Bergman que todo el proceso de producción de sus filmes era siempre un horror. En mi caso - como siempre, sin apenas dinero - tuve que ir rodando en mis ratos libres durante cinco años. Siempre quise contar esta historia pero tenía dudas respecto a algunas cuestiones formales. Al principio no pensé que el guión tuviera que ser tan personal pero algo me perturbaba y volví a ver algunas películas de Alan Berliner - Nobody´s business varias veces - y El desencanto de Jaime Chávarri. Entonces cambié de opinión. Mi cambio respecto a la mirada sobre la película no parecía convencer a nadie pero ya lo tenía claro. Al digitalizar algunas imágenes de mi infancia – empecé a grabar con mi cámara al cumplir trece años - entendí que Traidores era la historia de un niño que hereda el trauma de su padre. Con apenas ocho años descubrí que mi padre fue de ETA y eso cambió mi vida para siempre. El cine me salvó la vida. Después el teatro. Gracias a las películas, a los libros y a las conversaciones con algunas personas como mi propio padre, pude soportar la ignominia en la que vivíamos. Decía Ionesco que la tragedia del hombre es ridícula y no le faltaba razón. Tuve una adolescencia convulsa pero con fuertes valores éticos en mi entorno familiar. Las lecturas de Sebastian Haffner, Amos Oz e Imre Kertész y las películas de Lubitsch y Woody Allen me salvaron. Leer y ver cine fue mi mecanismo para hacer soportable lo real.
Dice que es “la historia de un niño que hereda el trauma de su padre”, y en cierto sentido las declaraciones de Mikel Azurmendi, Jon Juaristi o tu propio padre -el episodio de La Bolsa de Bilbao- son la explicitación de varios traumas. En Derbi, su corto de 2018, se adivina también algo así en los momentos de duda. ¿Puede ser precisamente esta incapacidad para reflexionar sobre las obras propias y experimentarlas como algo traumático la esencia del militante fanático?
Derbi es un cortometraje inspirado en unos hechos reales ocurridos en Guipúzcoa en 1976. Es una tragicomedia. El protagonista tiene dudas pero está preso por un discurso político. El fanático se debe al discurso político - por el que debe luchar de forma literal - o por un relato familiar de agravio. Es como si tuviera una deuda moral que solo puede saldar matando. Creo que el fanático, aunque sea muy ignorante, sabe el daño que causa, es plenamente consciente, pero su deuda - con la patria, la revolución, Dios o lo que sea – es más fuerte que su humanidad. El que se crea capaz de todo por perseguir un ideal es un peligro público. Personalmente no tengo nada en contra de quien quiera dar su vida por la patria. El problema son los que quieren dar la vida de los demás por la patria. Siempre me ha provocado pavor el predicador de la pureza ideológica. La gran cuestión es; ¿qué podemos hacer ante los fanáticos? Lamentablemente no tienen sentido del humor. La respuesta no puede ser la servidumbre voluntaria. Pongamos un espejo ante el fanático, solo habrá un terrible vacío. Eso es lo que intenté en Derbi.
En el País Vasco te perdonan que salgas de ETA, pero no que salgas del nacionalismo y lo critiques. La ideología nacionalista es el dogma intocable
Hay un momento muy intenso en la película, cuando Mikel Azurmendi explica que participó en una votación organizada por Julen Madariaga en la que había que decidir si asesinaban o no a Patxi Iturrioz, dirigente de ETA que estaba enfrentado a la corriente más nacionalista. “Eso es muy duro”, dice. Una de las personas que participó en la votación se suicidó poco después. Mikel participó en la votación y después dedicó su vida a contar todas estas cosas. ¿Cree que tiene sentido el concepto ‘arrepentimiento’ en un contexto no religioso? ¿Se puede llegar a saber en qué consiste el arrepentimiento, y si es o no sincero?
