Cultura

'Los Fabelman': Spielberg rememora al joven que quería ser director en una película inolvidable

El cineasta estrena una de las mejores películas del año y de su filmografía, nominada a siete premios Oscar

Un joven Steven Spielberg, que aspiraba a introducirse en la industria cinematográfica y cumplir así su sueño de convertirse en cineasta, tuvo la ocasión una vez de entrar en el despacho de John Ford y hablar con él durante escasos minutos. Durante aquella breve conversación, el director de películas como Centauros del desierto o La diligencia le dijo: "Me han dicho que quieres hacer películas. ¿Qué sabes del arte?". Después de preguntarle qué era lo que veía en algunas de las fotografías que tenía repartidas en las paredes, con jinetes o vaqueros en paisajes desérticos del oeste americano, le dio un consejo para su futuro como director.

"Cuando seas capaz de diferenciar el arte de colocar el horizonte en la parte inferior o en la parte superior del encuadre, en vez de justo en el medio, cuando seas capaz de apreciar por qué elegí la parte superior y por qué la inferior… puede que entonces te conviertas en un director bastante bueno. Y ahora, ¡a la puta calle!", le gritó en el tono malhumorado tan característico del director, tal y como el propio Spielberg ha recordado en varias ocasiones acerca de aquel encuentro, hoy una de las anécdotas más curiosas de la historia del cine.

Aquel chascarrillo es de sobra conocido. Ahora, Steven Spielberg cuenta lo que ocurrió justo antes de terminar en el despacho de John Ford, desde los primeros recuerdos del niño que acudía por primera vez al cine acompañado de sus padres a otros episodios de su infancia y su juventud, como las vacaciones familiares, los rodajes domésticos con su cámara en el grupo de los scouts, los ataques antisemitas que sufrió en el instituto o los primeros encuentros íntimos con las mujeres. Aquellos recuerdos de su vida se mezclan en la película Los Fabelman con su propia inventiva y su capacidad intacta para emocionar y mantener al espectador pegado a la butaca de las salas a partir de su estreno, este viernes en los cines españoles.

Spielberg cuenta lo que ocurrió justo antes de terminar en el despacho de John Ford, desde los primeros recuerdos del niño que acudía por primera vez al cine acompañado de sus padres a otros episodios de su infancia y su juventud

Los Fabelman llega a los cines cuando Spielberg acaba de cumplir 76 años, más de treinta películas después como director y otra veintena como productor o guionista. Al igual que otros cineastas, como ocurre con James Gray y su reciente Armageddon Time o Pedro Almodóvar y Dolor y gloria, el director ha preferido abrir a los espectadores su intimidad y su memoria en un momento de madurez en el que ha conseguido todo en el campo artístico, tanto el reconocimiento de la crítica, como las mejores cifras en la taquilla o el calor de la profesión. Un total de siete candidaturas a los Oscar y dos estatuillas, a los que se podría sumar algunas de las siete nominaciones de esta película en la próxima edición.

Spielberg y el amor a su familia

Su nuevo filme llega en el momento en el que probablemente nadie espera encontrar una película tan inolvidable, a la que muchos se han referido como una carta de amor al cine. Para esta redactora de Vozpópuli, más allá de constituir una aventura metacinematográfica, Los Fabelman funciona como un epílogo de todos los temas que han trufado sus películas y que, a pesar de la disparidad de tramas, épocas y escenarios, tienen en común el amor por encima de todas las cosas.

Esta película es una dedicatoria a la familia que le convirtió en lo que hoy es, una oda a ese núcleo imperfecto y feliz en el que creció, el ecosistema en un frágil equilibrio en el que el director de E.T. o La lista de Schindler aprendió a mirar la vida: una madre con una pulsión artística difícil de controlar, con una personalidad sensible y entregada a la pasión que probablemente heredó Spielberg; y un padre ingeniero con una mentalidad cuadriculada y la capacidad cognitiva de un genio, pero lo suficiente sensible y comprensivo para darle a Spielberg la confianza y el espacio que necesitaba.

Spielberg ha sido el director que ha narrado para varias generaciones de niños y jóvenes nacidos entre finales de los años 70 y finales de los 90 y ahora se detiene a contar su propia infancia y adolescencia, los años que le sirvieron precisamente para despertar su instinto cinematográfico, para convertirse en el hombre bueno que contaba buenas historias, que centraba su mirada con la justicia que merecían sus protagonistas, como pronto comprobaron sus compañeros de instituto.

Todo encaja en esta película, todo es un acierto, pero uno nunca sabe qué hay en su imaginación, hasta qué punto los recuerdos están manipulados, o simplemente cuánto se han deformado en su memoria.

No hay drama en los momentos más dramáticos en Los Fabelman, sino la tragedia justa, en pequeñas cantidades y dosificada a lo largo de los años, tal cual como ocurre en la vida real

Si bien la historia está narrada con la precisión, el ritmo y la seducción propios del director, el elenco elegido es otro de los logros. El triángulo en el que se mueve el episodio más adulto y dramático de esta película se merece todos los elogios. Michelle Williams aspira al Oscar a la mejor actriz por su papel como madre del protagonista y, aunque previsiblemente ganará Cate Blanchett por la película TÁR, su interpretación en Los Fabelman es digna de todos los premios.

Su química, además, con Paul Dano, que interpreta al padre del joven, es destacable, pero lo es más el brillo que consigue al lado de Seth Rogen, en el papel del mejor amigo de la familia, con quien Williams ya trabajó en la reseñable Take this waltz (2011), de Sarah Polley, aunque en un sentido narrativo opuesto.

No hay melodrama en los momentos más dramáticos en Los Fabelman, sino la tragedia justa, en pequeñas cantidades y dosificada a lo largo de los años, tal cual como ocurre en la vida real, pero tan cinematográfica que uno nunca olvida que está viendo una buena película, entrañable y difícil de olvidar. En la única desconexión posible, en el único descanso que uno se permite para tomar aire, recordar qué día ha marcado en el calendario y continuar, la única verdad que llega a la mente es que esta es una de las mejores películas de Steven Spielberg y él uno de los mejores directores vivos.

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