Sugiere Federico Trillo -para la entrevista- un lugar "lejos del mundanal ruido". Ha estrechado la mano instantes antes de ofrecer asiento. En el salón contiguo a la cafetería del hotel The Westin Palace, el exministro de Defensa despacha periodistas. Ha venido a hablar de su libro, El censor de Shakespeare (Espasa, 2022), que precede a la tesis firmada por él mismo: El poder político en los dramas de Shakespeare (Espasa, 1999). Se cruzan en la conversación Miguel de Cervantes y Don Quijote con William Shakespeare y su censor William Sankey, que además era su amigo. Trillo habla con las manos, gesto que le otorga una cierta semblanza de sobriedad, aunque en alguna ocasión relaja el tono y hace que se marquen en su rostro unas arrugas provocadas por la sonrisa.
Pregunta: Hay una cita de Ricardo III que dice: “La lealtad siempre tiene un corazón tranquilo”. Mi pregunta es: ¿siempre?
Respuesta: Siempre. La lealtad sí. La lealtad tiene la inversa. Lo que pasa es que la lealtad puede tener el corazón tranquilo y el cuerpo lleno de miedo.
P: ¿En qué momento ha tenido usted el corazón tranquilo y el cuerpo lleno de miedo?
R: ¿El cuerpo inquieto? Eso describe muy bien el sentimiento en los días malos en el último mandato mío como miembro del gobierno de José María Aznar, como Ministro de Defensa.
P: ¿Se refiere al tema del Yak-42?
R: No es tanto el del Yak-42 como el del 11-M. Y el corazón tranquilo porque pensábamos que se estaban contando las cosas adecuadamente y se estaban haciendo bien y ahora se ve que no.
P: ¿Usted qué pensó en aquel momento?
R: Pues lo que dije. Pensé que, como había habido ya un atentado y que tenía muy parecidas características y el CNI nos informó en los papeles que desclasificamos sucesivamente que había sido ETA, pues que era ETA.
Creo que es un tema que no se investigó adecuadamente y que todavía se deberá investigar por los historiadores antes que se deterioren las últimas pruebasFederico Trillo sobre el 11-M
P: Y cuando se supo que era Al-Qaeda, ¿cómo le cambió a usted ese pensamiento?
R: Bueno, eso fue un conocimiento progresivo, porque cuando aparece la furgoneta, ya la cosa empieza a ser más dudosa. Tampoco he sabido yo mucho más de esa furgoneta y se va uno haciendo a la idea. Y me hago a la idea cuando veo que rotundamente nos hemos equivocado. Si es que no hubo colaboración, cosa que yo aún no sé, sinceramente. Creo que es un tema que no se investigó adecuadamente y que todavía se deberá investigar por los historiadores antes que se deterioren las últimas pruebas.
P: ¿Por qué cree que no se investigó tan bien o tan a fondo?
R: Pues yo creo que no hubo interés en investigar, no hubo interés en saber.
P: ¿No hubo interés en un atentado de ese calibre?
R: Pues eso creo yo. En alguna razón no se quiso entrar más a fondo.
P: Se decía que si era ETA, ganaba el PP las elecciones; si era Al-Qaeda, el PP las perdía.
R: Bueno, eso es, si me permite decirlo así, una simplificación, pero es verdad. Así se vio y así se produjo. Se pensó que era Al-Qaeda y por eso nos sacaron del poder.
P: El tema del Yak-42, ya que estamos hablando de esta parte de su mandato. Hay gente que le acusó de desleal por todo lo que sucedió. Cuando se encuentra con las familias y con la oposición, ¿usted qué tiene en la cabeza?
R: He de decir que para mí aquello fue la peor tragedia que he vivido en mi vida y que he vivido luego y, en esas circunstancias, siempre se actúa un poco por cumplimiento de deber. Es decir: me fui a Turquía, me llevé el equipo médico, los dejé allí, preparamos el funeral allí… Va todo como muy reglamentado. Me sorprendió enormemente la reacción de las familias en Torrejón, ante el Rey, contra el Presidente, contra mí. Y esa misma noche presenté mi dimisión y el Presidente consideró que debiera investigar y ver qué había pasado. El avión, como es sabido, ni yo lo había contratado, ni lo había contratado España, a través de la OTAN, ni siquiera tenía conocimiento de sus características. Aún se estaban haciendo los Hércules, que eran, por cierto, bastante más incómodos y menos seguros, pero bueno, es lo que yo pensaba. Y yo lo hice y luego se concatenó una serie de errores, no sé. Entre los errores, también estarán los míos de no haber sabido trasmitirles a los familiares el verdadero sentimiento de reparación y de ayuda.
P: ¿Qué errores cometió usted?
R: Pues esos, quizá de comunicación con las propias familias. Haber exigido más… No voy a entrar en los detalles de identificación, entonces no había más que la Guardia Civil. Errores técnicos y errores humanos.