El arrepentimiento es un acto estéril, casi ridículo. Desconozco la etimología pero es inquietante: “arrepentí” – “miento”. ¿Es verdadero? ¿Tiene un sentido religioso? El asesinato será pecado para un religioso. Para los ateos como yo es un acto irreversible. El lenguaje no sirve para explicar el horror porque la tragedia es inabarcable. No hay palabras para explicar ese sinsentido. ¿De qué sirve arrepentirse? Mi padre habla siempre de rectificación, nunca de arrepentimiento. El perdón es necesario en la vida cotidiana, no es un concepto cristiano exactamente. Mi padre entiende que el perdón tiene límites. Si mato a tu hijo, ¿cómo voy a pedirte perdón? Es un acto absurdo. En la película se muestra el dolor de mi padre al desprenderse de la carga afectiva que la ideología nacionalista tuvo para él. Por esa fortísima ligazón, esa deuda simbólica con sus padres, mi padre se vio obligado a corresponder con un relato familiar. Militar en ETA era la forma más digna para él de recuperar la honra de la familia. Lo que me sorprende es que muchos de los que elogian la Vía Nanclares – que me parece una iniciativa magnífica – desprecian tanto a los “traidores” que aparecen en mi película. En el País Vasco te perdonan que salgas de ETA, incluso que critiques sus medios. Lo que la doxa construida en los medios y la Educación no te permite es que salgas del nacionalismo. Y lo critiques. La ideología nacionalista es el dogma intocable.
El Pueblo por encima de los ciudadanos, lo abstracto antes que lo concreto, antes que las vidas concretas. ¿No cree que ese Pueblo recoge también una aspiración de la izquierda, no sólo del nacionalismo? ¿Que hubo gente que entró en ETA por ligazón con valores de la izquierda?
Volvemos a lo mismo: ETA es una escisión del Partido Nacionalista Vasco, que tiene de izquierdas lo que yo de obispo. José Antonio Etxebarrieta – que fue hermano de Txabi y abogado de mi padre en el proceso de Burgos – intentó elaborar una teoría ideológica que casara el aranismo con otras corrientes ideológicas de extrema izquierda que estaban en boga en ese momento, tras la guerra de Argel, los procesos de descolonización etcétera. El acierto que tienen es que son capaces de disfrazar su xenofobia diciendo que los españoles son colonizadores y que ellos son los colonizados. Azurmendi me comentaba - en una de las entrevistas que le hice - cómo realizó un estudio marxista en 1969 que explicaba que era al revés; éramos los vascos quienes de algún modo habíamos colonizado al resto de España. Él se propuso demostrar que Euskadi no era una colonia, lo que suponía desmentir las tesis de ETA. Azurmendi sabía por ese estudio que la acumulación del capital vasco era fundamental en España. La mano de obra que llegó al País Vasco del resto de España desde el siglo XIX fue descomunal. Este estudio de Azurmendi desconcertó a mucha gente al entender que Euskadi no es una colonia de España. Por el contrario, explicaba, Euskadi se ha servido de los españoles para su industrialización y su progreso. Para Azurmendi “España es parte de las burguesías colonizadoras que colonizan al pueblo para hacer un Estado propio, que es España. Y por tanto la justicia social debe emanar de cambiar las cosas en España” y no independizarse. En la VI asamblea, que es en ese año 1969, esas tesis, muy bien trabajadas, no son aceptadas por la mayoría de ETA. Los defensores de estas tesis son expulsados de ETA y acusados de “españolistas”. Ahí comienzan las amenazas. A Azurmendi le visitaron once personas para extorsionarle. Le torturaron, pues querían saber dónde estaban las armas. Ten en cuenta que mucha gente de ETA se va con él, aburridos ya del etnicismo. Lo que trato de decirte es que el mundo abertzale, lo único que quiere socializar es el sentimiento nacionalista, y posteriormente el sufrimiento (recuerda la ponencia Oldartzen). Nunca fueron socialistas. Son y siguen siendo nacional-socialistas.
Hace unos días Traidores recibió el Premio Mejor Largometraje 2021 PNR del Festival del Cine de Madrid. En 2018 el Gobierno vasco, a través de Aintzane Ezenarro, Directora del Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos, denegó la subvención a Traidores porque “no aborda la recuperación de la memoria democrática de Euskadi. No aborda temáticas relacionadas con la recuperación de la memoria histórica y la clarificación de la verdad de la memoria reciente, desde la perspectiva de defensa de la democracia y los derechos humanos”. ¿Piensa que esto va en la línea de ese otro mensaje de Gogora en el que se afirma que “la memoria es poliédrica”?
