Las fotografías de Vasco Szinetar son un testimonio de ida y vuelta: retratos de escritores, cineastas, periodistas, políticos y prohombres que él capturó con su cámara de 35 mm. Las hizo de pie, ante espejos de baños públicos y habitaciones de hotel. Siempre eligió esos lugares de paso, parajes anónimos. A todas aquellas imágenes las distingue un detalle decisivo: Szinetar siempre forma parte de ellas. Tal y como el Velázquez de Las Meninas. El gesto clásico de Szinetar tiene también ironía y humor. Una puesta escena –todas las fotos siguen el mismo esquema ritual y escénico-; un testimonio de ida y vuelta en el que Szinetar crea memoria de otros y de sí mismo.
Toda su fotografía es una puesta escena –todas las fotos siguen el mismo esquema ritual y escénico- ; un testimonio de ida y vuelta en el que Szinetar crea memoria de otros y de sí mismo.
A partir de este 21 de septiembre se exhibe en el Espacio Caña de Azúcar (Barcelona) 101 creadores frente al espejo. 35 años en segunda persona una muestra comisariaza por Doménico Chiappe que reúne una selección de imágenes en las que el venezolano retrató a grandes protagonistas de la cultura contemporánea. Desde Jorge Luis Borges, Mario Vargas Llosa, Carlos Fuentes, Ciorán, Umberto Eco, Salman Rushdie o Robert Rauschenberg hasta Enrique Vila-Matas, Oriol Bohigas, Javier Cercas, Joan Manuel Serrat, Manuel Vázquez Montalbán, Nuria Amat, Eugenio Montejo, Juan Villoro, Roberto Bolaño o Jorge Herralde. En la muestra se exhiben 14 fotografías y se proyectan más de cien, todas hechas entre los años 1981 y 2016.
Vasco Szinetar es, como el país en el que nació, fruto de una potentísima mezcla. Acaso por eso su carácter inquieto, vibrante y lúcido. Sin afectaciones ni solemnidades. Hijo de Andrés Szinetar, de origen rumano, y Esther Gabaldón, venezolana, estudió en la Escuela Superior de Cine en Polonia, entre 1970 y 1972, y en la London International Film School entre 1973 y 1976. Desde entonces, Szinetar ha desarrollado un importante trabajo que, inscrito en el arte conceptual, ha servido para levantar una memoria cultural iberoamericana.
Szinetar ha participado en numerosas exposiciones colectivas y salones. Como fotógrafo ha publicado varios libros, entre ellos Retratos (Caracas: Monte Ávila, 1987) y también varios poemarios. En la actualidad es responsable de la colección fotográfica del Archivo Cultura Urbana, una institución fundamental para reconstruir la memoria de su país de origen y cuya géneris reside en la Fundación para la Cultura Urbana, organismo perseguido políticamente por el gobierno del régimen chavista, sistema que domina el poder en Venezuela desde hace casi 18 años, es decir: a mitad del tiempo en el que estas fotografías fueron hechas. Una de sus series más recientes, Cuerpo del exilio, documenta el tiempo que Szinetar debió pasar en Bogotá luego de que varios de los gestores culturales de la institución fueran encarcelados de forma arbitraria.
"Desde 1981 había un fotógrafo que trabajaba ese retrato en el espejo, con una retórica todavía más compleja que la del autorretrato especular popularizado en Internet. Este autor era Vasco Szinetar”
Es inevitable asociar el trabajo de Szinetar al selfie. Pero, ya se sabe, que una foto de vocación ombliguista, poco tiene que ver con el retrato. Acaso en el gesto de la inclusión de quien hace la foto como sujeto de la imagen, se podría decir, en efecto, que Szinetar fue uno de los pioneros. Pero hay mucho más debajo de eso. "Desde 1981, 35 años antes de que surgiera, con el impulso y la venia de las redes sociales, lo que Joan Fontcuberta teorizó como ‘reflectogramas’, que eran los retratos en el espejo, usualmente eróticos, había un fotógrafo que trabajaba ese retrato en el espejo, con una retórica todavía más compleja que la del autorretrato especular popularizado en Internet. Este autor era Vasco Szinetar", explica Doménico Chiappe, comisario de la muestra.
"Nosotros, el público que observa la obra de Vasco Szinetar, nos entrometemos por esta magia surgida de una perspectiva bien elegida, entre dos personas que parecen no querer testigos. Y sin embargo, ahí estamos, escuchando el murmullo que surge de esa mirada”, concluye Chiappe en su texto curatorial. EL asunto de fondo detrás de la obra de Szinetar, más que retratar, es revelar. Exponer al personaje que se deja retratar y también a sí mismo, un procedimiento que comparte con el arte conceptual la presencia de un discurso, de una búsqueda, a la que vasco Szinetar no renuncia. Desvela en el momento y en el tiempo que transcurre: genera memoria, propia y de otros. En sus imágenes, Szinetar es el ojo que mira pero también el director de escena, el que dispone dónde y cómo han de colocarse sus retratados. La idea de la pose como algo que todavía conserva autenticidad y pensamiento. Un gesto lleno de contenido y sin morritos.
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Vasco Szinetar, un retrato de ida y vuelta: sobre el hombre que inventó el selfie https://t.co/zMQluxRAal vía @voz_populi CC @foto_urbana pic.twitter.com/Y9SR538nQn
— Karina Sainz Borgo (@karinasainz) September 21, 2016
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