El fantasma de la desigualdad recorre el mundo, acecha las estructuras democráticas esenciales y las debilita hasta el punto de conseguir, si no acabar con ellas, debilitarlas. Ese es el punto de partida de Borja Barragué en su ensayo Larga vida a la socialdemocracia y en cuyas páginas plantea una revisión de toda la estructura política en función de la justicia social, (Ariel), publicado esta primavera por el profesor de Filosofía del Derecho en la Universidad Autónoma de Madrid e investigador visitante en la Cátedra Hoover de Ética Social.En estas páginas, Barragué plantea hasta un socialdemocrátometro, es decir: una serie de variables asociadas a los mecanismos para paliar la desigualdad.
Los individuos, asegura Barragué, tenemos el deber de ser solidarios con nuestros conciudadanos (pagando nuestros impuestos) y que el Estado ha de organizar institucionalmente la asistencia social (a través del gasto público). Ese es el punto de partida. El prisma de la igualdad y desigualdad vertebran el repaso que hace Barragué a la caja de herramientas de la socialdemocracia en sus días de mayor decadencia. Al declive electoral en casi toda Europa se le suma una aparente falta de ideas ante la crisis económica y política que recorre el mundo.
Con una prosa sencilla, a la manera de un manual, y echando mano de una vocación didáctica y hasta de humor, Borja Barragué hace un diagnóstico de la situación y aborda los conceptos básicos de la justicia social y de los pensadores que han marcado la deriva ideológica de la socialdemocracia. Existe una mirada autocrítica a la propia tradición socialdemócrata, sin embargo Barragué propone ideas sobre cómo renovar la socialdemocracia, los conceptos de justicia social e igualdad son sometidos a juicio y revisitados desde otro punto de vista.
Del capitalismo del bienestar al liberalismo igualitario o incluso el anarcoliberalismo, Barragué se pasea y reflexiona sobre cuáles han sido las fórmulas de igualdad que hasta ahora han marcado el pensamiento político, muchas veces dejando a la vista sus fallos en una concepción política de esa justicia social en la que tanto insiste.
Larga vida a la socialdemocracia comenta en apartados los conceptos políticos y económicos más importante sobre los que se sostienen las tesis del libro, al tiempo que relativiza, echando mano de ejemplos populares -desde Lebron James hasta Messi- pero también pensadores contemporáneos y clásicos, desde Aristóteles hasta Anarquía, Estado y utopía, en la que el anarcocapitalista Robert Nozik trata de justificar la existencia de un Estado mínimo. EL arco es amplio y detallado, en buena medida porque busca explicar de qué forma la vigencia de la socialdemocracia depende de la manera en que se redistribuyan los derechos y se apliquen ideas más prácticas de lo que justicia social supone.
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