Cuando comenté a algunos amigos de Madrid que Gogora se negó a apoyar económicamente mi película, se mostraron sorprendidos. Obviamente no se han enterado de lo que ha pasado en el País Vasco, no imaginan la magnitud de la mentira. Gogora depende de Ezenarro (Aralar) y de Jonan Fernández, que fue dirigente de Herri Batasuna y uno de los principales artífices de la extorsión al Estado con el tema de la autovía de Leizarán. En mi película, mi padre cuenta que fue detenido y torturado por la Brigada Político-Social en 1969 y juzgado en el proceso de Burgos. Yo mismo califico a Melitón Manzanas como “torturador” (pues lo era), explico que el franquismo fue una dictadura criminal, siniestra, y también hablo del terrorismo de Estado perpetrado por los GAL (que condeno sin ningún tipo de matices). Sin embargo, Gogora hará todo lo posible por ignorar Traidores porque voy a la raíz del problema: el nacionalismo. En otras palabras: el terrorismo es la consecuencia de un discurso político basado en una mentira transmitida de padres a hijos, según la cual los vascos fuimos colonizados y oprimidos por los españoles. El discurso sabiniano se basa precisamente en una idealización de un pasado que nunca existió. Y ETA surge de eso, amparada por la Iglesia vasca, cómplice clave en esta tragedia. Mi padre me dijo una vez que la familia es una estructura neurótica. He pensado mucho en esto. En el fondo, ETA es la consecuencia de la mentira paterna. ETA son los padres.
Hay un consenso sobre el final del terrorismo que consiste en elogiar a Bildu para que se desmarque de su pasado
Es imposible no pensar en ese because our fathers lied de Kipling, que después adaptaría Juaristi a nuestro contexto. ¿No cree que eso valdría para el nacionalismo, pero que para el terrorismo hace falta algo más que las mentiras familiares?
Obviamente, la mentira familiar no lo es todo. Pero siempre que hay una gran mentira en una familia, hay un drama. Vuelvo al ejemplo de El desencanto de Jaime Chávarri o Capturing the Friedmans. Son dos documentales que van sobre eso. La mentira acaba provocando una psicosis. Piensa en Hamlet - que está más cuerdo de lo que todos creen, pero acaba volviendo loca a Ofelia - o en la Edipodia, pues la maldición de los Labdácidas comienza con el crimen cometido por Layo (el padre de Edipo). La mentira acaba estallando en sus vidas y es irreversible. El problema es más profundo. Pero esa mentira - esa idealización del pasado, ese delirio según el cual los “otros” nos odian – se transmite en el entorno familiar, en el colegio, la Universidad, el bar, los medios de comunicación locales… Está ahí. Siempre me acuerdo de “Historia de un alemán”, de Sebastian Haffner. Creo que debería ser de lectura obligatoria en los colegios. Los nazis llegaron al poder precisamente por la debilidad política de la República de Weimar. Pues habrá que explicar que no todas las ideas son respetables en democracia. Ya lo dijo Mario Onaindía pero no le escucharon. ¿Pero cómo vamos a combatir el racismo de los independentistas si una parte de la izquierda asume su principal reivindicación, que es el mal llamado “derecho a decidir”? Hemos visto el procés, el brexit y otros fenómenos populistas de derechas. Muchos creen que el repliegue identitario es la solución a sus problemas. Creo que se equivocan. Y hay que dar una respuesta democrática.
Tres años después vemos cómo el Gobierno vasco y una parte importante de los medios -de alcance regional y nacional- se vuelcan con otras películas que al parecer sí abordan la memoria de manera adecuada. ¿Cree que la sociedad y sus instituciones premian los enfoques más cómodos, más positivos y optimistas sobre ETA, los efectos del terrorismo y sus apoyos?
Quiero mostrar mi más sincero respeto por otras miradas. La película de Maixabel me parece muy digna y contribuye a denunciar la mafia que fue ETA pero apenas habla de las causas del terrorismo, que son ideológicas. Yo mismo hice un pequeño papel como actor en La línea invisible y pude ver Patria, que es un caso muy particular, debido al éxito de la novela. El problema es que mi película va a la contra del discurso dominante que pretende blanquear a Bildu. Es curioso pues durante décadas los nacionalistas – democráticos y no democráticos - nos decían que había que negociar con ETA. Decían que la solución no podía ser policial y judicial, que había que sentarse a negociar para que dejaran de matar. Querían acabar con ETA de una manera muy peculiar: dándole la razón. Ahora, sin embargo, al hablar de memoria, nos aturden con “múltiples violencias”. Afirman que ETA fue mala pero que hubo muchas más violencias. Es una manera de decir que todos fuimos culpables de un “conflicto” de origen divino. En el fondo, si todos fuimos culpables, nadie lo fue. En realidad, el nacionalismo institucional entiende que ETA fue mala solo por los medios que utilizó, y no por los fines. Aún recuerdo aquellas declaraciones de Ardanza explicando que “de ETA nos separan los medios y los fines”. Ardanza era un demócrata y lideró el Pacto de Ajuria Enea. Después llegó Ibarretxe con el Pacto de Lizarra y la deriva del PNV hacia la extrema derecha sabiniana; el regreso al origen. Y entonces se produjo la fractura social que vivimos, con toda la oposición condenada a muerte y con escolta policial. Ahora no hay fractura social porque sencillamente no hay oposición. Obviamente sabes que hay un consenso sobre el final del terrorismo que consiste en elogiar a Bildu para que se desmarque de su pasado. En ese sentido mi película es incómoda porque muestra ese pasado.