P: Volviendo al tema de la lealtad y ya entrando en Shakespeare, tanto él como William Sankey tuvieran vidas paralelas, pero cuando se habla de la lealtad, ¿cuál tenía que ser más leal? ¿Uno por no censurar a su amigo u otro por adaptarse a lo que le pedía su amigo?
R: Yo creo que el gran mensaje que yo he captado de las vidas paralelas de Sankey y de Shakespeare es la primacía del ser humano y de la amistad. Lo del ser humano lo ha dicho el crítico más importante de los últimos años, Harold Bloom: el descubrimiento del ser humano capaz de, al tiempo, las mayores perversidades y las más altas maravillas. Y eso es el gran legado de Shakespeare, por eso sigue siendo inmortal. Y en eso está. Lo que sí creo que él salva siempre -en la novela obviamente se salva- es la amistad. La amistad entre los dos.
P: ¿Dónde es más necesaria la lealtad: en la política o en la religión?
R: Yo creo que la lealtad es un concepto objetivo. Es una lealtad a unos principios, a unos valores. La fidelidad es el mismo concepto aplicado a las relaciones personales. Yo creo que, en política, es mucho más importante la lealtad como concepto objetivo. Es decir: ser leal a los valores por los que fundamos el PP, por poner un ejemplo, y en la religión hay mucho más de personal. Porque en mi religión, la religión católica cristiana, es una lealtad a Cristo, que es una persona viva.
P: Usted habló en una entrevista de la ética cristiana. Desarrólleme por favor el concepto y cómo se aplica, por ejemplo, a la política.
R: La política ha tenido siempre como un referente ético, lo que más obsesiona siempre a los gobernantes que es la legitimidad. Eso se proyecta en una ética en la legitimidad de origen y de ejercicio. En la legitimidad de origen, hubo muchos siglos en donde, primero lo mágico, luego lo mítico y luego lo religioso era la que determinaba al gobernante investido, ungido, que sale mucho en Shakespeare. En la de ejercicio, en no traspasar los derechos de los súbditos, en la tradición española hay una cosa muy bonita: «rex es, si iustitiam factis, si non, non es rex». Es decir: eres rey si haces justicia, si no, no eres rey y el derecho de resistencia frente al tirano, que es el que no hace justicia. Ése es el gran aporte de la ética cristiana.
P: ¿Qué ética cristiana podría haber en Tomás Moro? Shakespeare intentó sin éxito superar la censura oficial en dos ocasiones, pero también era la época en la que estaba perseguido por sus creencias religiosas.
R: Un poquito después. Tomás Moro es el primero en llevar esas convicciones hasta el final y Enrique VIII lo atrapa en la trampa de la supremacía. Se declara cabeza de la Iglesia frente al Papa y le pide que lo jure y como jefe de la Iglesia y gobernante. Eso va en contra de las convicciones de Tomás Moro y trata de eludirlo con cuarenta formas hasta que, al final, ya en el juicio, estalla y dice: “Nada. Esto va contra mi conciencia y hasta aquí. Acabamos”.
P: Cuando se dice aquello de “al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios”, ¿qué hacer cuando alguien que tiene lo del César quiere tener también lo que es de Dios?
R: Ése es el gran planteamiento. Eso es lo que quiso Enrique VIII. Es muy curiosa la maldición que persigue a los gobernantes que abusan. Eso es muy esperanzador, muy reconfortante. Cuando uno va perdiendo, por decirlo de una manera discreta, siempre parece que va a ser eterno, que ese tío va a estar ahí toda la vida. Enrique VIII deja a Catalina por Ana Bolena, le corta el cuello a Ana Bolena y se va con Catalina Howard, luego le corta la cabeza y después termina con una señora estupenda que le sobrevive. Al final es un desgraciado. El poder, en su abuso, puede hacer muy desgraciado.
P: ¿Puede hacer muy desgraciado el poder?
R: En su abuso, sí. Todos los grandes tiranos han sido grandes desgraciados: Macbeth, Enrique VII como estamos viendo, Hitler... Iba a decir Stalin, pero no sé muy bien del final de Stalin. Los grandes tiranos han tenido siempre finales muy trágicos.
Todos los grandes tiranos han sido grandes desgraciados: Macbeth, Enrique VII como estamos viendo, Hitler...
P: Shakespeare, tengo entendido que era una persona un tanto iletrada, no tenía mucha idea de política, sin embargo, sí tenía muy bien planteado cómo funcionaban las tramas políticas.
R: De ahí vienen las grandes dudas sobre la autoría de esas tramas. ¿Cómo un iletrado que no se le conocen estudios universitarios y menos en Oxford, Cambridge, en los Oxbridge, puede tener esta sutileza? Yo creo que eso es un punto de soberbia de los académicos. Se puede ser un genio, sabe usted, sin necesidad de sus clases, se puede ser un genio y eso hay que reconocerlo. Y esto pasa en el arte, en Picasso, en Miguel Ángel... en tantos genios. Y éste lo era. Segundo, Shakespeare tiene la mejor escuela del poder -y esto lo describo en el libro anterior-, que es la de su casa, porque su padre fue alcalde de su pueblo, y un alcalde en una época difícil, en esta época en la que el anglicanismo no ha terminado de imponerse, el catolicismo no ha desaparecido, llegan los jesuitas de manera clandestina, hay que ocultarlos, repercute en el negocio... Todos estos conflictos él los ha vivido en su casa. Tercero, yo creo luego él sí se forma en una parte que -es una de las tesis de este libro, que acojo y que ha estado más de moda en los últimos años- es Hoghton Tower, que es un bastión de los jesuitas en Lancashire.