Su película se rebela, y en ese sentido enlaza con lo que comentaba antes, contra la mentira. Ya no es una mentira privada sobre un pasado glorioso que en realidad nunca existió, sino una mentira pública sobre un pasado terrible que se pretende que fue algo abstracto, impersonal. Cuando alguien denuncia esta mentira institucional siempre se deja caer eso del “relato desde fuera”. Usted vive ahora en Valladolid pero has crecido en el País Vasco y conoce bien este entorno y este clima. ¿Cómo lo valora?
Decía Unamuno que el mundo entero es un Bilbao más grande. Quizá tuviera razón. Siempre he pensado que el problema vasco es el problema de la condición humana. Ante una amenaza criminal, la mayoría social no se posiciona a favor de los terroristas pero también tiene mucho cuidado de no posicionarse claramente en contra. Supongo que es un mecanismo de supervivencia. Hace una década que acabó el terrorismo etarra pero cada vez que estoy en el País Vasco me encuentro con gente que no quiere ni hablar del tema. Y si lo hacen, en algunos casos te justifican parte de la historia de ETA. En eso que llaman la batalla del relato, los “equidistantes” van ganando. Mira la campaña orquestada contra el historiador Gaizka Fernández Soldevilla, uno de los mayores expertos en la historia de ETA (junto con Rogelio Alonso y Florencio Domínguez). Le han acusado de franquista por decir que Melitón Manzanas fue “asesinado” y que Txiki y Otaegui fueron “ejecutados”. Ni siquiera distinguen lo que es una banda terrorista de un Estado – aunque fuera totalitario como el franquista – que “ejecuta” una sentencia. Mi propio padre fue condenado a treinta años de cárcel en el juicio farsa del proceso de Burgos, no voy a explicar esto más... Lo que tiene algo de ironía trágica es saber que los que ordenaron el asesinato de Manzanas han sido después los mayores defensores de la Constitución española y el Estatuto de Gernika. Paradójicamente, Mario Onaindía y Teo Uriarte son las personas más odiadas por el nacionalismo vasco. Te diré más: la persona que disparó a Manzanas militó en Euzkadiko Ezkerra y tuvo que exiliarse pues los abertzales quemaron su cafetería en dos ocasiones. Ahora la televisión pública vasca y otros muchos personajes se ensañan contra Soldevilla porque dicen que Txiki y Otaegui fueron ejecutados. ¿Por qué se ensañan con él? Necesitan mantener la ficción del “conflicto” para sentirse bien moralmente. Prefieren pensar que hubo dos bandos muy malos y que ellos están en medio de tantas “violencias” a darse cuenta de que con su equidistancia están banalizando la magnitud del horror que supuso ETA. Y no me refiero solo a los crímenes. ETA ha conseguido reforzar la hegemonía nacionalista. Todos lo sabemos. Estos “equidistantes” - profesionales de la negociación, mediación de conflictos o como quieran llamarse – entienden que los movimientos cívicos que surgieron tras el asesinato de Miguel Ángel Blanco son la otra cara del radicalismo. De hecho dedican más tiempo a denostar a los que se opusieron a negociar con ETA que a los propios etarras. Es todo tan cutre…
O nos tomamos esto en serio o veremos a Otegi de lehendakari
Los puentes. Llevamos años oyendo hablar de los puentes. ¿Cree que la convivencia en el País Vasco depende de tender puentes con todos, de “aprender a vivir entre diferentes”? ¿Todos hemos cometido errores y todos hemos sufrido, como se suele decir?
Ese es el discurso oficial del nacionalismo institucional pero también de una parte de la izquierda. Nos hacen esas preguntas como si hubiese un conflicto armado entre dos bandos, luego empiezan a hablar de “empatía” y “resiliencia” y otras cursilerías. No tengo tiempo para comentar estas memeces así que seré conciso. Opino que los únicos que tienen que aprender a convivir son los que han justificado y aplaudido el asesinato durante décadas. Yo no tengo que reconciliarme con nadie porque siempre me he opuesto radicalmente a cualquier ilegalidad – independientemente de quién la cometa o quién sea la víctima - y siempre defenderé el pluralismo político. No tengo ningún problema en convivir con personas de cualquier ideología siempre que respeten los derechos humanos. ¿Pero cuál es el asunto de fondo que quieren que ignoremos? Hay gente que dio la cara contra el franquismo y después contra el terrorismo etarra. Y hubo otra mucha gente que vivió muy bien con Franco y después con ETA. Mientras Melitón Manzanas torturaba a José Luis López de Lacalle, a José Ramón Recalde, a Ramón Rubial o a Tomás Tueros, Carlos Garikoetxea – hoy en Bildu – era Presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Navarra. Es patético ver a tanta gente que va de nacionalista o de progre pero que fue franquista y vivió muy bien en la dictadura, ostentando cargos institucionales incluso. Estos mismos son los que llaman fachas a los que fundaron el Foro Ermua (todos ellos antifranquistas). La librería LAGUN es el claro ejemplo de resistencia pues sufrió ataques durante décadas. Primero fue atacada por Guerrilleros de Cristo Rey, después por los abertzales, que siempre han sido sus parientes ideológicos.
Cuando hemos hablado alguna vez sobre la cuestión, siempre ha insistido en que todo pasa por la educación. Por el trabajo que se puede hacer en las escuelas. ¿Tiene esperanza en ese sentido?
No tengo ninguna esperanza en este sentido. El Estado ha renunciado a estar presente en el País Vasco. Hace poco el joven líder de las Juventudes Socialistas de Euskadi, Víctor Trimiño, denunció públicamente el blanqueamiento de Bildu. Trimiño es una persona honorable y me consta que tiene respaldo dentro de su partido (conozco a gente del PSE y me parecen admirables) pero hay que apoyarle para que su discurso se escuche claramente en el País Vasco y Navarra. Mi película es un ajuste de cuentas con la historia, desvelar secretos de familia. La mentira paterna se ha mantenido. Hoy tienes a miles de vascos que votan a Bildu y creen que tienen “derecho a decidir” sobre el territorio político, que es de todos. Creen que pueden convertir a su vecino en un extranjero, creen que pueden levantar una frontera étnica. Algunos, incluso, creen que su ideal de identidad, territorio o patria está por encima del derecho a la vida de los demás. ¿Qué hacer? En mi opinión, las competencias de Educación y las políticas de memoria no pueden estar en manos de personas como Ezenarro y Jonan Fernández. O nos tomamos esto en serio o veremos a Otegi de lehendakari. Y honestamente, la izquierda oficial en nuestro país no está a la altura de la situación. Espero que esto cambie cuanto antes y que la izquierda defienda la igualdad frente a la superstición identitaria.
¿Y en la política? ¿Cree que es posible una especie de reconfiguración de los bloques actuales en el País Vasco que sitúe a la izquierda abertzale y su discurso en los márgenes, o crees que primará la configuración de bloques sobre la base de los pares izquierda y derecha?
Es imposible deslegitimar a una fuerza política como Bildu, claramente nacional-populista y criminógena, cuando un expresidente del Gobierno como Zapatero asegura que son demócratas y “hombres de paz”. La operación de blanqueo comenzó hace muchos años. Revertirla será difícil. Yo lo intento modestamente con mi película pero no seamos ingenuos. Para esa reconfiguración que tú propones, en mi opinión, la primera medida sería la recuperación de las competencias de Educación. Después habría que facilitar el regreso de los miles de exiliados producidos por la presión del nacionalismo étnico y la opresión del terrorismo. Hay que acabar con la discriminación que supone la obligatoriedad del euskera para trabajar en la función pública. Honestamente, a día de hoy no hay voluntad política para hacer esto que propongo. Lo más grave es que no hay un plan a medio plazo para desmontar las falacias del independentismo. El pragmatismo del día a día y el aburrimiento dominan la política vasca. Hoy tenemos que asumir que la segunda fuerza política del Parlamento Vasco es una coalición formada mayoritariamente por un partido que siempre aplaudió el tiro en la nuca. Y muchos se empeñan en blanquear a Bildu por diversos motivos. Yo acuso. Y digo claramente: no en mi nombre.
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