P: Cuando terminó de presentar su anterior libro, su tesis, en el 1999, ya empezó prácticamente con este libro.
R: Exacto. En las presentaciones yo siempre me pregunto: ¿por qué escribí este libro? Porque lo tenía pendiente, porque tenía que hacerlo. Los aspectos personales yo no los trato en la tesis, porque es una tesis académica, y descubro esa edición censurada por la Inquisición en un sitio que yo pensé que ya habría cerrado y que encontré, como explico en el prólogo, en San Albano. Allí voy y allí me encuentro con aquello.
P: ¿La edición infolio?
R: Sí. Es una edición que me permite una visión que contrasta. Me aporta la visión de la Inquisición Católica sobre las obras de Shakespeare, entonces yo contrasto las dos visiones a través de los dos personajes: Shakespeare, a través de sus obras, que eso es bastante sencillo. Construir un personaje de Shakespeare puede parecer complicado pero no lo es si uno se atiene con lealtad, como decíamos antes, a lo que se sabe. Sankey, su censor, su alter ego, pues a partir de la censura. Y a partir de la censura fui componiendo la “mentalidad de Sankey”.
P: También tenemos el tema de Cardenio.
R: Efectivamente, hasta hace unos años era muy ignorado. Estaba perdida esa obra, la obra penúltima de Shakespeare, el Cardenio de Cervantes, que es del Quijote y lo convierte totalmente en un personaje de sus tragedias.
P: ¿Sabemos más de Shakespeare que de Cervantes?
R: Mucho más.
P: ¿Por qué?
R: No lo sé. Creo que sabemos mucho más de lo que se reconoce de Cervantes. Pero es que en Shakespeare está todo muy ordenadito, no se puede dudar de su vida. Es un montaje del marketing británico, que siempre han sido los descubridores de esto. Tenemos: partida de bautismo, partida de nacimiento, de matrimonio, de nacimiento de sus hijos, registro de sus obras en el registro oficial en Londres, cosas que compró en el registro de la propiedad inmobiliaria, de las que vendió… todo. Es verdad que no aparecen registro de sus estudios después de los que sí existen en la Grammar School. Es decir: universitarios no existen, eso es lo que se llaman los “años perdidos”, y se está investigando en los últimos años que lo llevan a Hoghton Tower y a esas instituciones más o menos clandestinas de los católicos.
La nueva inquisición es lo políticamente correcto y en eso hay tanta parte de culpa de los políticos y los medios
P: Actualmente, ¿quiénes serían los nuevos censores o los nuevos inquisidores?
R: Descontextualizado y despersonalizado, yo creo que lo más horrible, la nueva inquisición es lo políticamente correcto y en eso hay tanta parte de culpa de los políticos y los medios, no quiero ofender. De algunos medios que tienen que fijar la verdad y la mentira como cosas además paradigmáticas, dogmáticas y sin posibilidad de claros-oscuros. Es verdad que la comunicación digital, y lo digo admirando lo que ha supuesto y supone la comunicación digital, al reducir a una mentalidad binómica -sí o no, me gusta o no me gusta, las opiniones...- ha contribuido mucho a esa simplificación y tenemos que estar muy atentos a que no se produzca más, a que no se vaya por esta deriva, porque está cambiando la mentalidad del ser humano.
P: Cuando usted publicó su tesis, saltó la noticia de que había plagiado a treinta autores. ¿Eso fue verdad o fue mentira?
R: Fue una publicación que vi un tiempo después. A ver, yo incorporé a la tesis todo el aparato bibliográfico que había usado, aunque en principio no quería hacerlo, pero el director de tesis, que era además el decano de la facultad, me dijo: “no, no, todo el aparato bibliográfico”, entonces está citado. No hay plagio ninguno. Si se cita un libro, en una tesis es lo común, para reforzar tu propio tema… pones un par de páginas del fulano que considera que la tesis de Sigmund Freud sobre Lady Macbeth y su esterilidad es la desencadenante de su maldad y que, al tiempo, luego de su fragilidad. No hay plagio. Yo, por fortuna, mi tesis la hice a mano. Aún no estaba yo ducho en el ordenador y la tengo toda ella manuscrita y guardada a buen recaudo para que nadie pueda poner en duda nada.
P: ¿Se puede entender la vida sin tragedia?
R: No. Forma parte de la vida misma. Estaríamos hablando de los ángeles. Los seres humanos, somos seres trágicos.
Apoya TU periodismo independiente y crítico
Ayúdanos a contribuir a la Defensa del Estado de Derecho Haz tu aportación